17.3.2019
Por Federico Trofelli
Los testimonios de cuatro artesanos de San Telmo, reprimidos por la Policía de la Ciudad y detenidos el fin de semana pasado, ilustran el recrudecimiento de la política represiva del gobierno porteño en el espacio público.
A una semana de la inusitada represión de la Policía de la Ciudad sobre los feriantes, vecinos y turistas de San Telmo, comienza a hacer efecto la política del gobierno de criminalizar a los trabajadores informales y coartar el derecho a la protesta. En diálogo con cuatro de los 18 detenidos el domingo pasado, que fueron acusados de atentado contra la autoridad, resistencia y lesiones. Todos sostienen que, a partir del miedo por tener esta causa penal sobre sus espaldas, bajarán su exposición, aunque mantendrán el firme reclamo de volver a trabajar en la calle.
La tensión en San Telmo viene en aumento desde hace poco más de dos meses cuando un sector de los feriantes, nucleados en la Cooperativa El Adoquín, que trabajaban sobre la calle Defensa al 800, 900 y 1000, acordó con el gobierno porteño reubicarse en Defensa al 700 y sobre Chile, entre Defensa y Balcarce. Más allá del convenio firmado, un grupo importante de los cooperativistas no aceptó ir a Defensa al 700 porque ya había allí otros feriantes y se plegó al denominado Frente de Artesanxs Unidos, que busca una solución para todos los involucrados.
En San Telmo, a Roberto González todos lo conocen como Pipo. Es un artesano del cuero y desde hace nueve años se instala en Defensa al 900. Tiene 61 años y no los aparenta. Quizá por eso, los agentes de la Policía de la Ciudad le machacaron la cara y el cuerpo a golpes. “Hace dos meses que nos quedamos sin trabajo y empezamos esta lucha. Repartimos panfletos e informamos a la gente. Ese domingo hicimos talleres para mostrar que somos artesanos y no vendemos cosas ilegales”, explica Pipo y argumenta: “Espacio Público interpretó que estábamos vendiendo y mandó a la Policía. Cuando uno hace un taller, lleva sus herramientas, que son caras. Si te llevan mercadería, se puede reponer, pero las herramientas no. Le pusimos el cuerpo, pero eso significa defenderlas, no es que nosotros pegamos.”
“Nos cagaron a patadas. Fui uno de los más perjudicados”, resume González aún con el rostro y la nariz con hematomas. “Me pegaron en la cara, las rodillas, la espalda, tengo marcas en todo el cuerpo”, agrega el hombre, trasladado ese día a la Comisaría 43, de Floresta.
Horas antes de que se cumpla una semana de la represión, Pipo dice que aún no sabe si estará hoy en las calles de San Telmo: “Estuvimos pensando que los que caímos presos no vayamos, pero me parece que deberíamos ir. La verdad es que estamos muy nerviosos. Hay gente, como yo, que vive de esto nada más, y la plata no la tenemos. Es horrible que vengan a apretarte así.”
Juan Ignacio “Nacho” Sartori tiene 34 años y hace casi diez que vende pan relleno por Defensa al 1000, donde ofrece sus productos a feriantes y turistas por igual. “Nos costó mucho hacernos de un lugar y una clientela. Para nosotros, San Telmo es la principal salida económica. Ahora estamos jodidos en serio”, analiza.
“Ese fin de semana el ambiente estaba raro. Había muchos policías, infantería, móviles. De un momento a otro empezaron a detener a compañeros, y se me ocurrió ayudar a uno al que habían detenido violentamente adelante mío. Los policías se me vinieron encima, me pusieron una rodilla en la cabeza y otra en el lomo. Reboté feo contra el piso”, detalla Nacho, y expresa que aún le duele la garganta, a la altura de la mandíbula, porque el agente que lo redujo le metió un dedo hasta que le bajó la presión.
Sartori estuvo alojado en la Alcaidía 8 de Villa Lugano. Dice que hoy irá a San Telmo, pero estará “atento, hay que ver cómo se prepara el terreno. Aunque la otra vez estábamos re tranquilos y la represión la precipitó la policía”.
Raúl David Ambrosio, de 56 años, vive en Rafael Castillo y se considera un “artesano del metal”. Trabaja en la feria hace dos años, en Independencia y Defensa, cuando volvió desde el exterior luego de haber emigrado en los ’80. Durante la Guerra de Malvinas era cabo segundo, y aunque no fue a las islas, estuvo asignado a operaciones en la ESMA. Una vez que terminado el conflicto, pidió la baja y permaneció 35 años fuera del país.
“Nunca había visto una represión tan fuerte contra gente que trabaja. Yo estoy en una feria que se llama San Lorenzo y salí porque una señora estaba llorando. En ese instante, viene un cuatriciclo con un policía atrás pegándole palazos a todo el mundo. Me agarraron del pescuezo, me quedé quieto y por eso no me llegaron a pegar”, señala Raúl, y recuerda cómo el jefe del operativo, Cristian Benítez, “le pegó una patada a un pibe que ya estaba reducido y le rompió toda la boca”.
“El domingo (por hoy) voy a estar acá, en el pasaje San Lorenzo, pero no tan expuesto porque fui detenido, pasé 24 horas en la 43 de Floresta y no quiero que me lleven de nuevo”, concluye.
Las grandiosas esculturas de dragones de Lucas Coronel, de 32 años, que lleva una década en Defensa al 900, se destacan en la feria. “Estamos sufriendo un acoso terrible” explica el joven que pasó esa noche detenido en Floresta e indica que, al igual que sus compañeros, aún no definió qué hará este domingo. Es que “no quiero figurar como reincidente, todo por reclamar laburar. Sólo quiero mostrar lo que hago, vivo de esto”, justifica. Visiblemente compungido, subraya: “No nos puede estar pasando esto. Somos personas, podemos hablar, queremos que nos respeten. El gobierno no nos puede pasar por encima. No nos pueden lastimar así. Es terrible tener que volver a nuestras casas sin un mango y ahora cagados a palos, y explicarles a nuestras familias esto que nos está pasando.”