A 103 años de su inauguración
A 103 años de su inauguración
El desangre del Colón
05-01-2012
Tomás D'Amico
Obras sin terminar, conflictos laborales y destrucción del patrimonio histórico se entrecruzan frente a los miles de visitantes que lo admiran diariamente. Un presupuesto récord y pocos títulos en escena. ¿Hacia dónde va el teatro?
En desguace. Así se encuentra uno de los mayores símbolos culturales de la Argentina. Lo que queda del Colón tras diez años de remodelaciones no se condice con el edificio original. Los trabajadores aseguran que el histórico modelo de producción propia está en crisis y que lentamente se dio inicio a un nuevo sistema que prescinde del capital humano y del patrimonio cultural. Desde la otra esquina, las autoridades del coliseo y la Ciudad se rehúsan a hablar del tema.
Menos de un mes después de la reelección del jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, la Justicia porteña (Sala 2 de la Cámara de Apelaciones CAyT) revocó el amparo presentado por los trabajadores que había frenado las reformas orgánicas impulsadas en 2009 por el entonces flamante director del Ente Autárquico del Colón, Pedro Pablo García Caffi. De esta forma, nuevamente se dio luz verde a la reducción de personal artístico, técnico y administrativo; al traslado de más de 200 trabajadores puestos en disponibilidad; la disolución de once de las 17 áreas que componen al coliseo, y a más de 180 intimaciones a jubilación (Ver Recuadro: Cronología de un conflicto laboral).
El proceso que estaba a resolver por la Cámara en un lapso de 10 días, tardó un año y medio.
“Con una sentencia firme como la que tiene el Gobierno para proceder a los traslados, a la fecha no hicieron nada. Nosotros creemos que entre noviembre y diciembre van a volver a la carga en esta lógica de restructuración del teatro”, anuncia Sebastian Alanis, abogado del personal en conflicto. ¿Qué denuncian los trabajadores?
Temporada Récord
Lo primero que viene a la mente cuando se escucha hablar de reducción de personal en una institución, es la ecuación simple: gasto innecesario/fondos ajustados. El Ministerio de Cultura porteño tiene previsto un presupuesto 2011 de 894.534.694 millones de pesos, un tercio más que en 2010. De ese monto, más del 20 por ciento va destinado únicamente al Colón (186 millones de pesos).
Sin embargo, no se incluyeron mejoras salariales y, según lo explicitado por García Caffi el 12 de octubre pasado en la Comisión de Hacienda porteña, unos 31 millones fueron destinados a traer personalidades internacionales, especialistas en proyecciones, efectos especiales, y al pago de producciones alquiladas al exterior. “El macrismo tiene un visión de tercerización sobre la puesta en escena de las obras. El año pasado pedimos un detalle de las contrataciones y costos este tipo de obras. Nunca nos respondieron. Les iniciamos una causa judicial por derecho al acceso a la información publica, lo ganamos, y aún hoy están desconociendo la sentencia judicial”, explica Alanis.
A pesar del abultado bolsillo del anfiteatro, los trabajadores y habitúes se quejan por el pobre desempeño de la temporada actual. “Hoy tenemos el presupuesto más alto de la historia y la cantidad de títulos expuestos es una de las más bajas de los últimos diez años. Ahora tenemos ocho títulos y tres ballets de repertorio, cuando en 2006, que teníamos la producción desmantelada por el cierre, estábamos en 11 obras y por lo menos cuatro o cinco ballets”, indica el fotógrafo del Colón y delegado gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), Máximo Parpagnoli.
Mariángeles Fernández Rajoy es habitué, y aunque esconde su edad, reconoce que comenzó a frecuentar el coliseo a los 14 años, edad en la que se escapaba del colegio en época de la última Dictadura Militar para escuchar los ensayos de la Filarmónica. “La temporada 2011 es de pobre a paupérrima. No llega a la altura de lo que yo conocí. Supuestamente el teatro se cerró para mejor, pero la realidad es que tenemos menos de la mitad de la producción que había antes y de menor calidad”, apunta.
Correctora de textos, Rajoy cuenta con su propio espacio en el Paraíso, según ella, heredado de un crítico musical alemán que le tenía un gran afecto. De cara angelical, pelo oscuro y ojos claros, descarga su bronca contra los precios de las localidades: “Hubo aumentos muy groseros en las entradas de pie y altas, y en las más caras casi no existieron. En 2006, la platea Gran Abono costaba 422 pesos, y ahora está 500. En cambio, mi lugar valía cinco pesos y hoy se fue a 30”.
