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Personal de un call center porteño elegía delegados y la Policía entró para amedrentarlos

25.4.2019

La gerencia de Aegis llamó a la fuerza represiva de Rodríguez Larreta con la excusa de que había “amenazas”. La elección se hizo igual y perdió la lista de Armando Cavalieri, el burócrata de Comercio.

La Policía de la Ciudad de Buenos Aires ingresó este jueves por la fuerza a un call center para amedrentar a sus trabajadores. Se trata de la empresa de contactos telefónicos Aegis.

La arremetida policial, con la excusa de atender a un llamado sobre un supuesto hecho de “amenazas”, se produjo “en momentos en los que los empleados se preparaban para elegir a sus representantes sindicales”.

“A raíz de una supuesta denuncia de amenazas, los efectivos de la fuerza policial que comanda Horacio Rodríguez Larreta ingresaron al call center y amedrentaron a quienes estaban realizando el acto eleccionario”, agrega Infogremiales.

La empresa es una de las más importantes en el rubro de servicios telefónicos y los trabajadores culpan a la patronal de haber montado esta maniobra, en connivencia con el Gobierno porteño, para intentar evitar que los trabajadores voten a sus delegados. Pero, según se informó, le artilugio no logró su objetivo.

“A pesar de todos esos impedimentos, con buena participación del padrón, se eligieron representantes y la Lista 1, opositora a nivel local y nacional a Armando Cavalieri, ganó por muy amplio margen”.

La embestida policial causó indignación entre trabajadoras y trabajadores de otras empresas del gremio y la solidaridad con quienes sufrieron el ataque a sus derechos sindicales no se hizo esperar.

Arquitectura hostil: la ciudad como un territorio sin pobres

23.4.2019

Por Nadia Mayorquín

La ciudad es contemplación y acción. No está vacía, cuando no tiene aquello que la convierte en espacio de acción, no fomenta la interacción y socialización, es sólo espectáculo.

Bancos de cemento que simulan ser confortables, hiedra de plástico que simula naturaleza viva para embellecer el paisaje urbano, pinchos en los aparadores y hasta zumbidos de alta frecuencia. Estrategias urbanísticas que intentan desalentar las conductas no deseadas por el poder. La arquitectura hostil, o defensiva, es una tendencia de diseño urbano donde los espacios públicos se construyen o alteran para desalentar su utilización. La protagoniza un mobiliario de vocación disciplinaria. Los más afectados por esta estrategia son las personas sin hogar y los jóvenes. Esta tendencia está más típicamente asociada como medio de repeler a las personas sin hogar, por ejemplo, en la forma de "pinchos anti sin techo", los cuales son colocados en superficies planas para impedir su uso como lugar de descanso.

El gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires viene incursionando con este diseño urbanístico y concepto de ciudad desde hace 12 años, el objetivo evitar que personas en situación de calle ocupen banquetas públicas, espacios para dormir debajo de las autopistas, etc. Estrategias para ocultar la exclusión y pobreza acumulada en la ciudad que crece día con día producto de las políticas económicas neoliberales aplicadas en el país en los últimos cuatro años y que arrojan a miles de personas a vivir en la calle.

Lo que pretende este tipo de arquitectura es reemplazar el Estado de bienestar, con soluciones que abordan desde un punto de vista meramente técnico los síntomas de un problema social sin considerar sus causas. Estas actuaciones urbanísticas limitan también el uso del espacio público al resto de la población y restringen su libertad.

 

Pobreza cero

 

Mientras el modelo económico de exclusión y concentración de la riqueza arroja a miles de personas a vivir en la calle, el gobierno porteño estrena contenedores de basura que llama “inteligentes” y utiliza un mobiliario anti-pobres para colocar en los espacios públicos, con el objetivo de evitar que personas en situación de calle duerman en las plazas, banquetas y hasta en los cajeros automáticos.

