Viajar en el AMBA: negocios millonarios para algunos y mal servicio para millones
13.5.2023
Por Nahuel González
El tiempo, la salud e incluso nuestras vidas dependen de un sistema de transporte que se encuentra disociado de las necesidades de aquellos que padecemos la odisea de trasladarnos día a día desde nuestras casas y barrios a nuestros trabajos y lugares de estudio. En esta nota, abordaremos las repercusiones que tienen en nuestra salud las condiciones en las que viajamos, además de hablar con aquellos que hacen que el transporte funcione en busca de una respuesta a la pregunta de quiénes son responsables de esta situación.
El tiempo y la salud en juego
Viajar, movernos de un punto a otro en busca de concretar una necesidad, sea para trabajar, estudiar o por ocio, podría ser mucho más rápido de lo que nos imaginamos. Sin embargo, el aumento del tiempo de viaje es uno de los principales impactos negativos que atraviesa hoy el transporte público. Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo publicada en octubre de 2022, una persona en el AMBA pierde más de medio mes por año viajando a su trabajo, si se cuenta que por día viaja aproximadamente 3 horas. Si a esto le sumamos las condiciones incómodas y el hacinamiento en los que viajamos, el alto nivel de estrés y cansancio es un resultado asegurado para los usuarios. Esta situación también es particularmente agotadora para conductores y trabajadores del transporte público.
Esto relata Germán, trabajador de la empresa de colectivos Constituyentes: “El trabajo de chofer es muy desgastante y agotador. El 60% de los choferes de colectivos tenemos problemas de salud: enfermedades cardiovasculares, en la columna, diabetes e hipertensión. Es por eso que muchos compañeros se mueren durante los primeros 5 años después de jubilarse. Una parte importante no llegan a jubilarse, ya que mueren antes de los 55 años. El estrés lleva a que muchos quieran terminar con su vida: el año pasado se suicidaron dos compañeros muy jóvenes. Los horarios rotativos y jornadas que a veces superan las 9 o 10 horas en medio del tránsito empeoran esta situación; además de realizar el trabajo de conductor realizamos también el trabajo de guarda. Todo esto afecta la calidad de nuestras vidas”.
Otro ejemplo extremo de esta situación es la que viven los trabajadores de Metrovías, que vienen denunciando la presencia de asbesto en los vagones, un material cancerígeno que se cobró la vida de al menos 3 trabajadores del subterráneo. “Todo esto, como ya lo denunciamos, es una verdadera actitud criminal que demuestra la política de la empresa Emova, avalada por SBASE, de privilegiar sus ganancias por sobre la seguridad y la salud de quienes trabajamos o viajamos en el subte de Buenos Aires. Llamamos a los usuarios, a las organizaciones ambientales y de derechos humanos a sumarse a la lucha de las y los trabajadores del subte para que se retire el asbesto cancerígeno del subte y advertimos de la posibilidad de medidas de fuerza en defensa de nuestras vidas”, advirtió Claudio Dellecarbonara, delegado de la línea B, días antes de comenzar una serie de medidas de fuerza para enfrentar el plan criminal de la empresa.
En el ferrocarril también hay denuncias: los trabajadores del sector Vía y obras de la línea Mitre relataron a este diario que por las enfermedades que surgen de las propias condiciones de trabajo muchos compañeros fallecen antes de poder jubilarse. “Hace diez años que trabajo en este sector y nunca pudimos festejar la jubilación de un compañero, todos se nos van antes de tiempo. El pedido que hacemos es que se considere trabajo insalubre y lograr la reducción de la jornada laboral junto con la rebaja en la edad jubilatoria”, comenta uno de ellos.
La situación de estrés y malas condiciones deriva en un enfrentamiento constante entre usuarios y trabajadores del transporte como choferes o trabajadores de evasión en el ferrocarril y subte, que aparecen como la cara visible de un sistema de transporte en el cual no tienen poder de decisión.
La sed de ganancias de las empresas de transporte llevó a que cerca de las ocho de la mañana del 22 de febrero un tren perteneciente a la concesionaria TBA, de los hermanos Cirigliano, impactara contra el parachoques del andén en la plataforma n°2 de la estación de Once, 51 personas murieron en lo que fue una de las peores tragedias evitables de nuestro país, un verdadero crimen social. Aunque parte de los responsables políticos y civiles de este hecho hayan sido juzgados, el sistema sigue estando al servicio de unos pocos ¿Pero ¿quiénes son los responsables de todo esto?
