Comunicadores del Sur

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«Autopistas sin barreras»: El gobierno porteño reubicará a más de 500 trabajadores del peaje

13.5.2019

Con la aplicación del nuevo sistema de peajes inteligentes “Autopistas sin barreras”, destinado a hacer más rápidos los ingresos y egresos de la Capital, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debe reubicar a más de 500 trabajadores que se desempeñaban en las cabinas de peaje u otros puestos laborales de Autopistas Urbanas Sociedad Anónima (AUSA).

El nuevo mecanismo, que no prevé el uso de peajes, se adapta a las nuevas formas de circulación a nivel mundial. El sistema permite identificar patente y tipo de vehículo, para luego emitir un cobro a través de TelePASE, enviando la factura al domicilio del conductor.

Los portales por los que pasan los vehículos poseen tres lectores láser y una antena de transmisión integrada con tecnologías ITS (Sistema Inteligente de Transporte) y RFID (Identificación por radiofrecuencia). Los datos son luego enviados a la base de cómputos de AUSA donde se cruzan con el registro de usuarios de TelePASE para validar el pago. En caso de que el conductor no se encuentre adherido al sistema, los datos se cruzan con los de la Dirección Nacional del Registro de Propiedad del Automotor para generar un código de pago, que costará el triple.

El Gobierno de la Ciudad promete incorporar los novedosos arcos de peaje en el Paseo del Bajo (a la altura de la avenida Independencia y en la unión con la autopista Illia) y se espera que para 2023 se extiendan a todas las autopistas para eliminar definitivamente las cabinas de peajes. El acuerdo alcanzado por el Gobierno porteño con AUSA y el Sindicato de Empleados de Comercio (SEC) prevé la reubicación en otros destinos laborales de los más de 500 trabajadores afectados por el cambio.

 

UBA: se eleva pedido de juicio académico a docente denunciado por violencia de género

10.5.2019

Por Adriana Kenig y Lucía Battista Lo Bianco

Consejeras estudiantiles

En la facultad de Filosofía y Letras de la UBA después de varios años de denuncias y pedidos de investigación por parte de les estudiantes, el Consejo Directivo elevó a juicio académico al profesor Dante Palma, votado de forma unánime pero con duras críticas de las consejeras de Pan y Rosas en la Mayoría Estudiantil.

Dante Palma es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Dictó hasta el año 2016 la materia Filosofía Política en esa facultad y Filosofía en el CBC en la misma sede. Desde ese año hasta el día de hoy, ha sido denunciado por violencia de género por distintas estudiantes de la UBA. A la investigación sumaria que se abrió entonces, donde se siguió el caso a través de la Comisión No a la violencia de género, que se puso en pie a partir de la exigencia de estudiantes que querían denunciar situaciones de violencia, se sumó el inicio de juicio académico votado el día martes que pide resolver la exoneración de Palma de la universidad. Esta no sería la primera universidad que solicita la separación del profesor, sino que ya fue separado de su cargo en la Universidad de San Martín luego de un juicio académico.

Como parte de En Clave Roja en la Presidencia del Centro de Estudiantes (CEFyL), desde el primer momento, antes este caso y otros, nosotras estamos siempre en primera línea para luchar contra la violencia de género y repudiando el machismo, lo hacemos desde una perspectiva de independencia política del Estado y la Iglesia. Por eso apoyamos que se siga el curso de la investigación, que es lo que exigimos desde el inicio acompañando el pedido de las denunciantes y como parte de la organización que impulsamos en la Comisión de Mujer y Diversidad sexual y de género del CEFyL. Del mismo modo lo estamos haciendo ahora: por votación unánime salió el pedido de elevación a juicio académico, pero lo hacemos con críticas a los manejos de las autoridades y mecanismos de la facultad y la universidad.

Las autoridades de la Facultad se han negado sistemáticamente a aplicar el Protocolo de “Intervención institucional para situaciones de violencia de género, acoso sexual y discriminación de género” que rige desde el año 2015 en la UBA. Hoy en día funciona una oficina donde trabaja una comisión elegida a dedo por la decana Morgade. Pero, pese al compromiso público de las autoridades, se sigue negando la participación estudiantil, de las gremiales docentes y del centro de estudiantes, como plantea el protocolo: una comisión de seguimiento.

Esto es contrario a que participen las estudiantes de la propia facultad, que son las principales víctimas de violencia y las mismas que nos hemos organizado en reiteradas ocasiones tanto dentro de la facultad para poner sobre la mesa este problema, como fuera de las aulas con la marea verde y el #NiUnaMenos que desde 2015 no ha dejado de crecer. Somos nosotras las protagonistas de un movimiento enorme que puso al desnudo todas las formas de violencia. La política de las autoridades atrasa mucho ya que niega la posibilidad de ser nosotras las que discutamos qué organización y formas de decisión nos vamos a dar para tomar parte en las denuncias.

