4.3.2024
El jueves pasado se llevó a cabo la inaugurará del mural “Leer nos hizo gigantes” creado por el artista Lean Frizzera sobre la fachada de la biblioteca infantil La Nube, ubicada en Jorge Newbery 3537, en el barrio de Chacarita. El frente de este histórico espacio cultural dedicado a la infancia y la promoción de la lectura cambió por completo. Hasta hace poco se podía ver un corazón gigante asociado a una marca de perfumes, un dibujo que había sido hecho por un negociado del Gobierno de la Ciudad cuando ofreció al espacio la realización de un mural.
Este proyecto se enmarca en “La Nube Session I: intervenciones artísticas para la valorización del patrimonio literario-audiovisual destinado a la infancia”, a cargo de Ana Medina, coordinadora de La Nube y Andrés Brandani de la Fundación para el Desarrollo Territorial. El mismo contó con el aporte de la Fundación YPF a través de Mecenazgo Cultural del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
“Quedó atrás el corazón desalmado que no tenía ninguna esencia”, cuenta Ana Medina, hija de su fundador, Pablo Medina. Aquel dibujo había sido pintado en 2013 durante la gestión de Hernán Lombardi como ministro de Cultura porteño. “El Ministerio había cocinado por detrás hacer uno vinculado a una marca”, continuó Medina. “Había que cambiar la fachada. Ese corazón era horrible por muchas razones”, coincidió Andrés Brandani.
El mural “Leer nos hizo gigantes”, creado por el artista Lean Frizzera, entraña un homenaje a la literatura para la infancia, a quienes la escriben y dibuja e implica una recuperación de la identidad del lugar. Este nuevo mural es un gran homenaje a la literatura para la infancia, a su historia y devenir. Un homenaje para quienes la escriben y la dibujan, para todas las niñas y niños que dan una vuelta a la manzana, a la Ciudad, al país, al mundo, para que crezcan lectoras y lectores que dan vuelta una página, un libro o una pantalla. Para que las bibliotecas sigan siendo espacios para indagar y crear.
En el enorme mural se observan un niño y una niña que apoyan sus manos sobre un libro abierto donde se despliegan múltiples personajes de textos de autores argentinos y extranjeros de distintas épocas como “Truck sale de paseo”, de Beatriz Doumerc, ilustrado por Ayax Barnes; “Irulana y el ogronte”, de Graciela Montes, con ilustraciones de Claudia Legnazzi; “Mi perro Roberto”, de Rodrigo Folgueira y Poly Bernatene; y “El globo”, de Isol. También de materiales prohibidos por la última dictadura cívico militar con ilustraciones de Barnes: “Un elefante ocupa mucho espacio”, de Elsa Bornemann, y “La línea”, de Beatriz Doumerc. También se homenajea a Julio Cortázar, con su cuento “El discurso del oso”, ilustrado por Emilio Urberuaga. De otros países aparecen “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll; “En el desván”, de Hyawyn Oram; “Trucas”, de Juan Gedovius; y hay un dirigible de Tintín.
La Nube nació hace casi 50 años como la primera librería especializada para la infancia de la Ciudad, devenida después en biblioteca. La idea del cambio de fachada fue consensuada por quienes trabajan en la asociación civil. “El principal objetivo era volver a darle identidad a La Nube. Teníamos la idea de que fuera un gran libro, muchos libros volando, un libro abierto. Así surgieron personajes que, de alguna manera, en mi experiencia lectora, me interpelaban, y también dentro de la experiencia de La Nube. Es un honor que lo que esté adentro esté afuera”, dijo Ana Medina al tomar la palabra en la inauguración.
El acto, conducido por Luis Cúneo, secretario de la Comisión directiva de La Nube, sucedió en el patio del edificio, con un mural de Pinocho de fondo, elaborado por el mismo artista, a modo de regalo. En el primer piso, recientemente refaccionado, había una pequeña muestra con los libros que inspiraron el mural y bocetos que reflejaban los avances del trabajo.
También estuvieron presentes en la inauguración los legisladores porteños Matías Barroetaveña y Franco Vitali y los comuneros de Unión por la Patria Leonardo Lucchese y Jazmín Tello.
La salida de la pandemia no fue fácil para el espacio de carácter autogestivo, que por dificultades económicas no pudo abrir sus puertas por completo. Antes del Covid abría de lunes a sábados, con espectáculos y talleres, y recibía a cantidades de chicos de escuelas con visitas guiadas. Tras la pandemia comenzaron a realizarse solamente eventos aislados. Ana Medina espera que este mural sea el puntapié para “abrir aunque sea de a poquito, seguir traccionando, amasando ideas y propuestas”. “Cuando Lean pintaba la gente preguntaba cuándo íbamos a abrir. Hay una necesidad, más en estos momentos difíciles, de que volvamos a tener las puertas abiertas”, concluyó.
La Nube está ubicada hace 20 años en esta sede, hubo amenazas de desalojo y remate en 2013 ya que el predio pertenece al Gobierno porteño, fue cedido en comodato por la Legislatura.
Por su parte, Pablo Medina anunció la realización de una exposición en torno a las ediciones de Pinocho, su “gran corazón”, historia que tiene “una vinculación estrecha con la Argentina por la inmigración pobre e italiana que la conoció oralmente”. En La Nube hay 700 versiones de este libro, precisó, entre anécdotas. “Nuestro tema siempre fueron los niños y los jóvenes. Pensamos en la cultura de la infancia”, definió, y dijo que actualmente la biblioteca está abierta a investigadores. El momento emotivo fue cuando llamó a un nene que estaba sentado y lo presentó como padrino de la institución.
Según relató Frizzera, el mural tomó forma en días “de 100 mil grados, con un autoelevador que pesaba dos toneladas y con todas las aventuras referidas a la vereda que puedan ocurrir”. Reveló que quedó “shockeado” al hacerlo. “Pinto en estos barrios hace 20 años y siempre decía ‘qué loco’ cuando veía el corazón. No sabía qué era. Cuando me convocaron para esta misión fue increíble. Pasaba algo gigante dentro de ese corazón; estaba esta nave. Fue todo una peli. Hago muchas obras con clientes de cualquier galaxia pero estos personajes fueron un montón”, expresó, y celebró “estos espacios y este legado”. “Sin democracia no hay graffiti ni muralismo ni cultura de la calle”, sentenció.
“Cuando esto ocurría ahí afuera, estaba Pablo, con su silla o parado, y mientras Lean metía mil personajes e historias en la pared, Pablo contaba otras mil historias que están acá adentro. Ese subconjunto de historias de la pared y lo que hay acá adentro es muy rico”, dijo Brandani, y aseguró que ahora la fachada muestra “no un corazón sino un alma”.