El transporte como un negocio
El sistema de transporte en Argentina funciona, en su mayoría, a través de la concesión de servicios a operadores privados que tienen como principal objetivo maximizar sus ganancias. Esto explica por qué buscan reducir costos, no invertir en infraestructura y brindar servicios de baja calidad. Mientras que los políticos del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, en campaña electoral, se llenan la boca hablando de los derechos de la población, sus funcionarios responden a estos intereses que van en contra de mejorar los servicios.
La planificación de los servicios en manos de estos operadores no soluciona el problema de la movilidad, sino que beneficia a pequeños sectores que utilizan los subsidios estatales para aumentar sus ganancias. Esto se ha demostrado, por ejemplo, con casos como el de DOTA, que en 2019 recaudó más de 2 millones de pesos por coche y recibió más de 3 millones 150 mil pesos en subsidios por coche. En el mismo año, generó más de $6.800 millones por la venta anual de boletos y recibió una compensación de más de $10.600 millones del Estado por los mismos. ¿Dónde va esa plata? Quizás el expresidente de la Cámara Patronal de Transporte Automotor de Pasajeros, Héctor Pfening, y su colección de autos de lujo lo sepan.
Las medidas de lock out patronal cada vez más recurrentes que llevan adelante las cinco cámaras empresariales de transporte urbano, afectando a millones de pasajeros, muestran la verdadera cara de quienes manejan estos servicios. De manera extorsiva buscan aumentar sus ganancias exigiendo mayores subsidios y aumento en las tarifas de los boletos, a pesar de que cada una de ellas recibe más de 30 mil millones de pesos por mes, sin ningún tipo de control.
En el ferrocarril vienen amagando con el impulso de un proyecto de “ley de reparación histórica de los ferrocarriles” para desarrollar un plan de inversión a diez años, del que aún se desconocen detalles. Pero se puede prever un problema: si quienes tienen que llevar adelante la planificación y decisión son los mismos funcionarios y empresarios que año a año utilizan las vías e instalaciones del ferrocarril, destruyéndolas y permitiendo que las empresas de carga utilicen la red vial sin realizar las inversiones necesarias para su mantenimiento, el futuro parece muy previsible: el sistema de transporte seguirá en declive.
Toda esta realidad impuesta por los monopolios del transporte cuenta con la complicidad de las direcciones sindicales de los principales gremios del transporte aglutinadas en la CATT (Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte) y UGAT (Unión General de Asociaciones Trabajadores del Transporte), que no solo vienen pulverizando el salario de los trabajadores, sino que además avanzan en la conformación de nuevos convenios de trabajos que buscan avanzar sobre los derechos de sus afiliados, como la polifuncionalidad o el artículo 245 que permite perseguir y despedir a choferes con total impunidad.
Organización y lucha
La importancia de construir una fuerza que luche por recuperar los sindicatos no puede subestimarse en este camino hacia un sistema de transporte público justo y de calidad. Si detrás de las condiciones en las que millones de personas viajan y otros miles trabajan, se encuentra la complicidad entre funcionarios, políticos y burócratas sindicales que buscan acabar con toda forma de organización independiente de los gobiernos y las empresas. La bronca por las condiciones cada vez más inhumanas de trabajo y la autoorganización para enfrentar estos ataques también tiene expresiones concretas.
Los trabajadores del subte no solo están luchando contra la existencia de asbesto cancerígeno en las formaciones, también buscan conquistar una nueva jornada laboral que incluya dos días libres semanales para poder vivir mejor: ellas y ellos marcan hoy un camino que es necesario seguir de cerca. Los trabajadores de las empresas de colectivos han protagonizado enormes luchas en los últimos años contra el ajuste salarial, así como también exigiendo justicia por la muerte de sus compañeros, como en el caso de David Ramallo, y luchando por conquistar una jornada laboral de 6 horas y 5 días de trabajo. En el ferrocarril, el surgimiento de corrientes opositoras a la burocracia de Sassia de la Unión Ferroviaria como la Agrupación Naranja Ferroviaria ha impulsado con fuerza la lucha contra la precarización laboral y busca unir a trabajadores efectivos y tercerizados.
Construir fuertes agrupaciones en cada lugar de trabajo se vuelve entonces una tarea fundamental para conquistar un sistema de transporte público justo y de calidad. Estas agrupaciones no solo buscarán conquistar mejores condiciones laborales, sino que también propondrán soluciones a los problemas del transporte público junto con los usuarios, luchando por un transporte al servicio de las y los trabajadores.