En esta ocasión se propusieron abrir un juicio académico que definirá el rectorado de la UBA, dirigido por peronistas y radicales. El problema de esta figura legal, a través de la cual va a tener curso la investigación, es que caratula al caso de Palma como una "falta a la ética universitaria". Se trata de una figura que está pensada para atacar otros problemas dentro de la universidad y nada tiene que ver con enfrentar la violencia de género.

Y por otro lado, nada tiene que ver tampoco la supuesta "ética" de la universidad con la de, por ejemplo, el poderoso movimiento de mujeres que en nuestro país ha puesto en cuestión hasta al propio régimen de gobierno, cuando el año pasado denunció a los dinosaurios que nos negaron una vez más el derecho a decidir. No es nuestra ética la de una casta privilegiada de profesores elegidos a dedo que una vez más decidirá por nosotras, ya que son los únicos que componen el tribunal que lleva adelante los juicios académicos. Porque consideran que les estudiantes y les graduados, que solo tendremos voz en esa instancia, no poseemos suficiente “objetividad” para decidir sobre las propias situaciones cotidianas a las que hacemos frente en la universidad. Este método no puede estar más alejado de las instancias de auto-organización y decisión que necesitamos tener el movimiento de mujeres en nuestro país.

No depositamos ninguna confianza en quienes defienden una ética que lejos de ser universal, se encuentra situada en una sociedad en la que la desigualdad es ley. Una ética hipócrita que nos condena a morir en los abortos clandestinos a las mujeres sólo porque todos los partidos tradicionales (que son los mismos que gobiernan la universidad) no están dispuestos a romper sus alianzas con la Iglesia.

El ejemplo de las trabajadoras en la fábrica Kraft-Mondeléz donde hace pocas semanas pararon un turno entero de obreros y obreras en solidaridad con una compañera que estaba sufriendo violencia, bajo el lema de “No estás sola”. Es una necesidad de primer orden seguir este ejemplo, que la marea verde que puso en cuestión el régimen político y entra a las fábricas cuestionando la dictadura patronal, también inunde la universidad y sacuda a este régimen universitario feudal, machista y anti derechos.

Que el régimen pensado para unos pocos que hasta nos niega el derecho democrático elemental a decidir, cuando somos la inmensa mayoría de la comunidad educativa, deje de darle la espalda a los reclamos de las mujeres o que incluso, los quiera hacer pasar por problemas de otra índole. La universidad posee recursos para brindarnos a las mujeres las herramientas para enfrentar la violencia de género y no estar condenadas a ser víctimas, pero quienes la gobiernan, no poseen esto como prioridad. Al día de hoy, después de cuatro años de que exista el protocolo, no han realizado ni siquiera una campaña de difusión contra la violencia machista.

Acompañamos la investigación, pero nos paramos en la vereda opuesta del régimen universitario: estamos con les estudiantes de la marea verde que siguen exigiendo la separación de la Iglesia del Estado en toda la UBA, y durante el conflicto educativo del 2018 se organizaron reclamando contra las bajas presupuestarias que aceptaron los rectores de universidades nacionales igual que lo hicieron este año.

 

Belgrano Day School: el plan del Arzobispado porteño para quedarse con un botín millonario

11.5.2019

INFORME PARTE I

Daniel Satur

Una trama que involucra a Bergoglio, al Opus Dei, al Poder Judicial y a varios miembros de la alta sociedad de Buenos Aires. El reclamo de los hermanos Green, herederos del fundador del colegio de Belgrano R.

En 2017 el diario La Nación publicó un par de notas sobre un hecho curioso ocurrido en las puertas del selecto colegio Belgrano Day School del barrio porteño de Belgrano R. En su edición del viernes 21 de abril, el medio predilecto de la clase media alta argentina se sorprendía porque un grupo de personas llevaban días “acampando” y haciendo “huelga de hambre” en las escaleras del colegio, mientras cientos de estudiantes y docentes pasaban a su lado.

“Los herederos legítimos del colegio fuimos apartados y vivimos en la pobreza”, decía uno de los carteles que portaban, precisamente, algunos de esos herederos frente a la fachada de la institución.

Pero lo más curioso del caso no fue ese acampe que alteró la rutina del “cole”. Lo verdaderamente curioso es que, después de esos artículos, en La Nación y otros medios prácticamente no se habló más del tema. Fuentes del caso afirman que si eso fue así es porque el Arzobispado de Buenos Aires, lisa y llanamente, metió la cola.