Este año, García Caffi dijo ante Diputados de la Ciudad que aquellos que iban a Cazuela, Tertulia, Galería y Paraíso estaban subsidiados por los que pagaban las entradas más caras. Sin embargo, las plateas que en 2010 costaban 1022 pesos tuvieron un descuento del 50%, mientras que se registraron aumentos del 600% en las localidades más accesibles. “El público habitué siente que lo están echando del teatro. Al espectador que conoce, que sabe, no lo quieren.
Sólo buscan brutos con plata y extranjeros”, sostiene Rajoy.
A guiarse por los números, actualmente la taquilla ronda el 40 por ciento, de la cual la mitad son turistas. A su vez, el Director del coliseo confirmó que se hicieron 160 funciones el año pasado y 166 en lo que va de 2011. Esto quiere decir que en 2010 asistieron 1070 personas por función, y que en la nueva temporada se sumaron 223, en una sala que tiene capacidad para 2487 personas sentadas y 4000 con los sectores de pie. “La temporada está en plena actividad, con sus espectáculos representándose con notable éxito”, fue la respuesta de Hugo García, jefe de Prensa del Ente Autárquico del Colón.
“Va a llegar un momento en que el teatro va a dejar de ser redituable, alguien va a decir que no se puede gastar tanto para tener tan pocos títulos”, prevé Parpagnoli. El proyecto de Presupuesto 2012 presenta un incremento de 54 millones, es decir, un total de 240 millones de pesos. El ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, explicó ante la Legislatura que la diferencia irá destinada a costear el aumento de sueldos y al aumento de los insumos que se utilizan para escenografía, escenotecnia y contratos de funcionamiento, un rubro que escaseó en 2011.
Hace pocas semanas, García Caffi anunció la próxima temporada. La misma contará con ocho títulos y siete ballets de repertorio. Rajoy opina: “Va a ser la peor de la historia. Sólo tiene tres títulos de producción propia, hechos en Argentina. Después tiene un oratorio con pocos personajes (La Pasión según San Marcos), un concierto sin escenografía (Rinaldo), y las otras tres son traídas del exterior”.
A lo largo de medio siglo, el Colón funcionó con talleres de producción propia. Es decir, desde la primera idea a la última, los trajes, la utilería, la escenografía y la puesta en escena, se realizaron en su totalidad dentro de las paredes del edificio. Este sistema perdura en algunos pocos coliseos del mundo, entre otros la Opera de París y el Mariisnki de San Petersburgo.
El personal escenotécnico asegura que los recortes de planta y la disolución de áreas ponen en riesgo la dinámica histórica (Ver Recuadro: Un teatro de Producción Impropia). “Lo que busca Macri es un proyecto de teatro absolutamente diezmado en sus capacidad de fábrica de espectáculos, en el que se terceriza la producción al exterior”, opina Parpagnoli, que trabaja hace 27 años en el coliseo. El fotógrafo agrega que el Gobierno porteño convirtió al edificio histórico en una sala de eventos, y explica que se alquiló para realizar fiestas empresariales, un almuerzo de Mirtha Legrand y el 100° aniversario de las zapatillas Converse.
“Estos son los primeros pasos de la privatización del Colón”, asegura.
Peligro: Patrimonio
El predio Lavardén está en Pedro Chutro al 2800, en Parque Patricios. Hasta fines de 2008 fue un antiguo taller y lavadero de la flota de automóviles del Gobierno de la Ciudad. En el primer trimestre de 2009, el lugar recibió más de 70 containers con capital cultural, artístico e histórico del teatro, que quedó abandonado a la intemperie durante más de un año y medio. Hoy, el custodio privado que vigila la entrada asegura que no queda más material dentro. “Ya se llevaron todo, y lo que no se fue se mandó a destrucción total. Eso que está ahí queda nomás”, revela, al tiempo que indica con el dedo un conjunto de fragmentos de escenografía que yacen apilados contra una pared, al aire libre.
