13.2.2023
Por Mariano Nieva
Josefina Cingolani es Doctora en Ciencias Sociales, Licenciada en Sociología, docente y platense. Explicó cómo de su tesis final nació, Trayectorias, itinerarios y disputas en el rock. Construcción juvenil de la cultura y producción cultural de la ciudad (2020), un texto útil para comprender cómo el estigma dirigido en gran parte por los medios de comunicación a una porción muy amplia de la sociedad, impactó negativamente sobre una escena como la del rock barrial y fortaleció paradójicamente a otra, la conocida como Indie. Fundamentalmente como resultado de los cierres de espacios para tocar, las restricciones y las nuevas políticas de férreos controles que se produjeron luego de la tragedia de República de Cromañón, entre otros temas. “Desde siempre a las juventudes, en distintos momentos de la historia, les ha recaído estos procesos de estigmatización y culpabilización. Y en Cromañón sucedió con el público que fue esa noche a ver a Callejeros y que comparten con todas las demás bandas de rock barrial”, razonó.
Comencemos hablando de Trayectorias, itinerarios y disputas en el rock. Construcción juvenil de la cultura y producción cultural de la ciudad (2020), recorte de tu tesis de Doctorado en Sociología que publicaste por Grupo Editor Universitario.
Josefina Cingolani: El libro es una parte de mi tesis de Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde específicamente me concentré en pensar el rock platense y de cómo se configura su circuito, sin dejar de lado cómo es que arribé al mundo rockero en 2004, año en que estaba terminando el colegio secundario y sucede la tragedia de Cromañón. Luego, al surgir la posibilidad de publicarlo, tuve que adecuar el texto escrito en un lenguaje académico a otro un poco más literario, que pudiera leer un público más general.
Leyendo tu trabajo, más allá de la especificidad y la riqueza propia de la investigación, se notaron mucho las emociones que aparecen en el texto ¿Te costó separar lo que te pasaba por dentro mientras duró el proceso de escritura?
J.C.: Es que muchos, todavía, hoy tenemos ese sentimiento: que lo que ocurrió en República de Cromañón nos pudo haber alcanzado a cualquiera de nosotros o de nuestros amigos. Lo tuve desde que comencé la carrera de Sociología hasta terminar el Doctorado de la misma. Sin embargo, y como vos decís, a los investigadores (que cuando vamos a estudiar algo lo hacemos con una hipótesis previa que luego podremos corroborar o no) nos pasan un montón de cosas en el proceso de investigación. Por otra parte, mientras avanzaba con el trabajo, hacia entrevistas y asistía a conciertos, fui conociendo las historias de mucha gente. Y esas experiencias y emociones (que a veces eran también de enojo o frustración) quería compartirlas.
¿Qué cosas eran las que puntualmente te enojaban y frustraban?
J.C.: Al considerarme parte de una escena rockera más vinculada al rock barrial, cuando empecé a ver que sobre esas bandas caía un estigma y una discriminación muy fuerte, me sentí dolida y muy mal. Como bien marcaste antes, ese fue el más difícil ejercicio que tuve que hacer a lo largo de la investigación. Aunque también creo que cuando los sentimientos aparecen, es el modo que tenemos los investigadores de no escapar del compromiso y el interés para con el objeto de estudio. Por otro lado está lo que en Sociología llamamos reflexividad, que es el momento en que nos apartamos un poco y blanqueamos lo que nos está pasando por el cuerpo. Sensaciones que fueron apareciendo y que al identificarlas me han ido ayudando para poder seguir llevando adelante la investigación. Que tuvo por fin el objetivo de darle voz a todos esos músicos que, por infinidad de razones, no se las daban y no tenían donde contar por todo lo que tuvieron que atravesar durante años para poder mostrar su arte. Como el caso de los chicos de Che Payaso, la banda que está en la tapa de mi libro.
El rock platense como identidad
Por otra parte, la escena rockera platense siempre ofreció artistas diversos que tuvieron, con el correr del tiempo, mucha notoriedad. Desde La Cofradía de la Flor Solar y Los Redondos, pasando por Virus, Estelares y continuidad en grupos como Guasones y El Mató a un Policía Motorizado, entre tantos otros.