 

De los Green a los Matilde’s Boys

 

Desde hace algunos años la historia del Belgrano Day School incorporó protagonistas que poco y nada tienen que ver con la familia de origen británico que lo fundó allá por 1912 y lo regenteó por casi un siglo.

En aquel año el profesor inglés John Ernest Green fundó la institución luego de radicarse en Argentina. Si bien la idea original fue brindar educación para hijos de familias británicas, con los años el colegio se fue abriendo socialmente y se convirtió en uno de los primeros colegios privados de educación mixta de Buenos Aires.

Cuando murió Green se hicieron cargo del colegio sus dos hijos, Bernardo y Hugo. El primero fue el director general de la escuela durante 55 años y, cuando falleció en 2003, dejó a cargo de la institución a su esposa Matilde Villanueva.

El conflicto de 2017 se desató cuando cinco de los hijos de Bernardo Green acusaron directamente a Villanueva de haberlos apartado de todo lo relacionado con el colegio (donde muchos de ellos trabajaron casi toda su vida), incluyendo la herencia de millones de dólares.

El conflicto fue tan profundo que incluso una de las herederas de Green, la más joven de ocho hermanos, debió litigar judicialmente hasta el día de hoy para poder afrontar un costoso tratamiento médico tras serle diagnosticada una fibromialgia. Cuando ella obtuvo la autorización de la jueza María Victoria Pereira para que el Belgrano Day School pagara el costo del tratamiento, la “madrastra” Villanueva llegó a apelar esa orden.

Villanueva, de 82 años, es la tercera esposa que tuvo Bernardo Green y es quien “pone la cara” en todo lo que actualmente tiene que ver con el colegio. Pero detrás suyo aparecen varios nombres y apellidos de peso en la vida empresaria, política y clerical de la Ciudad de Buenos Aires.

 

El doctor Taquini

 

Para saber más o menos quién es Alberto Carlos Taquini alcanza con visitar Wikipedia. Este médico bioquímico y docente de la Universidad de Buenos Aires tiene, entre otros “quioscos”, los cargos de director general del Belgrano Day School y de asesor de la Comisión Episcopal de Pastoral Universitaria de la Conferencia Episcopal Argentina.

Tan estrechos son los lazos de Taquini con el Arzobispado de Buenos Aires que en 2007 el entonces cardenal Jorge Bergoglio le entregó el premio Juntos Educar por considerarlo un “modelo de vida para los jóvenes”.

Al recibir aquella distinción, Taquini agradeció a la Iglesia católica y despotricó contra “la crisis de la educación y la familia”, contra la legalización del aborto y contra “las mafias y el narcotráfico”. Ese día, y con los mismos considerandos (“modelo de vida para los jóvenes”) Bergoglio también premió a Joaquín Morales Solá.

El doctor Taquini tiene 84 años y tres hijos: María Marta, Alberto y Pablo. La mujer preside desde hace años la Fundación Teatro Colón y está casada con Carlos Herminio “Charlie” Blaquier, hijo del empresario genocida Carlos Pedro Blaquier y desde hace un lustro presidente del emporio Ledesma.

En abril de 2016 los Blaquier-Taquini fueron descubiertos por un consorcio internacional de periodistas en los llamados Panama Papers. Allí se vinculó directamente al clan con varias sociedades offshore repartidas entre Bahamas, Islas Vírgenes y Panamá. En este último país crearon Dunmoore Trading, firma fantasma de la que se reparten las ganancias Charlie, María Marta y varios parientes.

El 13 de diciembre de 2018 Taquini padre recibió otro premio. El ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología Alejandro Finocchiaro lo distinguió al cumplirse cincuenta años del plan de su autoría “Creación de Nuevas Universidades”.

Por esas mismas horas Thelma Fardin y el colectivo Actrices Argentinas denunciaban públicamente al actor Juan Darthés. Inspirada en esa denuncia, dos semanas después una mujer llamada Claudia publicó (con su apellido y DNI) en la sección “Carta de lectores” de La Nación un texto donde aseguraba haber sido “acosada 15 años en el ámbito educativo” por parte de un hombre que la amenazaba con perder el empleo si no accedía a sus propuestas.

“Me pagaron incluso de más, ¿para callarme? Luego de una trayectoria impecable que me valió hasta un viaje a Harvard, me quedé sin trabajo a los 57 años. Él sigue en la academia y acumula honoris causa merced al tráfico de influencias”, afirma la mujer en el texto. Según fuentes consultadas por este diario, la mujer fue empleada del Belgrano Day School y el acosador sería nada menos que el octogenario y prestigioso académico.

