12.2.2016
Comunicado de prensa
Sin igualdad de género no hay justicia social
Desde el Área de Géneros ATE Capital manifestamos nuestra solidaridad con las/os 20 trabajadoras/es que el lunes 1 de febrero fueron despedidas/os del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, lo cual constituye más de un tercio del equipo y se dan en el marco de 113 despidos del Ministerio de Salud.
Al igual que en cada uno de los despidos impunes y en masa que está llevando adelante el Gobierno Nacional, detrás del puesto de trabajo que se pierde hay personas en la calle y un derecho que deja de garantizarse para el conjunto del pueblo.
El Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable (PNSSyPR) fue creado en 2003, por la ley 25.673 la cual a su vez había sido sancionada por el Congreso un año antes. Esta ley, fue el resultado de la movilización y el activismo del movimiento de mujeres, llevó veinte años de democracia lograrla y más tiempo en aplicarse.
El PNSSyPR, que es ley, que es derecho y que es conquista histórica para la igualdad y para la libertad de nuestras sexualidades e identidades, incorporó a la política sanitaria los derechos sexuales y reproductivos e implica una gestión especializada para dar cumplimiento a cinco leyes nacionales:
– Ley 25.673 de creación de PNSSyPR
– Ley 26.130 de Anticoncepción Quirúrgica
– Ley 26.485 de Protección Integral contra la violencia hacia las mujeres
– Ley 26.743 de Identidad de Género
– Ley 26.862 de Fertilidad
Claro está que el Programa es política pública y bandera en su letra y acción de la igualdad de oportunidades y acceso a la hora de cuidarnos, a la hora de elegir y disfrutar nuestras sexualidades. El programa garantiza los derechos sexuales y los derechos sexuales son derechos humanos. Con el desguace del PNSSyPR, una vez más en estos 50 días de Gobierno queda en evidencia que las oportunidades serán sólo para unos pocos dejando afuera a las mayorías populares.
Es la política de la gente afuera, de las identidades obturadas, de dignidades quebradas, acusadas, encarceladas. De las de ayer, de las de hoy. "Reestructurar, reorganizar, modernizar, limpiar", son los nombres que los trabajadores y las trabajadoras conocemos bien. La historia da cuenta del drama cuando ésas fueron las palabras que la tramaban.
En materia de política de géneros, la Ciudad de Buenos Aires hace 8 años que es ejemplo de recorte, exclusión y retroceso. La resistencia a la reglamentación y aplicación del aborto no punible, el no cumplimiento de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral (la cual establece la obligatoriedad de la educación sexual en todos los nivel de la educación pública y privada a lo largo y ancho del país), el vaciamiento de la política pública en la Dirección de la Mujer, la nula tarea en la promoción de derechos y de construcción de relaciones democráticas y de empoderamiento de las mujeres, -sólo por mencionar algunos ejes- constituyen el anuncio de lo que va venir y ya es en el Estado Nacional.
En esta misma lógica (que es ideológica) los Centros de Salud Sexual y (no) Reproductiva de la Dirección de Juventud de la Ciudad en este último mes también atraviesan por un momento de desmantelamiento y recorte que tiene en su mayor expresión varios despidos de trabajadores y trabajadoras.
El organigrama de derechos y necesidades de un pueblo conlleva casilleros múltiples y siempre inacabados, pero con este esquema que en campaña bajo el lema de la revolución de la alegría prometió cambiar, no cabe duda que el plan es reducción y exterminio. Cualquier estructura que esboce igualdad, distribución, justicia social, está en la mira, y son las mayorías populares las primeras afectadas; y, desde una perspectiva que reconoce la desigualdad de género, las mujeres y todas aquellas identidades que se corran de la norma dentro de esas mayorías populares, serán las más afectadas.
Cuando se desmantelan programas como éste, cuando despiden un compañero o una compañera que sostiene políticas de Estado igualitarias y de inclusión, se instaura lo contrario: desigualdad y exclusión.
Habrá entonces una piba menos cuando no acceda a la pastilla del día después, un pibe menos aprendiendo que él es tan responsable como cualquiera del cuidado y de evitar embarazos no deseados; una mujer menos, cuando no pueda realizarse al aborto no punible y una mujer menos protagonista del cómo, cuándo y con quién vivir su sexualidad.
Habrá una mujer menos, cada vez que ser madre no sea elegido y su sexualidad se reduzca al mandato. Serán muchas identidades menos cada vez que no se pueda elegir quién se quiere ser y la ley de identidad de género caiga en letra muerta, y será un derecho menos si la fertilización asistida no es para todos y todas.
Serán infinitas posibilidades del goce menos cada vez que el acceso a la salud sexual y (no) reproductiva se reduzca, y serán las relaciones de violencia y descuido lo que abunde, si la información, la promoción, la posibilidad y la construcción de relaciones libres e igualitarias no son política de Estado y si no asumimos como sociedad esa responsabilidad.
Cada vez que se incumplan y avasallen leyes y conquistas, son nuestras vidas dignificadas las que se juegan, y es la democracia la que no será.
Todos los días y a cada rato, Ni Una Menos.
Basta de despidos
No al desmantelamiento del Programa Nacional de Salud Sexual
Área de Géneros ATE Capital