Además del conflicto laboral, existe otro tema que recorre los pasillos de Tribunales y del anfiteatro. Durante el fin de semana largo que se inició con la víspera de Nochebuena de 2008, una empresa de mudanzas inició la extracción sin numerar y previo aviso a los responsables de área, de patrimonio mueble del interior del Colón. Fue por decisión del entonces director, Horacio Sanguinetti, que renunció unos días más tarde. Personas ajenas al coliseo sacaron, en cajas de cartón, una gran parte de los sillones, textiles, escenografías, maquinas, instrumentos y el archivo audiovisual. Todo se repartió en cuatro locaciones: el Centro Municipal de Exposiciones, la Biblioteca Nacional, el predio Lavardén y el Taller La Nube. Una de las primeras actitudes que tuvo García Caffi al asumir el Ente Autárquico, fue negar ante la Legislatura que hubiera patrimonio fuera del edificio histórico.
Al poco tiempo, más de 400 trabajadores reunieron pruebas y fueron a la Justicia (causa del patrimonio Expediente 36151/0 CAyT). Alanis, abogado representante, detalla: “Para dar cuenta de la magnitud de la demanda, estamos hablando de 15 cuerpos en tan sólo un año y medio. En el mismo expediente se está investigando el proceso de remodelación del teatro, si hubo maniobras que alteraron la construcción o si hubo sobreprecios, teniendo en cuenta que la inversión pública asciende a los 120 millones de dólares y que a la fecha la obra del Colón no ha concluido”. Se espera que en menos de seis meses se conozca la sentencia.
Mientras tanto, la Justicia realizó en total seis inspecciones oculares en los depósitos y el anfiteatro. Allí se constató que, efectivamente, muchos bienes históricos del coliseo, sean muebles, maquinarias, telas, documentos musicales o escenografías, se guardaron en alrededor de 250 containers a la intemperie y dentro de galpones, sin cumplir los requisitos mínimos para su conservación y preservación. Varios trabajadores presenciaron las requisas, el fotógrafo Parpagnoli fue uno de ellos y recuerda: “Fue horroroso. Vi mi propio trabajo, 500 mil archivos fotográficos, originales, más de cuatro décadas de registro sistematizado del teatro, metidos en un container sin control de humedad, sin control de vacío, sin control de calor ni de temperatura, con una capa verdosa de moho”.
Diana Fasoli tiene 59 años y 38 de antigüedad en el Colón, pero se anima a decir que recorrió los pasillos prácticamente desde su nacimiento. Su padre era pianista de la Orquesta Estable y su madre, bailarina. Ella es la directora de la biblioteca del coliseo, un área que no eludió el traslado hacia Parque Patricios. “Estamos hablando de 26 mil fotos, muchas de ellas autografiadas, más de 6000 libros y partituras, recortes periodísticos de 1927 al 2008, y programas del teatro Colón desde 1908 a 2007.”
En enero de 2010, la bibliotecaria participó del reconocimiento judicial en los Talleres Lavardén.
“Cuando abrieron los containers me encuentro con todas las cajas de libros tiradas, algunas rotas, y sin un inventario de lo que habían sacado. Uno de los contenedores estaba roto, y los recortes y encuadernaciones del año 28’ se habían llenado de hongos”, expresa Fasoli. Fue trabajo de ella, durante seis meses, hacer el relevamiento de lo que allí se había depositado. “Les pedí una computadora y una carretilla para hacer el inventario. Como no me dieron nada, me lleve un changuito de compras de mi casa, algunas lapiceras, hojas, y lo hice sola. Sentí la mayor falta de respeto”, confiesa.
Tras realizar las inspecciones, el juez Guillermo Scheibler dio lugar entre febrero y abril de 2010 a siete medidas cautelares destinadas a la protección de los bienes muebles del coliseo. En su fallo judicial, consideró: “Se advierte que el traslado y actual depósito del patrimonio mueble del teatro Colón no se habría llevado a cabo con el cuidado que su importancia requiere”. En este marco, el Juez amplió la observación y concluyó: “Las consideraciones fácticas y técnicas precedentes, permiten tener por acreditada la verosimilitud del derecho respecto del peligro en que encontraría el patrimonio histórico cultural del Teatro Colón”.
A partir de las sentencias, se inició un proceso de reubicación que continúa hasta la actualidad.
