1.11.2018
Por Nicolás Romero
A unos trescientos metros del cauce viejo del Riachuelo se encuentra el sitio de excavación arqueológica más antiguo dentro de la ciudad de Buenos Aires. Restos de un asentamiento indígena del siglo XII-XIII, es decir, rastros de una aldea prehispánica y señal de que la vida no empezó en la ciudad con los españoles. “Lo que muestra esto es que no somos hijos de los barcos, acá había gente mucho antes, con su cerámica, con su cultura. Pueblo originario en la ciudad”, dijo Ulises Camino, director de excavación del sitio bautizado La Noria, investigador del Centro de Arqueología Urbana (CAU) y docente de la Unsam.
El sitio arqueológico, que tiene una forma esférica de unos 80 metros de diámetro, está atravesado por un paredón que lo divide en dos. Una parte queda dentro del Parque de la Ribera, a unos trescientos metros del cauce viejo del Riachuelo, y la otra, dentro del área del Autódromo.
Antes de la rectificación del río, el arqueólogo y paleontólogo Carlos Rusconi había hallado algunos fragmentos de lo que podía ser un asentamiento prehispánico. Pero nunca más se excavó. En 2012, Camino retomó el tema para su tesis doctoral, y en 2014 comenzaron de forma sistemática las excavaciones, más de 35 a la fecha.
“Es un sitio prehispánico único en la Capital Federal, y probablemente no se descubran más en la ciudad. Se calcula que data de unos 250 años antes de la llegada de los españoles y de la colonización efectiva de 1586. Y está a unos trescientos metros del relicto del Riachuelo porque la gente o ocupaba lugares donde se inundaba y el Autódromo está en una zona más alta”, contó el arqueólogo, que puso cierto reparo a la hora de nombrar como querandíes a los pobladores.
“Nosotros usamos el término cazadores recolectores pampeanos ceramolíticos. Los cazadores recolectores no solían tener cerámica hasta que aparece la agricultura, es decir hasta que se sedentarizan. En La Pampa, antes de ser sedentarios tenían cerámicas y eso les posibilitaba el hervido, conservar más tiempo el alimento y alimentarse de mejor forma”.
De acuerdo al experto, que tuvieran cerámicas indica que no tenían un grado alto de movilidad, porque al trasladarlas se corre el riesgo de fracturarlas. Los rastros también señalan que era un grupo que cazaba venado de La Pampa. “No hay peces. Vivía de cazar venados, y su actividad estaba más ligada al interior pampeano que al estuario, a diferencia, por ejemplo, de otro grupo de recolectores localizados a la altura de Talar de Pacheco, que estaba vinculado a la pesca. Si bien jamás pescaron, a través del río tenían comercio y obtenían materias primas, como la carneolita, roca roja que viene de lo que hoy es Uruguay, y con las que hacían artefactos”, explicó Camino.
Además de las vasijas, en el sitio se encontraron puntas de flecha, cuentas de collares, fragmentos de mortero, entre otros cientos de elementos que se analizan en el CAU.
En cuanto al proyecto de ley presentado por el Colectivo Ribereño para que se considere el área como patrimonio cultural, sostuvo que es necesario, pero remarcó que debe contemplar “un Centro de Interpretación Arqueológico. Sin un centro interpretativo el lugar no dice nada. Si no se ponen réplicas de objetos y se explica qué es cada cosa, si no se deja un sector de excavación descubierto y sus correspondientes explicaciones, no va a decir nada”, afirmó el arqueólogo, para quien, sin ese centro la transferencia de conocimientos a la comunidad se pierde.
El Riachuelo desconocido | Cómo es el tramo que nunca fue rectificado y se conserva en su forma original
Sobrevivió a la rectificación de 1930, tiene casi un kilómetro y está en la zona sur de la ciudad. Contiene huellas de los primeros asentamientos prehispánicos. Pero está amenazado por la posible instalación de un horno para quemar basura. Proponen crear allí una reserva ambiental e histórica.