Basureros “inteligentes” que por su diseño hermético pretenden servir “para evitar que la gente se meta y saque basura” según lo expresó Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires. En mayo del 2018 y durante una reunión con un grupo de vecinos indignados por la basura que aumenta en la ciudad, Rodríguez Larreta expresaba que "La única manera de que no haya cartoneros es que no haya cartón". Un año después, cumple su promesa con la justificación de que la basura es separada en origen y entregada a los recicladores. El resto de los residuos queda prácticamente bajo llave, inaccesible a las familias que se encuentran en situación precaria y que buscan en la basura una manera de subsistir.

La Universidad Católica Argentina (UCA) en sus informes detalla que la pobreza aumentó del 26,6 por ciento al 31,3 del 2017 al 2018. En números concretos, el país tiene hoy 12,7 millones de pobres. Los datos publicados por la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires revelaron que en 2015 se habían registrado 100.000 indigentes. En el 2016 se registraron  146.000. En 2017, la cifra descendió a 140.000, volvió a aumentar en 2018 cerrando en 198.000 personas que se encontraron bajo la línea de indigencia. Es decir, 98% de aumento con respecto a 2015.

 

La Ciudad expulsiva

 

China, Londres, Canadá, Japón, Estados Unidos, España, contienen algunas de las ciudades que aplican esta nueva tendencia que busca alejar a los sin techo hasta de los escalones y bancos de las plazas. Asientos inclinados, piedras estratégicamente diseminadas, pinches filosos en el piso.

Este diseño urbanístico expulsivo ha pasado por diversos procesos dirigidos a crear un entorno urbano en función del automóvil y de aquella parte de la población que el gobierno de la ciudad llama ciudadanos que pagan sus impuestos. El diseño urbano del espectáculo es un digno mapa de la separación que, definitivamente, ha triunfado.

En síntesis buscan tapar lo que nadie quiere ver: pobreza y exclusión. Si bien la solución a las personas que viven en situación de calle no debe ser colocar banquetas más cómodos o permitir que se instalen debajo de autopistas como solución habitacional, el dinero invertido destinado a implementar este tipo de mobiliarios podría utilizarse en otro tipo de soluciones, que resguarden la integridad de esa parte de la población que las políticas económicas neoliberales dejan fuera y sin oportunidad.

 

Chocolatería recuperada: “Apostamos todo a estas Pascuas”

21.4.2019

Lo aseguró el presidente de la empresa recuperada Arrufat, Adrián Serrano. Sus retiros de excedentes alcanzan los mil pesos. “Destinamos todo a pagar las tarifas de luz”, explicó. No trasladaron los aumentos a los precios de los huevos pensando en los vecinos y en la gente que se acerca a apoyarlos”.

La fábrica de chocolate Arrufat en el barrio porteño de Villa Crespo, está trabajando a tiempo completo. El motivo lo explicó a ANSOL el presidente de la Cooperativa de Trabajo Trabajadores Arrufat-Vivise Adrián Serrano: “Apostamos a estas Pascuas”.

En 2009 la empresa Arrufat acumulaba meses de atrasos en los sueldos de sus trabajadores y trabajadoras cuando comenzó a adelantarles vacaciones y darles licencias sin goce de sueldo.

En febrero de ese año, y con presencia policial, la empresa fundada en 1931 inició el vaciamiento. Las y los trabajadores resistieron y meses después crearon la Cooperativa que hasta hoy gestiona la fábrica.

Nuevos obstáculos

En el último tiempo los tarifazos comenzaron a complicar la producción. El año pasado una campaña que difundía sus huevos de pascuas se viralizó y agotaron todo el stock que habían producido para poder pagar una abultada factura de luz. Este año las grandes facturas se repiten. “Sigue la misma situación a pesar de que hicimos un nuevo contrato con Edesur para reducir la potencia. Los primeros meses redujo un montón la factura pero ahora subió otra vez con los aumentos. La ultima boleta que pagamos fue de casi 105 mil pesos”, dijo Serrano.

Los aumentos en los servicios generan que el dinero de las ventas se destine casi exclusivamente al pago de facturas. “Hace dos semanas atrás estábamos llevándonos $1000 por semana cada uno”, explicó el presidente de la cooperativa conformada por 16 trabajadoras y trabajadores.