Los muebles, instrumentos, telones, maquinarias y trajes que estaban guardados en el Centro Municipal de Exposiciones, en Recoleta, descansan hoy en el 2do y 3er subsuelo del edificio histórico, en ambientes húmedos que han sufrido reiteradas inundaciones. El mismo destino tuvo el material que habían trasladado a la Biblioteca Nacional. “Toda la documentación, el archivo musical y parte de las partituras que estaban ahí, ahora están arrumbadas en el subsuelo del Colón”, revela Alanis. Mientras tanto, Diana Fasoli sigue haciendo el inventario, pero en la empresa ADEA (Administración, Digitalización y Guarda de Archivos Físicos), en Florencio Varela, a dónde fueron a parar los libros de su biblioteca. En Chacarita, el Taller La Nube, que antes funcionaba un espacio de recreación para niños, pasó de ser un depósito de patrimonio a un epicentro en el que conviven siete talleres escenotécnicos (Ver Recuadro: Un teatro de Producción Impropia).
En suma, luego de idas y vueltas, el coliseo sufrió el extravío y robo de muchos de sus elementos, entre otros el bastón de oro de Puccini, una carta firmada por Wagner, partichelas originales y una pintura del músico Ludwin Van Beethoven valuada en 18 mil dólares. “Se robaron los programas del antiguo Teatro de la Opera, del Colón antiguo -1913-1915-, y dos carpetas con cartas de compositores. Eso tiene un valor aproximado de 500 mil dólares”, afirma Fasoli. Quien agrega que un tiempo después constató que parte de patrimonio de la Ciudad se estaba rematando en un sitio de subastas online en Estados Unidos. Su denuncia descansa hoy, sin novedades, en manos de INTERPOL.
Por encima de los extravíos, los traslados forzosos y la destrucción del patrimonio histórico, se encuentra el MasterPlan, un proyecto de remodelación iniciado hace 11 años y que lleva gastado un 400% más de los 25 millones que inicialmente se estipularon. A lo largo de la década, las obras sufrieron avances y retrocesos, y cuando Macri asumió la Jefatura porteña en 2007, mandó a acelerar los procesos para lograr la reinauguración en el Bicentenario. Sin embargo, las reparaciones no han concluido, los talleres de producción funcionan en locaciones extramuros, y muchos de los antiguos sectores no tienen un lugar asignado. “Lo único que se reabrió para el Bicentenario es la parte del público. La parte trasera y los subsuelos, donde nos movemos los trabajadores, sigue en obra. Y se nota, porque a veces no podemos ensayar del ruido, los martillazos, y los olores a productos químicos, soldaduras, etc. Pero están avanzando”, relata un miembro de la Filarmónica.
Bendita Restauración
Cuando un inexperto recorre el Colón en una visita guiada, todo lo que descubre le parece formidable y ejemplar. Los mármoles tricolores de la escalera, los vitrales, las galerías altas del Foyer y la pintura en oro 24 kilates del Salón Dorado nos retrotraen a principios de siglo pasado, a las pinceladas italianas y francesas que impusieron al edificio sus fundadores. Sin embargo, sólo hace falta evitar la didáctica perorata y prestar atención para dar cuenta de las notorias intervenciones de la remodelación.
Ya desde el exterior y a simple vista, se pueden apreciar irregularidades en la que pueden traer severos problemas a futuro. En principio, la fachada sobre la calle Tucumán presenta largas grietas en vertical, que algunas cubren recorridos de cinco a diez metros. Según Parpagnoli, las rajaduras se deben al nuevo sistema de limpieza de la símil piedra. Explica que antes de realizaba en seco, mientras que hoy es hidro-lavado, lo que genera filtraciones hacia el interior del material.
Otro detalle que no pasa desapercibido es la inmensa cantidad de los denominados “fratachazos”: los revestimientos de cemento gris desparramados en las cuatro caras del teatro, que divergen del color original. Sumado a eso, lo más evidente son los caños de libre descarga del desagüe que atraviesan los balcones y sobresalen al menos diez centímetros.
En el interior, la baja iluminación dificulta la inspección. Sin embargo, al levantar la vista en el Salón Dorado, seguramente el más vistoso por su similitud con la Gran Galería del Palacio de Versalles, se pueden observar alrededor de 136 agujeros de 15 centímetros dispersos por el ornamentado cielorraso. “Los hicieron cuando instalaron el nuevo sistema de aire acondicionado.
Pero algo van a tener que hacer, porque quedó mal”, reconoce una de las guías oficiales del Colón. La alteración fue tan notoria, que durante el reconocimiento judicial el juez Scheibler se asombró y preguntó a las autoridades si se iban a disimular.