En la zona sur de Buenos Aires, en el cruce de la avenida General Paz y la 27 de Febrero, dentro del Parque Ribera Sur, el predio gestionado por la obra social de los Trabajadores de la Ciudad (Obsba) se conserva, por puro empeño de la naturaleza, casi un kilómetro del cauce original del Riachuelo, un curso de agua con sus meandros que sobrevivió a la rectificación que sufrió el río en la década del 30 del siglo pasado. El área emplazada en el barrio Villa Riachuelo, sobre la que corre ese fragmento de memoria hídrica, contiene, además, sitios de excavaciones arqueológicas con huellas de los primeros asentamientos prehispánicos, en los que trabajan el Centro de Arqueología Urbana de la UBA, la Universidad del Museo Social y de la Universidad del País Vasco. Para preservar el Cauce Viejo como espacio de interés ambiental e histórico, el Colectivo Ribereño junto con los legisladores Victoria Montenegro y Javier Andrade, presentó un proyecto de ley para incorporarlo como Patrimonio Cultural de la ciudad y establecer una Mesa de Gestión Asociada del espacio, sobre la que además pende la posible instalación de una planta para quemar basura.
Los ochocientos metros del cauce viejo que sobrevivieron a los rellenos y excavaciones que hizo el Ministerio de Obras Públicas de la Nación (1922/1945) para rectificar el curso del río y reducir las inundaciones por la escasa pendiente que presenta el terreno, dejándolo con la actual fisonomía, se encuentran en el fondo del predio que administra Obsba. Un espacio recreativo con zonas de parrillas, pileta, canchas de tenis y fútbol.
El cauce, que ingresa entubado desde la provincia de Buenos Aires, mantiene un entorno natural, con arboledas y una amplia vegetación que acompañan el recorrido lento del caudal de agua de lo que alguna vez fue un río y ahora es casi un arroyo. Quien se adentre en el parque, que se halla abierto al público para afiliados y no afiliados, podrá ver durante el recorrido el monumento al Almirante Brown (inaugurado en 1965), dos grandes anclas que “amarran” una estructura de piedra semicircular del que se eleva un palo mayor de embarcación, también un reloj de sol y el sitio de excavaciones arqueológicas del siglo XIII, bautizado La Noria, cercano al paredón del Autódromo Manuel Gálvez.
El humedal por donde serpentea el cauce del río, en cuyas orillas la maleza se torna espesa, alberga vegetación típica rioplatense: mucha tala –árbol emblemático de la Ciudad–, caña criolla, espinillos, juncos, y una gran variedad de pájaros. Sin embargo, la flora verde y salvaje que crece a los costados del cauce de agua está, en algunos tramos, podada como si fuera un jardín. Y el hilo de agua, por momentos empantanado por bolsas de nylon y botellas de plástico.
Carlos Gradin, del Colectivo Ribereño, contó que “el lugar está cuidado pero lo trata como si fuera un jardín, y lo que hace falta es un plan de manejo del área para que se desarrolle como espacio natural y se pueda recomponer la vegetación”. Y agregó que “en el agua aparece bastante basura que el curso arrastra al bajar de la provincia. Por eso propusimos medidas para preservar y mejorar el lugar”. “Definirlo como espacio protegido va a permitir difundirlo y señalar que existe el lugar que nadie reconoce como histórico”, agrega, y para ejemplificar señala que “el monumento a Brown no aparece mencionado en casi ninguna parte”.
El proyecto, de este colectivo de caminantes urbanos que se encargan de visibilizar las zonas ribereñas con recorridas y charlas para integrar el río a la ciudad, propone que se declare “al Cauce Viejo del Riachuelo y su entorno, sito en el Parque de la Ribera Sur, Villa Riachuelo, en el polígono conformado por Escalada, Roca, Lisandro de la Torre, la General Paz y la avenida 27 de Febrero”, como parte del patrimonio cultural porteño, en el marco de la Ley N° 1227.
“El Cauce Viejo es uno de los pocos lugares de la ciudad que sobrevivieron casi sin modificaciones y a pocos metros tiene el sitio de investigación arqueológica más antiguo de la ciudad”, explicó Gradin, y señaló que sin embargo “el lugar no está presente como algo relacionado con la historia de la ciudad. Este proyecto de ley es también un disparador para repensar la ciudad y cómo se transformó”. “Los terrenos de la Ribera Sur formaban parte del proyecto del segundo gobierno de Perón para construir un gran Parque Urbanizado, el parque Almirante Brown, que iba a recuperar la zona conocida como los Bañados de Flores para integrar la ciudad con el Riachuelo y del cual el Autódromo formaba parte”, recordó el explorador urbano, que aclaró que las sucesivas administraciones fueron parcelando los terrenos y deshaciendo el plan original.
