“Rodríguez Larreta es el autor intelectual del asesinato político premeditado de mi hijo”
16.8.2023
Por Adriana Meyer
Entrevista al juez Hugo Molares, padre del militante popular muerto a manos de la Policía de la Ciudad.
Hugo Molares va a contar la vida de su hijo en pasado, y por eso se va a quebrar en llanto varias veces. Cuando fue a intentar rescatarlo en Bolivia estuvo secuestrado y casi lo hacen desaparecer. Abogado, juez de Paz en la localidad chubutense de Trevelin, el padre de Facundo dirá que esto no puede quedar en el policía que le puso la rodilla encima. Son responsables las autoridades políticas de la Capital.
Contará también que Facundo nunca llegó ese jueves 10 con la torta que había prometido para festejar los 91 años de su abuela, con quien vivía. Y explicará que harán una nueva autopsia porque la fiscalía de Marcela Sánchez y el juzgado de Manuel Gorostiaga no permitieron la participación de los peritos de parte, tal como establece el protocolo de Minnesota previsto para muertes ocurridas bajo custodia de fuerzas policiales o de seguridad del Estado. En ese sentido, el secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla se comprometió a aportar un perito que se sumaría a la querella de La Gremial de Abogados, que representa a la familia.
Facundo nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires, el 12 de octubre de 1975. Siempre vivieron en José C.Paz, donde tenían un comercio. Años después, con Graciela Schoenfeld, psicóloga social, tuvieron otra hija. “Facundo hizo la primaria en un colegio italo-argentino, y luego se anotó en el Industrial. Cuando nos fuimos a vivir a Trevelin se recibió de perito forestal. Desde muy temprana edad tuvo inquietudes políticas, somos una familia de lectores, era muy lector e intelectual, siempre preocupado por los problemas sociales. Siempre fuimos empáticos y solidarios, mi señora era alfabetizadora del programa Yo sí puedo, y yo era presidente de la biblioteca popular de Trevelin. Siempre estuvimos en comunidad”.
–¿Qué libros había en esas bibliotecas?
–De todo. Clásicos latinoamericanos, autores rusos, Cortázar, Borges, Arlt, Benedetti. Le encantaba la historia y la geografía. Desde los 12 o 13 años, de manera instintiva, le preocupaba la situación del prójimo, del vecino. Cuando entró en el Industrial enseguida fue parte de la creación de un centro de estudiantes, era muy inquieto, hacía deportes. Después se vino para Buenos Aires, militó en la Fede (Federación Juvenil Comunista) incluso a cargo de una sección, formó pareja y se fue a Salta. Emprendió un vuelo propio. Después del cisma que tuvo el Partido Comunista él se fue, pero mantuvo su ideología comunista y solidaria.
–¿Cómo ingresó a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)?
–Entró como un cuadro político y se mantuvo así. Hacía alfabetización y resolvía problemas en la selva donde no hay autoridades formales, administraba los conflictos entre los vecinos, soy casi igual que vos, me decía. Estuvo 15 años hasta que se desarrolló el proceso de paz. Tuvo diferencias metodológicas que lo llevaron a tener conflictos con los dirigentes que terminaron castigándolo. Decidió que ese tiempo estaba terminado, y pidió autorización para retirarse. Volvió a Trevelin para reunirse con nosotros y ver la tumba de su madre, que había fallecido de cáncer. Y se quedó a vivir acá en José C. Paz con mi mamá, Aida Báez, que es viuda.
–¿Por qué fue a Bolivia?
–Él era un político, y del partido Rebelión Popular le encomendaron ir a cubrir el cambio de gobierno de la última etapa de Evo Morales, como fotoreportero para el períodico de esa agrupación, Centenario. Cubrió los terribles escenarios en Montero, en Santa Cruz de la Sierra, y lo hirieron en el Puente de la Amistad, estaba del lado de quienes se oponían al golpe de estado. Lo llevaron al Hospital Universitario Japonés, que lo atendieron muy bien, es lo único que rescato de Bolivia porque todo lo demás fue muy tenebroso. Fuimos a verlo con mi compañera, a comprarle remedios, estaba internado como NN. Me identifiqué, dijeron que hicieron una investigación pero en realidad lo googlearon, hicieron un circo y aprovecharon para culparlo de estar comisionado por Evo Morales para armar milicias, todas mentiras como están haciendo ahora en distintos medios, que en vez de mencionar el acto en sí hablan de su pasado. Estuvo casi un mes en coma inducido, esposado a su cama.