J.C.: Desde siempre la ciudad de La Plata fue un semillero, pero no sólo de bandas sino también de múltiples expresiones artísticas como la plástica, el cine, el grafiti, la literatura, la danza y el teatro. Aunque claramente la música se destaca por ser el lugar de donde salieron aquellos que conformaron parte de la columna vertebral del rock nacional. Por otra parte, con preguntas como ¿Qué es el rock platense?, ¿Qué lo caracteriza?, ¿Hay algo en el territorio que le otorga un sello particular?, comencé mi Doctorado y empecé a hacer el trabajo de campo que culminaría en mi tesis. Estudiando el período 2013-2018, dominado por una fuerte movida de rock indie en la ciudad, aunque sus inicios se pueden ubicar en 2004, y otras vertientes que me interesaron porque ocupaban lugares más marginales y que son estas bandas a las que se les han puesto esta etiqueta tan polémica, al menos para mí, como la de “rock chabón”. Una expresión más barrial que estaba peleando por volver a tener un espacio que había sido muy importante a fines de los ‘90 y principios del nuevo milenio y que lo ocurrido en Cromañón perjudicó enormemente. No obstante, hay que decir que hoy la escena del rock no solo platense está más diversificada, por eso hay investigadores que están hablando de post indie con sonidos de trap y que incluye cosas más electrónicas.
Esa diversidad y mixtura sonora que marcás es otra característica que, me parece, acompañó desde siempre a las bandas platenses.
J.C.: Es que muchísimas bandas de la ciudad fueron pioneras en empezar a mezclar otros estilos. Por eso los artistas platenses han incorporado a sus repertorios música de otros lados, por ejemplo, de las ciudades a las que viajan todos los años para tocar. Grupos locales que, incluso, se trasladan hasta Uruguay a participar de festivales, trayendo de vuelta melodías de murga y candombe que luego incorporan a sus canciones. Por eso es que el rock, si bien tiene una base instrumental clásica, es un género musical totalmente poroso por donde entran distintas músicas, experiencias y registros.
Un rock nacido en La Plata que le agrega a su personalidad una impronta propia de su geografía. Un casco urbano rodeado de un importante sector rural.
J.C.: Es verdad esto que decís, porque hay un imaginario muy fuerte en mostrar a La Plata sólo como una cuidad rockera de casco urbano que se desarrolla en lugares como Pura Vida o Viejo Varieté. Y si bien esta es una porción posible del trayecto de los rockeros locales, hay también mucho rock en la periferia de la ciudad, que rompe sus fronteras. Por eso, al escribir la tesis quería discutir esta idea de que el joven rockero platense es clase media, profesional, universitario y urbano. Porque hay muchas otras posibilidad de ser joven y rockearla en la ciudad de las diagonales. Como los pibes que viven en las periferias, que laburan y están muy alejados del ambiente académico de la facultad. Que cuentan con sus locaciones y circuitos propios, viajan en tren y en colectivos transportando sus instrumentos desde Olmos, Abasto o ciudades vecinas como Berisso y Ensenada. Por eso me parece muy importante tu observación para ayudar a deconstruir esta idea de primacía que tiene el sector urbano en esta ciudad y que, a veces, implica invisibilizar o marginalizar a la periferia.
“Es que muchos, todavía, hoy tenemos ese sentimiento: que lo que ocurrió en República de Cromañón nos pudo haber alcanzado a cualquiera de nosotros o de nuestros amigos”.
Cromañón nos pasó a todos
Además del espanto por tanta muerte que dejó lo ocurrido en República de Cromañón, se instaló un estigma que cayó sobre el público que asiste a los conciertos de rock barrial que se hizo muy difícil de contrarrestar.