El proyecto de cinco artículos presentado en la Legislatura también prevé que se declaren como patrimonio cultural los bienes hallados en los sitios arqueológicos, su registro y la creación de la Unidad Técnica de Coordinación Integral de Catálogos, Registros e Inventarios, que tendrá a su cargo conformar una documentación integrada de la información contenida en registros, catálogos, inventarios u otras fuentes documentales referidas al Patrimonio Cultural. Además, establece una Mesa de Gestión Asociada para el Cauce Viejo del Riachuelo, “como instancia de participación abierta y pública ad honorem para la planificación, gestión y monitoreo de las acciones de preservación y salvaguarda de los bienes patrimoniales”. La Mesa de Gestión estará integrada por un representante del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, uno del Ministerio de Cultura, uno de la Comisión de Protección y Uso del Espacio Público de la Legislatura, uno de la Comisión Especial de Patrimonio Arquitectónico y Paisajístico de la Legislatura y por los integrantes de la Junta Comunal de la Comuna 8 (Villa Riachuelo), así como personas, grupos, organizaciones y sindicatos que se consideren necesarias.
Por otra parte, Gradin advirtió que sobre la zona pesa el fantasma de la instalación de una planta de termovalorización de basura, porque cuando este año se aprobó la modificación a la ley de Basura Cero para permitir la quema de desechos, Villa Riachuelo aparecía como uno de los lugares posibles para el emplazamiento de una de las plantas de tratamiento. Y si bien, por ahora, la ley está trabada en la justicia por un amparo de las organizaciones ambientalistas, es una medida que los vecinos del barrio rechazan.
El integrante del colectivo de activistas ribereños contó que va a seguir explorando el lugar y que “la idea es convocar a gente que quiera trabajar con el cauce viejo para crear un espacio que quede como sitio histórico. Ya vinieron observadores de aves (ver aparte) y queremos que un biólogo releve todas las especies nativas”.
Guillermo Spajic, integrante del Club de Observadores de Aves de Palermo (COA Carancho), fue uno de los avistadores de aves que, munido de binoculares y cámara de fotos, participó como invitado del Colectivo en el recorrido por Cauce Viejo. “Fuimos a reconocer el lugar y ver qué encontrábamos. Fue bastante interesante, vimos varias especies, muchas rapaces, que no son tan comunes en el resto de la ciudad. El taguató, o gavilán pollero, que de las rapaces es la menos común, caranchos, chimangos y muchos pajaritos”, pero remarcó que “es una zona que si se restaurara un poco y se hiciera un pequeño trabajo de flora nativa, sacando vegetación exótica, sería mucho mejor porque se diversificarían las especies”, explicó el conservacionista, que visitó también otras reservas urbanas para visibilizar problemas.
Guillermo Gómez | El río y su historia
“Mi bisabuelo nació acá en 1850, el papá de mis bisabuela era querandí”, contó Guillermo Gómez, descendiente de una de las familias más antiguas de Villa Riachuelo, el barrio donde nació, creció y sigue viviendo. A sus 69 años, este integrante del Colectivo Ribereño es quien pone en las caminatas exploradoras por el Cauce Viejo sus recuerdos de infancia y memorias familiares enlazadas con ese territorio alguna vez inhóspito, y quien ata esas imágenes arrancadas al pasado para darles un sentido histórico, porque “todo tiene que ver con todo”, dirá, pero eso será después, avanzada la charla.
Su familia fue una de las primeras en poblar la zona hacia la mitad del siglo XIX. Llegaron a tener chacras, y en los campos de su bisabuelo, según contó que se contaba en la familia, “se instaló el Ejército Grande de Urquiza antes de la batalla de Caseros”, donde derrotó a las tropas de la Confederación de Juan Manuel de Rosas. “Tenían tanta plata que la guardaban en los tarros de leche que enterraron en corrales, pero cuando llegó el ejército era tanta la caballada que les borraron todos los hitos que habían puesto como marcas”, relató que contaba la familia sobre ese dinero que nunca se encontró.