–¿A ustedes los secuestraron ahí?
–Sí. Un día cuando volvíamos de comprarle medicamentos se bajaron tres tipos de una camioneta, dijeron ser policías y nos obligaron a subir. Les mostré mi identificación de abogado, pero nos esposaron igual. Alcancé a avisar a un abogado amigo, que fue muy ágil y junto a mi hija avisaron a la Cancillería, el Superior Tribunal de Chubut y distintas organizaciones intercedieron, y nos blanquearon. Era tal el desastre y lo revuelto que estaba todo que cualquiera podía desaparecer, de hecho desaparecieron muchas personas. Cuando nos liberaron no nos dejaron volver al hospital, nos dijeron que si nos quedábamos no garantizaban la vida de Facundo, así que nos llevaron al aeropuerto. El cónsul general de Argentina en Bolivia, Roberto Dupuy, se portó muy bien, estuvo al lado de Facundo controlando que no hicieran abusos demasiado grandes. Pero igual fraguaron un juicio con él en coma, le dictaron prisión preventiva por terrorismo. Una farsa. Lo llevaron a la cárcel de Palmasola. Lo tiraron desnudo con una bata, un preso lo ayudó. Luego lo llevaron a la cárcel de San Pedro de Chonchocoro, en La Paz. Lo tuvieron casi un año, estuvo aislado y fue golpeado. Hasta que con el personal diplomático y la lucha y presión de los compañeros y organizaciones lo pudimos rescatar y traerlo de vuelta al país.
–¿En ese momento cómo estaba su salud?
–Muy mal, la dictadura boliviana lo trató pésimo y el sistema carcelario como en todos lados, lo liquidó. Estuvimos menos de un año tranquilos. Estábamos comiendo un asado en Trevelin y de golpe un grupo de la Policía Federal que estaba escondido, se creen SWAT, lo detuvo. Les exigí la orden y me mostraron un pedido de captura para extradición de Colombia. Él se había ido bien de ese país. Fue una denuncia de una fiscal de un municipio, una maniobra parecida a esta de ahora de (Horacio Rodríguez) Larreta pero de (el ex presidente Iván) Duque. Se acercaban las elecciones y quería alguna medallita. Facundo era conocido allá. La Cancillería argentina a cargo de (Juan Pablo) Cafiero y el ministro de Seguridad Aníbal Fernández, lo dejaron pasar alegremente. No revisaron la licitud del pedido de extradición que después nuestros abogados, Gustavo Franquet y el Negro Soares, demostraron que eran ilegal, estaba emitido por una autoridad ilegítima, sin atribuciones. Eso podrían haber hecho de entrada, sin embargo no lo hicieron y se comió un año más de cárcel acá en Argentina. Primero en Rawson, en pésimas condiciones, y después en Ezeiza. Todo bajo la responsabilidad de la ex jueza (María Laura Garrigós) de Rébori, interventora del Servicio Penitenciario Federal, con argumentos que rebatí en su momento. Hasta que se demostró que era todo ilegal, las autoridades legítimas colombianas lo ratificaron y renunciaron a la extradición.
–¿Intervino la Jurisdicción Especial de la Paz (JEP)?
–Sí, debía intervenir desde el inicio, él era parte de un conflicto por la guerra civil, no era una cuestión de justicia ordinaria, que no tenía competencia para pedir su extradición. Por eso esa documentación debió ser rechazada por Asuntos Jurídicos de Cancillería. Venían con una orden de código rojo de Interpol, pero Rafael Correa tiene una igual desde hace varios años y se mueve libremente. Así funciona la justicia. Salió en libertad, pero no le dieron tiempo a recuperarse de sus dolencias. Muchos médicos amigos solidarios lo asistieron, pero ya estaba en condiciones muy frágiles. Sin embargo, no se iba a quedar quieto, siguió militando, pero nunca había tenido siquiera un desmayo. En Bolivia tuvo un problema renal del que se recuperó. No se puede sostener que una persona muera de una insuficiencia cardíaca cuando tiene siete u ocho tipos que lo están golpeando encima. No sufrió un paro cardíaco mientras tomaba un café, esto es un crimen, un asesinato político premeditado con autores materiales e intelectuales, que son Larreta y (Eugenio) Burzaco.
