3.2.2019
Por La Retaguardia
La disputa es por las calles que van desde Defensa al 1000 hasta el 700. Los propietarios de negocios de antigüedades pretenden que los y la feriantes se vayan. La cooperativa El Adoquín (CTEP) firmó un acuerdo para regularizar a un grupo de feriantes, pero los propios miembros de la cooperativa se opusieron ya que de esa manera les sacarían el puesto de trabajo a otros feriantes que no forman parte de El Adoquín. Entre las personas afectadas está Mónica Alegre, la mamá de Luciano Arruga, que contó acerca del conflicto a Fernando Tebele y Pedro Ramírez Otero, en Radio La Retaguardia. Cuando decir NO a las injusticias se hereda de hijo a madre.
“Hace tres semanas, ya casi va a ser un mes, que no trabajo. Somos 70 feriantes que prácticamente quedamos en la calle por un acuerdo que hizo la cooperativa El Adoquín, que en su momento nos asoció diciendo que dentro de la cooperativa podíamos pelear la legalidad de las calles donde trabajábamos”, comenzó Mónica Alegre explicando el inicio del conflicto. “Hace un mes se llamó a una reunión y se nos dijo que se había legalizado la feria. Fue una alegría muy grande. Se nos legalizaba en la calle Defensa al 700. A esa altura, hay una parte de la feria que está legalizada, se ven los tolditos de la Ciudad de Buenos Aires. Hay otra parte que tiene puestos, pero no están legalizados. Son feriantes, artesanos, que hace 15 0 20 años que están y que la vienen peleando como nosotras para tener la legalización”, contó Mónica y luego detalló: “La legalización que se nos daba era en Defensa al 700. Íbamos a tener un puesto legal, pero a esos feriantes se los iba a sacar de ahí. Hubo un enfrentamiento entre artesanos. Tuvimos que salir y dar la cara para decir que parte de El Adoquín no estamos de acuerdo. Queremos la legalización, no queremos trabajar por izquierda. Somos trabajadores y nos ganamos el mango honestamente. Somos 70 compañeros que quedamos sin cuadra y sin puesto. Estamos haciendo acampes todos los domingos, haciendo el aguante pacífico. Tenemos a la policía que nos amenaza con reprimirnos si tiramos paño”, expresó, intentando resumir una posición ética y solidaria clara. Quieren ser legales, pero no a costa de que otras personas, que llevan en algunos casos mucho más tiempo que algunas de ellas en el lugar, se queden como ilegales en un escenario público de legalización. Durante el programa radial La Retaguardia, también participó Ana, otra feriante que está en la misma situación. “El conflicto está sucediendo. Domingo a domingo nosotros estamos defendiendo nuestro espacio de trabajo, que venimos ocupando hace más de 10, 15 o 20 años según la antigüedad de cada artista, artesano o manualista que haya llegado a la calle Defensa. La feria empezó a crecer desde la Plaza Dorrego hacia la zona de Plaza de Mayo. Las cuadras que están en conflicto en este momento son las calles más antiguas, el 1000, 900, 800 y 700”, señaló Ana y destacó que la imposibilidad de armar la feria también afecta a los negocios cercanos del barrio, como restaurantes, heladerías y otros: “Históricamente, el conflicto siempre fue con los anticuarios y no con los negocios para turistas porque ellos abren sus comercios en base a que los turistas vienen a la feria artesanal. En estos tres o cuatro domingos que venimos en conflicto y no podemos armar la feria, los locales tienen un 60% de baja del consumo ese día. A ellos también los afecta porque la feria atrae mucho turismo”, expresó. El verdadero motivo del conflicto es que los dueños de los negocios de antigüedades pretenden mantener la calle Defensa libre de feriantes para obtener más ventas, incluso a costa de la pérdida del puesto de trabajo de esas otras personas: “El conflicto siempre fue con los anticuarios, gente muy poderosa que por cuestiones más de clase necesitan la calle Defensa ‘limpia’ para hacer sus propios negocios. Son gente que tiene inversiones y su lucro en eso. Hace muchos años que lo sufrimos y lo enfrenamos. Todos esos años se mantuvo la feria mostrando su cultura, su arte, sus artesanías, productos que todas las semanas los artistas y artesanos hacemos con nuestras manos y con mucho amor para poder ofrecer en la feria los domingos. Los anticuarios son revendedores de objetos ya manufacturados”, apuntó Ana.