Alguien que se encargó de documentar y denunciar la intervención agresiva en el edificio histórico fue el arquitecto Fabio Grementieri, especialista en patrimonio histórico y distinguido por su labor en la recuperación de diversos palacios significativos de Buenos Aires. “Contrariamente a lo que sostiene el público en general, funcionarios y magistrados, una obra de conservación y restauración no es materia ‘opinable’. Se debe asentar en estrictos criterios bien establecidos por organismos internacionales como la UNESCO, el ICCROM -Centro Internacional para el Estudio de la Preservación y la Restauración del Patrimonio Cultural- o el ICOMOS -Consejo Internacional de Monumentos y Sitios-. Una incorrecta intervención hace perder valor al bien cultural sobre el que se actúa”, explicó.
El arquitecto acusó diferencias en los colores y las texturas de las fachadas, causadas por remoción de material original y la aplicación de distintas técnicas y productos. Dentro del foyer, remarcó la alteración del tono y brillo que sufrió el estuco por su “agresiva limpieza”, que se contrasta con los mármoles naturales utilizados en los zócalos, barandas y escaleras. Su mayor preocupación se centró en el sistema de refrigeración, cuyos parámetros de temperatura y humedad, asegura, no fueron calculados para la conservación de las pinturas decorativas, los dorados y vitrales.
En su informe, Grementieri concluyó: “Los criterios de conservación y restauración se encuentran alejados de las recomendaciones internacionales sobre patrimonio cultural inmueble. Las obras aparecen fragmentarias, con falta de coordinación en materia de proyecto y dirección”. La noticia no cayó del todo bien entre sus colegas, y el Consejo Profesional de Arquitectos (CPAU) sancionó a Grementieri por falta de ética. Unos meses después, el organismo premió la Restauración y Puesta en Valor del Colón con el premio SCA CPAU 2010. Un galardón un tanto polémico, ya que varios miembros del Jurado participaron en las obras del coliseo, y porque el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chaín, es Consejero Titular de CPAU.
¿Quién debió hacerse cargo del control y la supervisión de los procesos licitatorios y la
restauración? Ni más ni menos que la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Un ente depende de la Secretaría de Cultura de la Nación, y que se encarga de aprobar las refacciones que se realizan en el teatro. La década pasada autorizó el MasterPlan, que comprendía 14 mil metros cuadrados de superficie, pero no consta en actas que haya firmado la proyección impulsada por Macri, que amplió las obras a los 58 mil metros cuadrados que tiene el anfiteatro.
El hermetismo dentro del organismo dificulta el acceso a la información. En su Directorio, reaparecen dos figuras conocidas en los pasillos del Colón: Teresa de Anchorena e Inés Urdapilleta, las mismas ex legisladoras porteñas que impulsaron la creación del Ente Autárquico (Ver Recuadro: El Ente). La segunda, también Directora Vocal del coliseo. A la fecha, según los números de las licitaciones publicadas, el dinero porteño invertido en la restauración ronda los 120-150 millones de dólares, y aún se desconoce su fecha de conclusión. “El MasterPlan salió 400 por ciento más de lo pensado porque se lo robaron varias veces, sin hacer nada. Años estuvo el teatro ‘en obra’ y no pasaba nada”, concluye un músico de la Filarmónica.
Las firmas que se reparten la mayor parte de las obras son Dycasa, SYASA, Riva Construcciones y la española Grupo San José. A su vez, más de medio centenar de arquitectos trabajaron para el nuevo teatro. Reclinado sobre su silla, el abogado Alanis desliza: “Como existe la gran familia de abogados, también está la de los arquitectos, y muchos de ellos integran la Comisión Nacional”.
Tras reiterados intentos a lo largo de meses, las Jefaturas de Prensa del ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, y del Ente Autárquico se negaron a responder acerca del conflicto actual. Sobreprecios, obras innecesarias, imprudencia en el cuidado de bienes históricos y el futuro de los trabajadores, serán algunos de los puntos que tendrá que resolver la Justicia en los próximos meses. Mientras tanto, continúa el desangre del Teatro Colón.
Recuadro 1: Un teatro de Producción Impropia
No pudo ser un mejor día para conocer el Taller La Nube. Un viernes por la mañana, soleado y de brisa primaveral. Ubicado en Maure al 3600, en Chacarita, uno supone fácil su reconocimiento visual. Sin embargo, de no ser por la entrevistada hubiese sido imposible encontrarlo. Un enorme frente metálico azul, sin identificación y con un “toque timbre” pintado en amarillo te da la bienvenida. Aviso innecesario, ya que la pequeña puertecilla de ingreso permanece abierta durante toda la jornada de trabajo.