J.C.: Es que desde siempre a las juventudes, en distintos momentos de la historia, les ha recaído estos procesos de estigmatización y culpabilización. Y en Cromañón sucedió con el público que fue esa noche a ver a Callejeros, comparten eso con todas las demás bandas de rock barrial. Con énfasis en las prácticas que hacían esas personas, construyendo una operación que a mí siempre me impactó y es la que si escuchás tal música te comportás de determinada manera, lo que en Sociología llamamos teoría de la homología. Es decir, que si son seguidores de estos grupos no sólo usan pirotecnia, sino que también son violentos, consumen drogas y son capaces de dejar encerrados a sus hijos en los baños mientras dura el concierto. Y como esto último fue desmentido categóricamente en la causa, todas las organizaciones y asociaciones civiles vinculadas a Cromañón lo siguen tratando de desmentir. Mitos que, lamentablemente, desde la prensa se instalaron con mucha fuerza en un gran sector de la sociedad con respecto a los jóvenes, no sólo en la música sino también en otros aspectos de la vida, y que son difíciles de romper.
Esta mirada negativa que se posó sobre quienes se referencian con el despectivamente llamado “rock chabón” fue responsable para que, cada vez que haya un recital de algunas de estas bandas, las autoridades crean que en vez de cuidar al público haya que controlarlo.
J.C.: Estas bandas que uno puede fácilmente agrupar bajo la categoría de rock barrial fueron las primeras censuradas a partir de ese verano de 2004. Con clausuras masivas, reglamentaciones nuevas y controles que hicieron que los que más sufrieran las consecuencias fueran esos pibes que todavía hoy, te diría, son triplemente requisados para entrar a un recital. Porque no me canso de repetir que si vas a ver una banda de rock barrial, a las chicas, por ejemplo, para ingresar nos sacan hasta la hebilla para el pelo. En cambio, si vas a un recital de Babasónicos no te revisan y entrás sin problemas, como debería ser. Me parece que todavía queda un largo recorrido por hacer, sobre todo en políticas culturales y públicas que puedan cambiar esta idea de seguridad y ciudadanía diferencial.
Cuando estalló la guerra de Malvinas, que finalmente va a producir el derrumbe de la última dictadura militar, al prohibirse el rock cantado en inglés se le abrió las puertas a la grabación de discos y a la difusión por los medios masivos de comunicación al rock nacional. Cuando sucede la tragedia de República de Cromañón, los controles y el mencionado estigma que golpearon al rock barrial favorecieron la emergencia de una escena como el indie. El rock y sus constantes paradojas.
J.C.: Ese tiempo bisagra y parte aguas que fue el post Cromañón significó claramente para la escena del rock barrial no poder tocar, incluso desapareciendo bandas por culpa de la inactividad. Por otro lado, estas mismas condiciones políticas y reglamentarias que aparecieron, favorecieron para que siga floreciendo otra escena rockera que ya existía, pero que va a tener su auge luego de la tragedia del boliche de Once: el indie. A su vez, comienza la apertura de centros culturales y lugares más pequeños donde estos grupos van a encontrar la posibilidad de montar sus shows y festivales, ya que convocaban un público no tan numeroso y con otras prácticas, lo que facilitaba la adaptación a este nuevo escenario. De todos modos, no quiero decir que la tuvieron fácil o que esta nueva generación de músicos sacaron una ventaja de la tragedia, sino que los nuevos controles (que incluyó cierres masivos de espacios) llevados a cabo desde distintos organismos del estado le dieron a este movimiento autogestivo un espaldarazo impensado para su desarrollo.
Para terminar ¿Qué te sucede en lo personal cada vez que llega el 30 de diciembre?
J.C.: La verdad, nunca puedo evitar que cada vez que llega el 30 de diciembre me agarre un sentimiento de profunda tristeza recordando muchas de las historias que escuché trabajando en la tesis, de los padres de sobrevivientes y de chicos y chicas que murieron en el incendio. Imágenes muy dolorosas que se me vienen a la cabeza de aquella noche. Por otra parte, este nuevo aniversario que se cumplió fue muy especial, porque después de tanta lucha y sacrificio se pudo conseguir que el boliche donde funcionó República de Cromañón sea recuperado para levantar un espacio para la memoria. Para que un montón de pibes de escuelas primarias y secundarias puedan visitar y saber lo que allí sucedió en 2004 y para que los papás y las mamás que perdieron sus hijos tenga un lugar donde sentirlos más cerca. Por eso, y para que este tipo de tragedias no sucedan nunca más y no cometamos los mismos errores, tenemos que seguir haciendo memoria para poder construir presente.