Patear El adoquín
En el polémico acuerdo firmado por Gabriela Olguín, presidenta de la Cooperativa El Adoquín, al que muchos miembros como Mónica y Ana se opusieron, se convino trasladar a los y las trabajadoras de la cooperativa hacia Defensa al 700, sacando de allí a los feriantes que históricamente ocupan esos lugares de trabajo. Además, se arregló desocupar la calle Defensa al 1000 para el beneficio de los comerciantes de antigüedades: “Este conflicto con los anticuarios lo termina zanjando este acuerdo nefasto que acepta El Adoquín. La solución para resolverle el conflicto a esta gente adinerada es enfrentarnos a los artesanos y trabajadores unos contra otros, aceptando ocupar el lugar de gente que no estaba dentro de la cooperativa. Quieren ocupar ese espacio que por derecho le corresponde a un artesano que está hace 10 años”, se solidarizó Ana, aun pudiendo tener un puesto de trabajo asegurado. Olguín firmó el acuerdo para garantizar la legalidad de la feria, pero artistas y artesanas/os se opusieron rotundamente porque no quisieron “ser legales” sacándole el puesto de trabajo a sus compañeros y compañeras. Según destacó Ana, no hubo una asamblea previa a la firma del acuerdo y se decidió sin consultarles. Ana expresó que seguirán resistiendo en el lugar, defendiendo sus puestos de trabajo: “Estamos luchando en el lugar. No nos vamos a ir. Creemos que es un derecho. No se le puede adjudicar un delito a la venta de arte y artesanías. Esa feria dio inicio a la feria que ocupa ahora el gobierno de la Ciudad del 0 al 600. Tenemos un derecho adquirido. Hace más de 10 años que trabajamos en ese espacio”, cerró la feriante.
En todo estás vos, Luciano
La charla con Mónica Alegre se dio a horas de que se cumplieran los 10 años del secuestro, desaparición forzada y asesinato de Luciano Nahuel Arruga, que fue perseguido por la policía por haber dicho que no a una oferta para robar con zona liberada para la institución. Luciano aparece en cada acción, y también su hermana, Vanesa Orieta. “Es lo que Vanesa siempre dice. Todos los gobiernos se manejan igual, tratando de quebrarnos. Hace 10 años me sacaron un hijo. Hoy, otro gobierno, me sacó mi fuente de trabajo, mi medio de vida. El Estado se maneja así, tratando de sacarte tus herramientas. No somos delincuentes. Somos personas que no queremos trabajar bajo el yugo opresor de un patrón, trabajar 12 horas por dos mangos. Nosotras trabajamos toda la semana, con dedicación y amor, para poder brindar lo mejor que tenemos. Somos artesanos y queremos que se nos reconozca”, indicó Mónica. Por último, contó que estos 10 años que lleva de lucha influyeron mucho en su decisión de defender los puestos de trabajo de los y las feriantes en San Telmo, aun a costa de perder su propio espacio de laburo: “Quizás, aquella Mónica hubiese agarrado ese puesto sin importarle el compañero. Se hubiese fijado en su propio beneficio y nada más. Tuve un buen maestro que me enseñó a luchar por mis derechos y por los derechos de mis semejantes. Ya no miro tan solo mi ombligo sino que miro a mi alrededor. No me gustaría que me lo hagan. Aprendí muchísimo. Tuve un gran maestro: Luciano Nahuel Arruga y tenía 16 años. Me enseño a valorar y respetar la vida”. Y allí va, con la frente alta y el paño en el piso. Es difícil saber qué hubiera pasado sí… pero no es arriesgado suponer que si Luciano estuviera aquí, estaría diciendo “estoy orgulloso de ser el hijo de una negra villera que se negó a trabajar quitándole el trabajo a otro”.