Este galpón de unos 2500 metros cuadrados albergó, durante año y medio, una parte del patrimonio histórico que se trasladó a comienzos de 2009. Hoy, confluyen en su interior más de 250 técnicos del coliseo. María Sara Tonazzi cumple 26 años como escenógrafa del Colón. De pelo canoso y corte carré, la trabajadora aqueja dolor de ciática, lo que determina el paso lento que toma el recorrido. “Cuando trabajábamos en el teatro, cada uno tenía su espacio. Ahora siete de las 17 áreas estamos amontonadas acá, en una superficie cinco veces menor a la que teníamos, y en pésimas condiciones laborales”, indica.
La conversación se pierde entre el ruido de las amoladoras de corte de hierro, y las sierras eléctricas que en la otra punta del predio dan forma a la madera. El suelo está cubierto de una capa mezcla de viruta de telgopor, de acrílico y aserrín. Sobre la pared, una planta florece desde el interior de un tablero de enchufes. A pocos metros aparece un cartel que advierte el uso obligatorio de auriculares. “Yo no los uso, porque nunca lo hice y no deberíamos hacerlo. Una vez me vestí con todas las protecciones y no me podía mover”, confiesa Tonazzi. A simple vista, en La Nube cada taller no sólo debe protegerse siguiendo los parámetros que impone su tarea, sino que se ve obligado a velar por las demás.
Cruzando el pasillo de Herrería, dos hombres manipulan una máquina de corte. Uno de ellos interrumpe la labor y se acerca a saludar. “Es aberrante la condición laboral. Todos deberían venir a mirar cómo laburamos. En invierno te congelás y en verano te morís de calor”, dice, señalando con su índice al techo de chapa y aislante. Es Eduardo “Pochi” Amado, uno de los herreros más extrovertidos que hace tres años trabaja fuera del edificio histórico. El fuerte olor que desprende el polvillo de metal hace insostenible la charla. Tonazzi se tapa la cara y empieza a toser, hace un tiempo que tiene problemas respiratorios. Es momento de irse.
La dura escena se condice con aquellas sinceras palabras con las que el director del Ente
Autárquico, Pedro García Caffi, describió La Nube ante la Legislatura porteña: “Hubo que poner lo que había, de la manera que se podía. Las condiciones están lejos de ser las ideales”. Claudia Vega es la encargada del área Pintura teatral. En el reducido espacio que les fue asignado, una docena de personas elaboran las artesanías que se usan en las obras. De espaldas a ellos, una estantería repleta de latas de thinner, aguarrás, tintas vinílicas, barnices y demás materiales inflamables. “Se hace imposible trabajar. En el teatro estábamos en el cuarto piso y teníamos cuatro extractores. Ahora pintamos con soplete y contaminamos todos los talleres, y las máquinas que cortan la madera nos tiran el aserrín a nosotros”, comenta.
El Colón es reconocido a nivel mundial por su destacada producción propia. En los últimos años se empezó a reemplazar la elaboración nacional por extranjera, tanto que de la nueva temporada sólo tres de los ocho títulos se harán puertas adentro. El tipo de cambio desfavorable aumenta el gasto y, según los escenotécnicos, el nivel de lo que se importa no está a la altura de lo que históricamente se vio en el coliseo. Vega, que cumple 20 años en su sector, amplía: “La calidad de las obras alquiladas a Chile y Brasil fue malísima. Las tuvimos que retocar, pintar y rearmar para la puesta en escena. Y después volvieron a su país con el valor agregado de nuestro trabajo”. Con las manos sobre su cintura y un gesto de angustia, desconoce cuál será su futuro en el teatro. Su taller, como la gran mayoría de los que conviven en La Nube, aún no tiene un lugar asignado en el edificio histórico.
Recuadro 2: El pasado de García Caffi
¿Quién es el actual Director del coliseo lírico más importante del país? Surgido como cantante popular en el cuarteto Zupay, tuteló en 1997 la Camerata Bariloche y fue manager durante cuatro años de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. A fines de 1999 asumió la Dirección del Teatro Argentino de La Plata, a pedido de su hermano Eduardo Emanuel, entonces titular de la Cultura bonaerense durante la gobernación de Carlos Ruckauf.
A fines de 2001, se hizo pública una denuncia por triangulación de fondos del teatro a su cuenta personal. La auditoría se topó con una "liquidación de horas extras por cantidades significativas en los meses en que hubo receso en la programación artística", y halló extracciones de 327.400 pesos de una caja de ahorro cuyo titular era García Caffi.