–Soares dijo que los servicios de inteligencia tienen la historia clínica de Facundo y que lo fueron a buscar. ¿Está de acuerdo?
–Sí, pienso lo mismo. Ellos querían anotarse un poroto, en esta macabra carrera entre Bullrich y Larreta para ver quién es más duro y salvaje con el pueblo les informaron, es una suposición, pero anclada al suelo. Entonces Larreta dijo ‘qué bien, tenemos un ex combatiente de las FARC haciendo lío en el Obelisco, deténganlo’. Si tenés perros entrenados y les soltás la cadena, los perros van y muerden.
–¿Qué pasó el jueves 10 en el Obelisco?
–Ya se estaban retirando, hay filmaciones y se van aportando cada vez más. En un video aéreo se ve a un montón de policías que le están pegando, Facundo había hablado y se retiró a un costado a fumar un cigarrillo, sobre la vereda. Estaban ejerciendo el derecho constitucional de petición, que se vote en blanco, no interrumpieron el tránsito, no hubo piedras, no agredieron a nadie. Muy pocas veces se ve tan claramente que fue un asesinato político.
–¿Cómo está la causa judicial?
–Mirá, estamos todos destrozados. Estoy partido por la mitad, sos la primera con la que hablo. Sé que hay que volver a hacer la autopsia porque no permitieron que participaran los peritos de parte. Horacio Pietragalla se comprometió a aportar un perito de parte, con el respaldo de la secretaría de Derechos Humanos. Iniciamos una querella por el crimen. Recién después habrá velatorio en algún sindicato. Mucho más no sé porque no estoy bien, tengo un vacío demasiado grande, tengo que volver a ponerme de pie.
–¿Le suma dolor que algunos políticos hablen de un infarto o de un incidente, y algunos medios distorsionen el pasado de su hijo?
–Sí, es un crimen agravado por ensañamiento. Pero me reconforta el acompañamiento que me llega de mi comunidad de Trevelin, la Asociación de Magistrados de Chubut sacó un comunicado exigiendo justicia por lo que pasó con Facundo, hubo marchas y concentraciones. Hubo mucha gente en la movilización en el Obelisco, reconforta que fue gente de laburo que quizás dejó de hacer una changa para estar ahí. Esa es la gente que amaba Facundo (rompe en llanto). El mensaje sucio no penetró, al menos en mi localidad. Los medios basura que digan lo que quieran. Se tiene que juzgar un acto criminal del 10 de agosto en la vereda del Obelisco cuando un grupo de uniformados atacó a ciudadanos indefensos que se manifestaban pacíficamente, que ni siquiera violaban una contravención. ¿Tener uniforme y que un político te avale significa legitimar un crimen? ¿Cualquier policía o gendarme puede hacer un acto criminal? Acá no se trata de si Facundo era miembro de las FARC, si era comunista o no. Sacan todo eso para embarrar la cancha y justificar responsabilidades penales. Acá hay imágenes y testimonios, ni con medios mercenarios lo van a poder disfrazar. Hay un video en que se ve clarito que le pegan, trompadas y patadas. Las condolencias de Larreta son hipócritas, me dan asco, fingiendo esa actitud de marketing, estudiada. (suspira) Burzaco andaba recolectando dólares para la fianza de su hermano narcotraficante. Mandaron a matar a una persona. Tienen que ir presos.
–¿Discutían de política?
–Sí claro. Pero habíamos llegado a un equilibrio, sin enojarnos. Compartíamos libros, en casa nos gusta el boxeo y el tenis, nos avisábamos de alguna pelea o partido que hasta mi vieja miraba. Y yo hacía fotografía, así que eso también lo tomó de mí. Era un apasionado de los viajes, cuando viajábamos juntos quería ir por caminos diferentes para conocer más. No voy a poder compartir más nada de todo esto, me lo sacó este hijo de puta. Me quitaron una luz. Perdoná.