“El papá de mi bisabuelo fue lancero y estuvo en el cruce de los Andes, pero como eran rosistas le sacaron todo”, explicó y como quien va tirando hilos de la urdimbre nacional señaló que “mi bisabuela, Dominga Villarruel, era querandí”. Sabe que puede cifrar en una familia la historia del país.
“Lo que quedó del Riachuelo después de que se rectificó era el lugar donde veníamos a jugar y cazar pajaritos”, recordó y explicó que “el lugar cambió pero se mantiene”.
“El cauce es mucho más angosto, pero conserva los meandros naturales, y lo mismo pasa con la flora y la fauna. Salvo los ciervitos de pantano que podían verse, se conserva la vegetación típica rioplatense. Mucha tala, camambú, alfalfares, cañas criollas”.
Muy cerca del Cauce Viejo trabajó como encargado del antiguo Puente de la Noria –que divide el río en Matanza y Riachuelo– su bisabuelo Hércules Pontiroli, trabajo que continuó el padre de Gómez hasta finales de la década del 40. “Ellos encontraron restos de querandíes en la zona. Cuando esto no existía como parque sino que eran pajonales, una zona agreste, que se parquizó en la época de Illia y que después Cacciatore (el intendente de la dictadura) transformó en el Parque Ribera Sur”.
“Si bien ha cambiado queda el relicto de lo que fue el Riachuelo y tenemos que conservarlo, sacarle la basura y limpiarlo porque el río tiene vida, ha habido tortugas y mojarras”, explicó el activista que no llegó a bañarse en ese parte del cauce, pero que conserva fotos de su madre, su padre y tíos bañándose en ese río, que hoy es otro y el mismo.
“Para mayo el Riachuelo empezaba a crecer, y tenías crecidas que eran naturales para esa época, y cuando crecía, la pucha. Las últimas grandes crecidas fueron en el 65, en el 67, que llegó hasta la avenida Roca y la gente tenía que refugiarse en los altos de Lugano, y en el ‘85, otra tremenda donde sacábamos a la gente en bote del barrio Almirante Brown. Porque el Riachuelo como río de llanura tiene una corriente laminar muy suave, pero cuando se pone loco, agarrate”.
“Esta zona era semirrural hasta el ‘60, acá había vacas y caballos, y prácticamente tomabas la leche al pie de la vaca. Se veía pasar la majada de ovejas que iban al matadero, no las llevaban en camión. O las tropillas de caballos”. De ese mundo desaparecido, Guillermo guarda memoria y recuerdos familiares que desgrana durante las caminatas con el Colectivo, al mismo tiempo que se encarga de recuperar la historia del barrio a través de la Junta Promotora Histórica de Villa Riachuelo.
Durante una de las caminatas por el cauce viejo con el Colectivo, cuando llegaron a un lugar al que denominan el mirador, el cruce entre el Riachuelo rectificado y el natural, decidieron que le tenían que poner un nombre al lugar. “Nos juntamos y votamos ponerle Paso de los Querandíes (ver aparte). Y después las chicas hicieron unas baldosas cerámicas con la flora y el nombre y se pegaron sobre la pared que oficia de contención del cruce”. “Tenés que poner hitos porque si no se va olvidando, si no hay un nexo entre nuestra historia y la comunidad, si la realidad no la mostrás, todo pasa a ser una anécdota con el tiempo”, advirtió con el ánimo docente y verborrágico que lo impulsa.
“Un día estaba caminando en el parque de la Ribera y me crucé con muchos estudiantes frente al monumento a (almirante) Brown, y les pregunté si sabían qué era esa parte del río, y no tenían idea. Ni el maestro sabía. Les fui contando y los pibes demostraban mucho interés y preguntaban todo”, recordó al mismo tiempo que sostuvo que “la tierra te fusiona y los olvidos no son buenos. Hay que hacer que la historia no se pierda y se cuente como debe ser. Ya que tenemos este pedazo de río natural hay que salvarlo, porque el día que esté seco le tiran tierras encima. Y el Riachuelo es un río que se niega a morir”.