María Rosa Hourbeigt forma parte del coliseo platense y rememoró aquel ‘oscuro’ pasado: “En aquel entonces los abonados fueron estafados, ya que levanto la temporada 2001 en agosto y no devolvió el dinero. Tampoco escuchó los reclamos de todo el personal del teatro que pedía trabajar, que pedía que los talleres no siguieran inactivos, que denunciaba su forma autoritaria de manejar las cosas”.
Las acusaciones verbales de García Caffi con el personal del anfiteatro devinieron en juicios por calumnias e injurias en su contra que la Justicia los dio por probados pero los las justificó porque se “realizaron en el marco de un conflicto gremial”. En enero de 2002, Caffi dejó el cargo. Siete años más tarde, fue llamado por el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, para asumir el Ente Autárquico del teatro Colón.
Recuadro 3: Gran Hermano
Recorrer el Colón y detenerse unos largos minutos frente a una escultura es un goce que una mirada anciana puede disfrutar. El impactante mármol "El Secreto", de Gustav Eberlein, dejó de ser un enigma desafiante para convertirse en un adorno de tránsito. Tanto en sus ingresos por las calles Cerrito, Tucumán o Libertad, como en el interior de los ambientes y salas, decenas de hombres de seguridad privada vigilan cada metro del coliseo.
Máximo Parpagnoli es fotógrafo del teatro desde 1984. Tiene una vasta trayectoria de muestras individuales y hoy tiene una exhibición permanente en la galería Saatchi Gallery de Londres. Pero se lo conoce como uno de los “ocho”, por haber sido sumariado y enjuiciado por 64 millones de pesos. De jeans, remera, pelo castaño y con sus característicos anteojos ovalados de tono oscuro, la figura gremial más representativa de sus colegas camina hacia el Petit Colón Café, a una cuadra del coliseo, para dar marcha a la entrevista. “Se vive un estado prácticamente policial dentro del teatro, con cámaras que no sólo controlan el ingreso y egreso de gente, sino que están en tu propio lugar de trabajo: en los pasillos de los talleres, de los vestuarios; en los subsuelos; en las salas de ensayo. Y tienen una sala de control, con una cantidad absurda de monitores por donde ven con quién te juntas, qué hacer y por qué sector andás”, relata.
La firma privada a cargo de la custodia del edificio es PROSEGUR S.A. La licitación del Servicio de Seguridad y Vigilancia Electrónica se lanzó el 30 de marzo de 2010 y la instalación del equipamiento técnico costó 9.120.000 millones de pesos. “Crear y producir arte es algo que requiere concentración, profesionalismo y dedicación, y en este ambiente se hace prácticamente imposible”, concluye Parpagnoli. A la mesa se suma Ricardo Ochoa, tenor del Coro Estable del Colón y distinguido por el Senado de la Nación por su trayectoria artística. De acento cuyano, pelo y barba platinada, el sanjuanino es otro que integra el grupo de los “ocho”.
El diálogo formal deriva en tertulia. Ambos recuerdan las veces en que García Caffi y Macri los tildaron de “piqueteros”, “acosadores culturales”, “terroristas psicológicos” y “cuasi mafiosos”.
Miran sus respectivos cafés y desprenden una mueca de indignación. “Hay mucha gente
psicológicamente muy comprometida. Con las presiones, los despidos y las cartas de cesantía, la verdad que no te dan ganas de nada”, confiesa Ochoa.
A los pocos días llegó la noticia de que Patricia Silvia Pérez, integrante desde 1992 de la Orquesta Estable, había sido internada por una recaída en su estado de salud a raíz de una enfermedad que llevaba a cuestas desde hacía ya un tiempo. La violinista integraba la nómina de los “ocho”, y según sus colegas, el entorno hostil la había desmejorado. La artista falleció el 22 de noviembre, día de la Música, en el Sanatorio Dr. Julio Méndez. “Nunca dudó, ni siquiera un instante, en poner el cuerpo para defender a sus compañeros de trabajo, pelear por sus derechos y enfrentarse a la injusticia, aquella injusticia que la sublevaba y enardecía, aquella injusticia de los infames que la persiguieron y acosaron hasta último momento”, recordaron sus compañeros.
