5.8.2017
Por Javier Tucci
El Museo Casa “Carlos Gardel”, ubicado en Jean Jaurés 735 del barrio del Abasto, casa que compró Gardel en 1927 y en la que vivió junto a su madre Doña Berta, reabrió sus puertas en junio pasado pese a las marchas que el gobierno de la ciudad tuvo en su contra por remodelar, por no decir eliminar, la fachada original y talleres que allí se dictaban.
Para el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cultura significa levantar un par de estatuas de actores en calle Corrientes o de Mafalda e Isidoro Cañones en San Telmo. La cultura popular se la llevó a marzo o, mejor dicho, la tiene previa sin poder sacársela de encima. Y por más que insista en sacar un buen puntaje, no está en su ADN ningún acercamiento a la cultura real que respiran y transpiran los cien barrios porteños. Un ejemplo de ello es la burda y grotesca remodelación que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta llevó adelante en la antigua casa donde el zorzal criollo vivió los últimos años de vida.
Si la persona que está leyendo esta nota ve el antes y el después del inmueble, haya o no votado por el cambio, quedará anonadada al instante. No sólo la fachada externa fue cambiada, sino que la galería y cada uno de sus ambientes internos. Pero lo que más shockea es el patio, donde se levantó el piso y sus mosaicos originales dando paso a paredes coquetas pintadas de blanco con mucha dicroica decorativa para el turista. Si vas por ahí no te confundas, no es la sala de espera a consultorios odontológicos privados, estás en la casa de Carlitos.
En una nota publicada por La Naciónel director de Museos, Patrimonio y Casco Histórico de la Ciudad, Guillermo Alonso, decía que "los procesos de investigación del acervo es lo que a la larga prevalece". La tribuna de Mitre continuaba con una cita indirecta exponiendo que su área se abocará con énfasis en que cada uno de los 11 museos porteños se dedique a investigar y a publicar estudios sobre las obras que atesora y a rever sus modos de exhibir sus joyas para que sean cada vez más atractivas para el público.
Habría que preguntarle a Alonso qué significa para él que prevalezca la investigación del acervo, algo que sólo comunicó pero muy poco se condice con la realidad palpable. Porque no ha conservado ni respetado la historia de uno de los mayores artistas de la cultura popular argentina. Sigamos…
Al visitar la Casa Museo lo que más impacta no son los films, fotos, objetos o grabaciones del Morocho del Abasto, sino la desilusión y consternación de algunos de sus trabajadores -a quienes hacen esconder el libro de quejas-, de los cuales no vamos a dar nombres por temor a represalias en épocas de despidos. Lo que sí diremos es que encontramos a personas que comunicaron que allí, hasta no hace mucho tiempo, funcionaban talleres de tango y fileteado porteño. Pero el acervo cultural parece realmente no importarle al señor Alonso, ni al ministro de cultura, Ángel Mahler, ni a la Subsecretaria de Patrimonio Cultural, Viviana Cantoni y por supuesto al Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.
De Ibarra a Cambiemos y su demodé de la cultura
La Casa Museo fue inaugurada como tal el 4 de marzo de 2003 por el ex Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, época que coincide con los coletazos que todavía aportaba la crisis que se desató hacia finales de los años ’90 y la debacle económica y social que sufrió este país hacia el 2001. Pero ningún proceso neoliberal se interpuso a aquel intendente, porque logró que la Ciudad de Buenos Aires no entrara en default como sí lo hizo Argentina.
Desde aquel modelo en épocas de hecatombe Ibarra apostó a una Buenos Aires igualitaria con la implementación y ejecución de diversos programas en las áreas de Salud, Educación, Cultura y Desarrollo Social, la antítesis a lo que viene llevando adelante la “revolución de la alegría” en una década de gestión, que ha aportado recortes presupuestarios en todas las áreas anteriormente mencionadas y sumémosle el vaciamiento de programas y hasta represión: un combo liberal archiconocido en este país.
Batalla Cultural para el día que me quieras
Muchos pensarán que lo que se ha hecho es sinónimo de burrada, de arte insípido o simplemente que les importa un carajo conservar la identidad y el patrimonio cultural e histórico que se da alrededor de una figura tan resonante como la de Gardel, no sólo para el barrio del Abasto, la ciudad de Buenos Aires o la Argentina, sino para el mundo entero.
A los agoreros de esta historia no les va a temblar el pulso a la hora de agregarle al museo un Sturbucks o un expendio de mieles y comidas chetas que te sacan un ojo de la jeta…porque ya lo hicieron en la Usina del Arte con un espacio de la chef Juliana López May. Y no les va a temblar el pulso decíamos porque acá hay un plan sistemático pensado por este gobierno para eliminar la cultura popular, que libera su batalla -que es la in-cultura- en sintonía a una estética y un discurso diseñados desde el silencio de lo blanco y lo moderno de muros y luces que no dicen nada, porque detrás de esta puesta se intenta callar las voces de todo lo que aflore desde las raíces populares. Y, porque después de todo, Gardel fue un morocho del Abasto y no un afrancesado de Recoleta.
¿Se imaginan algo parecido en la casa de Beethoven en la ciudad alemana de Bonn, en la del escritor estadounidense Walt Whitman en Huntington (Nueva York) o en el Museo Memorial Mahatma Gandhi, ubicado en Bombay (India)? La respuesta es un rotundo NO. Porque es el origen lo que mantiene viva la esencia del artista.
Será una tarea del gobierno de la ciudad de Buenos Aires recuperar los conceptos estéticos y simbólicos para los barrios, como así también producir políticas públicas inclusivas. Y también será tarea de la resistencia popular cultural de la ciudad (asociaciones vecinales, organizaciones sociales y culturales, etc.), que seguirá apostando a una matriz donde cultura sea sinónimo de pueblo y no de experimentos mobiliarios de una casta que prefiere el abstracto sobre el valor histórico y cultural.
¡Si no lo hiciera, que la ciudadanía se lo demande!
La cultura es un derecho de todxs…no se mata!
“Aún el tiempo no logró
llevar su recuerdo,
borrar las ternuras
que guardan escritas
sus cartas marchitas…
Alma en pena
Intérprete: Carlos Gardel
Letra: Francisco García Jiménez
Música: Anselmo Aieta