¿Cómo se llama la obra?
8.5.2019
Por Mariano Pagnucco
Referentes de la escena teatral independiente porteña dieron una conferencia de prensa para visibilizar la crisis del sector, que pelea para seguir ofreciendo cultura en los barrios a pesar del desfinanciamiento del Gobierno y la crisis económica que hace peligrar a unas cien salas.
¿Cómo se llama esta obra que tiene en el centro de la escena a las y los artífices del teatro independiente porteño interpretando el papel de ellas mismas y ellos mismos? Son las tres de la tarde del viernes y la sala principal de Timbre 4 -uno de los puntos más populares del under teatral- está explotada de gente, al punto de que los espectadores más rezagados se van sentando en el piso.
Los focos de luz iluminan una mesa rodeada de representantes de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI) que van a dar comienzo no a una función, sino a una conferencia de prensa para que la sociedad sepa que aquí no hay comedia posible: «Responsabilizamos al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y al Gobierno nacional por la situación de emergencia y precariedad que estamos viviendo todos los que trabajamos en el teatro independiente y por poner en riesgo todo el aporte que nuestro sector realiza al desarrollo económico, social y comunitario y a la cultura independiente de nuestra ciudad», dice uno de los tramos del documento leído.
Las cien salas teatrales que forman parte de ARTEI -que además de ofrecer espectáculos son espacios de formación, experimentación y creación artística- atraviesan dificultades similares: costos cada vez más altos y presupuestos públicos cada vez más bajos. Frente a los incrementos en las facturas de electricidad (en algunos casos de 40.000 pesos o más), la disminución de público (un 30 por ciento menos en los últimos años) y el recorte de los fondos provenientes del programa Proteatro (un 50 por ciento menos que en 2016), algunos de estos puntos de cultura autogestiva han decidido disminuir la cantidad de funciones o bien cerrar sus puertas, ya que el solo hecho de levantar el telón representa un esfuerzo económico imposible de afrontar en el actual contexto argentino.
¿Cómo se llama la obra? «Ojalá que un pueblo nos inspire», le dice Norman Briski a Cítrica desde la vitalidad de sus 81 años. Un rato antes, durante la conferencia de prensa, el actor, dramaturgo y formador de nuevas generaciones había expresado en voz alta, desde una de las butacas, que la salida al problema era «juntarse con el pueblo» para que quede claro que «el Estado es la mierda».
Otro veterano de las tablas, Ricardo Bartís, también intervino desde su condición de espectador: «Acá hay un sector que se beneficia, que es el sector comercial, donde está la guita. El Gobierno porteño utiliza nuestras producciones para jetonear con que el teatro independiente es un orgullo pero después quita presupuesto. Con los sanguchitos que se ofrecieron en la gala del G20 podríamos haber hecho muchos espectáculos». Aplausos y ovación para la platea. La misma platea en la que estaba sentado en absoluto silencio el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, que escuchó hasta el final los reclamos del sector y también el cantito generalizado dedicado a la madre del presidente Mauricio Macri.
Protagonistas de la crisis
Para Valentina Fernández de Rosa, sostén de El Excéntrico de la 18 y tercera generación de mujeres creadoras (nieta de Nelly Prince e hija de Cristina Banegas), la obra montada por las autoridades porteñas se llama «La persistencia», como la pieza teatral de Griselda Gambaro: «Este Gobierno vincula la actividad teatral con lo privado y nosotros tenemos que exigir que se cumplan las leyes que defienden el teatro independiente. Así no podemos seguir, estamos cerrando salas, bajando la persiana. No lo vamos a permitir, somos muchos y tenemos mucha fuerza». Desde su mirada, las respuestas a la crisis pueden encontrarse en la autogestión cultural: «En el teatro independiente entendés que ser parte de algo más grande que vos misma te sostiene, te acompaña, te alimenta, te ayuda a levantarte cuando te caés, te ayuda a pensar mejor cuando estás confundida. Es la fuerza de lo colectivo«.
¿Cómo se llama la obra que hace peligrar los puestos de trabajo de unas 25 mil personas (entre equipos actorales, vestuaristas, iluminadorxs, productorxs, sonidistas, docentes y otros rubros) y pone en riesgo las más de 700 funciones que cada semana son vistas por miles de personas en los barrios porteños? «La indiferencia», responde Claudio Tolcachir, el fundador de Timbre 4 cuando Argentina se hundía hace 18 años en una de sus peores crisis históricas: «Indiferencia e incapacidad son los grandes problemas. Incapacidad de quienes tienen que conducir, porque por más que el país esté incendiado de punta a punta, hay políticas y acciones que se pueden implementar. Este Gobierno, que mira todo desde el punto de vista económico, debería entender que el teatro independiente les da trabajo a escenógrafos, que a su vez contratan carpinteros o herreros. Además de lo económico, se genera un movimiento barrial y social impresionante«.
Para Tolcachir, que también señala «la indiferencia de quienes votan estos proyectos políticos», si no se actúa colectivamente con rapidez se corre el riesgo de que haya «muchas salas cerradas, muchos menos puestos de trabajo y muchas vocaciones cortadas». ¿Qué aprendizajes teatrales ayudan a sobrellevar el presente? «Cualquiera que tiene una vocación está en estado de emergencia. Siempre que estás por caerte inventás algo y te aferrás a la vocación o a un proyecto. Hay que conservar un halo de esperanza y de acción, intentar comunicarse, hacerse oír, juntarse para construir».
Alejandra Carpineti, actriz y productora en el teatro La Carpintería, cree que el título más adecuado para esta obra sería «El teatro independiente dice basta». ¿A qué le dicen basta? «Al lugar rezagado que tiene el teatro independiente en el contexto general del Gobierno y sus políticas, tanto en la Ciudad como en la Nación«.
La resistencia en los barrios
Por lo expresado en la conferencia de prensa, el problema no es la falta de fondos públicos sino el destino de esos fondos: «Hay dinero para la cultura, lo que queremos discutir es en qué se gasta, queremos discutir las políticas culturales. Es más marketinero apoyar actividades masivas que la cultura independiente«. Según los integrantes de ARTEI, si se suma la cantidad total de espectadores que acumula la actividad teatral independiente, las cifras son más abultadas que las del Teatro Colón o el San Martín. Pero las prioridades culturales de Horacio Rodríguez Larreta, Avogadro y compañía parecen puestas en otro lugar: la porción de fondos del Ministerio de Cultura porteño destinados al fomento del sector pasó del 1,9 por ciento (2016) al 0,89 por ciento (2018).
Raúl Rizzo, actor con varias décadas de oficio en diversos circuitos teatrales, titula la tragedia del presente como «¡Qué decepción!«. Para él, no se debe hablar de vaciamiento cultural sino de coherencia ideológica: «El teatro independiente pone en crisis o señala la trama siniestra que este Gobierno lleva adelante, una política muy parecida a la muerte, como sucede siempre en el sistema capitalista». ¿Hay salida? «Esta coyuntura nos debería servir para generar debates internos y afianzar todavía más el vínculo que genera el teatro independiente con la comunidad. Para que no sean las salas solitas peleando contra un enemigo poderoso, hay que recomponer el tejido social en los barrios y dar juntos la pelea».
En esta obra que tiene al teatro independiente en el centro de su propia escena, el telón todavía está levantado porque recién inició el primer acto. La historia se seguirá escribiendo en las salas y en las calles porteñas.