Recuadro 4: El Ente
La génesis del conflicto laboral en el teatro Colón se podría datar en el Congreso porteño, con la sanción de la Autarquía. En ese entonces, los trabajadores pertenecientes a la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) se pronunciaron de forma rotunda en contra del proyecto de ley impulsado por el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. La idea era centralizar la toma de decisiones y el manejo de las finanzas del coliseo en un Director, que respondería exclusivamente al jefe de Gobierno de turno.
En ese entonces, Patricia Walsh era diputada porteña por Izquierda Unida. Café de por medio en un bar de Palermo, comenta que la Autarquía fue un combo político que arregló el PRO con un sector del Partido Justicialista porteño, dirigido por la entonces presidente de la Comisión de Cultura, Inés Urdapilleta. “De las 60 bancas, el macrismo tenía 24. Su bloque, sumada Teresa de Anchorena (Coalición Cívica), le dio los votos para aprobar el proyecto, mientras que ella uso su cargo para poner el proyecto en el temario. A cambio, le dieron un puesto en el Directorio del Colón”, revela la hoy integrante de Proyecto Sur.
El 11 de septiembre de 2008 se sancionó la Autarquía, que dio luz verde a la adecuación de la planta laboral. Más precisamente el artículo 13, que otorga al Director General el poder de elaborar el Estatuto del Personal del anfiteatro, pero también "nombrar, promover, sancionar y remover al personal del Ente"(art. 10). En febrero del año siguiente, el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, designó para el cargo a Pedro Pablo García Caffi, hombre de su confianza. De esta forma, comenzó la nueva etapa de restructuración del Colón.
Al finalizar su periodo en la Cámara, Urdapilleta fue nombrada Directora Vocal del teatro. Por su parte, Teresa de Anchorena pasó al Directorio de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, organismo responsable de aprobar los pliegos licitatorios de las obras del coliseo.
Recuadro 5: Cronología de un conflicto laboral
A poco de asumir la Dirección del Colón y en sintonía con su pasado en la ciudad platense (Ver Recuadro: El pasado de García Caffi), el flamante regente dio inició a las reformas orgánicas y administrativas que comprendieron: la reducción de personal artístico, técnico y administrativo (Resolución 7-1224); el traslado de 92 contratados de empleo público al área de salud; el traslado de 138 artistas y técnicos al Registro de Agentes en Disponibilidad (Resolución 758); la disolución de once áreas (tanto artísticas como también talleres de producción y administración); intimaciones a jubilación a más de 180 empleados, por régimen de insalubridad o por haber cumplido 65 años de edad.
En aquel entonces, las medidas tomadas por el Ente fueron detenidas a través que un recurso de amparo presentado por los trabajadores ante Cámara en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la CABA (Expediente 34102/0 CAyT). El escrito sumó la adhesión de unos 370 empleados, del total estimado en 960.
En agosto de 2010, el conflicto se agravó a partir de una huelga de artistas y técnicos que juntó más de 400 trabajadores y en la que se pedía, entre otros reclamos, una recomposición salarial del 40% y el mejoramiento de las condiciones laborales. En respuesta, la jefatura de Gobierno porteño inició una demanda de 55 millones de pesos con pedido de inhibición de bienes contra ocho trabajadores. Demanda que, de hecho, luego ascendió a 64 millones, por las pérdidas que habrían generado las medidas de fuerza. “Por los 8 millones de pesos que nos hicieron perder al erario de la Ciudad de Buenos Aires parando todas las funciones que pararon. (…) suspendieron óperas y el concierto de la Filarmónica”, explicó García Caffi ante la Legislatura el pasado 12 de
octubre.
Por otra parte, se realizaron 25 sumarios administrativos, ocho de ellos con dictamen de cesantía, y un descuento de más de 45 días de haberes contra un grupo no menor de 200 empleados. “No existe precedente jurisprudencial alguno en la Argentina en el que se pretenda responsabilizar a los trabajadores por los daños que ocasiona un derecho constitucional como la huelga. Así se sustenta la ilegalidad de este Gobierno”, señala Sebastian Alanis, abogado del personal del Teatro Colón.
Con el tiempo y en plena campaña electoral por la Jefatura de la CABA, el Gobierno desistió con el juicio millonario, pero siguió adelante con las cesantías. Menos de un mes después de la reelección de Macri, el 26 de agosto la Justicia porteña (Sala 2 de la Cámara de Apelaciones CAyT) revocó las sentencias favorables a los trabajadores y dio fin al amparo que había frenado las reformas orgánicas de 2009.