Para revertir la situación apuestan a las Pascuas con una amplia gama de productos y precios. Se consiguen huevos de chocolate desde 30 gramos hasta 4 kilos y medio. Los precios, que sufrieron un moderado aumento, arrancan desde $30. “Apostamos a hacer una pequeña diferencia pero a hacerla”.

Desde la cooperativa sostienen que “el producto es bueno y a bajo precio” y que la decisión de no trasladar la totalidad de los aumentos a los productos se hizo “pensando en el vecino y en la gente que viene desde lejos a apoyarnos”.

Durante esta semana la fábrica ubicada en Tres Arroyos 764 estará abierta en horario de corrido de 8 a 20 horas.

Los sobrantes del sistema

22.4.2019

Por Claudia Rafael

Todo es ya en la calle. Viene la lluvia y es ya. Viene la razzia y es ya. Pasa el carro de facturas de la iglesia y es ya. El cuerpo está formateado para reaccionar ya. Ese agite se explica porque así arrancó su vida. Hoy son 8000, dentro de una hora o mañana mismo, quién sabe. 

Basurero, basurero que nadie quiere mirar pero si sale la luna, pero si sale la luna… Pero si sale la luna tus latas van a brillar (Teresita Fernández).

No sólo es vivir sin techo. Es vivir sin paredes. Todo es a la vista de todos. Y no hay intimidad para lo bello. No hay intimidad para lo sórdido. Todos saben quién se acuesta con quién. Quién le pega a la mujer. Quién maltrata a los chicos. Quién no tiene en cuenta las necesidades del otro. Quién, cuando pasa el censo, no dice que vos vivís ahí. Se acumulan los egoísmos y las solidaridades en la memoria ram del habitante callejero. Que no es el que está en situación de. Porque es una situación eterna. Que llegó para quedarse. Lo otro, la palabra, el modo de llamarlos, de ponerles nombre es un eufemismo ahogado que no tiene punto final. El único punto final lo ponen el paco, la cuchillada por una nadería, el frío cuando irrumpe sin piedad o los niveles de violencia que se reproducen con todas sus sordideces. Pero también lo pone el estado. Cuando carga sus metrallas o cuando lanza la prueba piloto de contenedores tecnológicos que se alzan como valla entre el pobrerío y los desechos del bienestar.

La noche cae sobre la terminal de Retiro cuando aún el reloj de la torre de los ingleses no marcó las siete de la tarde. Hay un ritmo que le es propio. El caos de autos, colectivos y el ruido ensordecedor de un par de motos se entremezcla con la estética que Larreta impuso hace ya rato, entre calles cortadas, polvaredas de cemento, paneles divisorios. Parece que no hay modo de llegar a ninguna parte. Se mezcla el olor de las hamburguesas, con el pis humano de vieja y nueva data, la transpiración de hombres y mujeres que corren rumbo a ningún lado y la cumbia que asoma desde algún puestito callejero que se empeña en aturdir. La villa avanza. Gana territorios. Hacia un lado y hacia el otro de la terminal y también de la estación. Los cartones y colchones flacos y raídos se amontonan sobre paredes y esquinas. El piberío juega o se acomoda temprano sobre el regazo materno mientras la joven mujer estira la mano con una lata. Los llantos de los críos se entremezclan. Por hambre, por sueño, por frío, por mil razones que se apiñan en un cóctel que estalla porque la calle potencia todo hasta decibeles impensables.

El gobierno de la Ciudad no supera en sus estadísticas el número de 1.100 hombres, mujeres y niños viviendo en las calles. El censo alternativo de organizaciones sociales marcaban, sin embargo, que ya en 2017 eran 5800 los sin techo incluyendo a los menos de 2000 que duermen en los paradores nocturnos. Hoy, esas mismas organizaciones estiman que la cifra, por estos días, ronda los 8000.

Recogen lo que los saciados derraman en latas, contenedores y esquinas pero también aquello de lo que se desprenden los que están apenas unos escalones más arriba en las pirámides de las sobrevivencias.

Wacquant habla de un nuevo tipo de marginalidad, “la avanzada”, que tiene como “signos exteriores” a los sin techo, a los mendigos pidiendo dinero en las calles o en colectivos y trenes, “a los desocupados o subocupados crónicos, a la criminalidad como componente del día a día, a los trabajadores veteranos con conocimientos obsoletos en un contexto de desindustrialización y evolución tecnológica, a la mayor hostilidad hacia y entre los pobres”, a la mayor acción policial para los caídos a los abismos del sistema.

Hay una sociedad que no mira. Que no posa sus ojos en los ojos de los ningunos. O que provoca una mueca de desagrado ante esa fauna creciente que puebla calles, esquinas y boulevares. Y un estado que empuja al pobrerío más allá de las cuatro avenidas céntricas de las grandes urbes. Que coloca contenedores “inteligentes” que se alzan como rejas ante la riqueza sobrante de uno, dos, diez cartones. Que anuncia, entre bombos y platillos desde la puesta teatral de la calle Corrientes, que es apenas una “prueba piloto” la de los recolectores tecnológicos que funcionan para el abrete sesamo con una tarjeta magnética.

Porque, en definitiva, lo que no se ve no existe. En una política que tiene larga historia en los destinos de los pueblos. Basurero, basurero que nadie quiere mirar, decía la canción cubana. Y los estados responden. Expulsan, ponen candados, tarjetas inteligentes, políticas excluyentes, prácticas criminales. Profundizan desigualdades. Crean convenientemente infraclases. Destruyen solidaridades. Con monedas que corroen. Arremeten con fuegos reales o de los otros.

Mientras la marginalidad irrumpe. Se cuela por las cerraduras de los palacios. Acomete entre las grietas de puertas y ventanas de los castillos ministeriales. Puebla las periferias y esparce miedo al contagio. Porque son decenas de miles más los que están caminando por la cuerda floja entre el adentro y el afuera. Entre el techo y el no techo. Entre el plato de comida y la mesa vacía. Entonces, señores, mejor no ver.

Redada de la Policía de la Ciudad en Once: Tres detenidos en operativo contra la venta ambulante

18.4.2019

La cuadra de la avenida Pueyrredón entre Mitre y Perón, a metros de Plaza Miserere, fue escenario de un operativo de la Policía porteña que incluyó gas pimienta. Cerca de las 17:00, un grupo nutrido de efectivos llegó para reprimir la venta ambulante. Se llevó a un vendedor senegalés, Dijly Mbengue, un joven identificado como Hernán Díaz y un adolescente de 14 años.

Al chico le tiraron gas pimienta en los ojos, en medio de la indignación de vendedores y transeúntes, sorprendidos por la magnitud del operativo.

Los detenidos fueron llevados a la Comisaría 5º. Mientras duró el operativo, los policías fueron increpados por los transeúntes.

 

Comunicado desde Vendedores Ambulantes Independientes De Once

¡BASTA DE REPRESIÓN! ¡QUEREMOS TRABAJAR!
*Repudiamos el violento operativo policial con el que Larreta reprimió a nuestros/as hermanos/as vendedores ambulantes de once, dejando a decenas de trabajadores/as con sus niños y vecinos/as lastimados/as por los gases y palazos.*

Seguimos denunciando que el gobierno de la ciudad nos ha declarado la guerra. Abrazamos a los/as compañeros/as, entre ellos, Franco (niño de 13 años) que sufrieron los palos, gases y fueron detenidos/as por el solo hecho de trabajar,

Denunciamos que el gobierno de Larreta, lejos de impulsar medidas que descriminalicen, contengan, ordenen y regulen el trabajo en la vía pública como en otros países del mundo, insiste en señalarnos como delincuentes, poniendo en marcha un mecanismo perverso en que los grupos económicos financian a fiscales y jueces que inician la persecución, Espacio Público nos corre y nos roba la mercadería bajo la figura de falsas confiscaciones y la policía de la ciudad nos reprime violentamente y nos lleva presos/as.

¡QUEREMOS TRABAJAR! ¡BASTA DE REPRIMIR A LOS/AS TRABAJADORES/AS LOS/AS VENDEDORES/AS!

-Vendedores Ambulantes de Liniers
-Vendedores Ambulantes Independientes de Once
-Trabajadores de la Feria Los Patos

Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular – Seccional Capital.

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