 

El padre Russo

 

En comparación con otros cargos institucionales y puestos que detenta, al presbítero Alejandro Russo no le resulta una carga tan pesada ser capellán del Belgrano Day School. Él es, ante todo, rector de la Catedral metropolitana de Buenos Aires. También es juez eclesiástico y asesor de la Acción Católica.

Pero además, según él mismo difunde por todos lados (incluso en el Vaticano), es el “hombre de confianza” de Jorge Bergoglio en el Arzobispado más importante de Argentina. Y no hay por qué no creerle, toda vez que fue quien secundó durante años al actual papa en sus misas de la Catedral.

La autoridad de Russo en el Arzobispado es tal que sus declaraciones son tomadas como palabra oficial. Como cuando en 2013 dio por “cerrado” (al menos para la Curia) el tema del sacerdocio de Julio Grassi, condenado a quince años de prisión por abusos sexuales. “Quien se ordena sacerdote muere sacerdote, nunca se pierde la potestad de orden sacerdotal”, dijo ante periodistas que preguntaban si la Iglesia expulsaría al abusador.

Russo hace casi 25 años que es capellán del Belgrano Day School. A cambio de un suculento sueldo que le paga el colegio, confiesa a las y los estudiantes y da los sermones de rigor en actos y ceremonias.

Una de las primeras “obras” de Russo en el colegio, allá por el año 1996, fue conseguir que Hugo Green (uno de los dos hermanos dueños) firmara un testamento en el que le entregaba parte de su herencia a la Sagrada Orden de la Compañía de Jesús. Los jesuitas, la congregación que hacía ya años conducía Bergoglio. Green llevaba casi un año agonizando por una enfermedad terminal y murió un mes después de firmar el testamento.

Con el capellán Russo conspirando contra los Green desde adentro del colegio, la congregación jesuita hizo un doble juego a partir de la muerte de don Hugo.

Por un lado, la jefatura de la orden se mostró “sorprendida” por ser destinataria de un jugoso paquete accionario y se mostró dubitativa de si aceptar o no semejante herencia.

Pero por otro lado, durante los años que lleva ya la sucesión de los bienes de Hugo Green, nunca buscó un acuerdo con los Green. Por el contrario, los jesuitas siempre actuaron en favor de Matilde Villanueva, Taquini, Russo y compañía.

 

De la Compañía de Jesús a Jesus & Co

 

En sucesivas asambleas de la congregación, presididas muchas veces por el propio Bergoglio, el tema fue tratado con dedicación.

Durante una década, quien gestionaba lo relacionado a la herencia en nombre de la congregación era el sacerdote y abogado Juan Luis Moyano, quien con su pasado de detenido desaparecido durante la dictadura detentaba un prestigio progresista y nada conservador. Muerto Moyano en 2006, nuevas asambleas presididas por Bergoglio irían definiendo una nueva estrategia.

Un día, con el aval del capellán Russo, el doctor Benjamín María Galarce se presentó en el juzgado donde se tramita el litigio sucesorio de Hugo Green y asumió el rol de apoderado de los jesuitas en el expediente.

Según registros de la Inspección General de Justicia (IGJ) publicados en varias ediciones del Boletín Oficial, Galarce es director titular de la sociedad inmobiliaria Belval S.A. (nombre de una ciudad de -el paraíso fiscal- Luxemburgo).

De esa sociedad son presidente Hipólito Valverde y vicepresidente Juan Miguel Richards. Según denuncian los herederos Green, el primero fue quien encabezaba en los años 90 una sociedad que intentó quedarse con las acciones familiares del colegio. Y el segundo, quien en definitiva está detrás del plan general para apropiarse de la institución.

De Juan Miguel Richards se hablará en extenso en un próximo artículo. Pero alcanza con decir que es quien, hace ya casi cuatro décadas, se convirtió en el verdugo de la empresa familiar. Luego de ser durante años el abogado de confianza de los hermanos Bernardo y Hugo Green, éstos le hicieron un juicio por estafa al descubrir sus maniobras en pos de transferir acciones a la sociedad comandada por su socio Valverde.

Ese juicio (unificado con el de la sucesión de Hugo Green) se lleva adelante desde hace más de dos décadas en el Juzgado n°39 porteño, a cargo de María Victoria Pereira.

Aunque suene paradójico, allí la querella es nada menos que Matilde Villanueva, la viuda de Bernardo Green. Y los imputados son nada menos que Richards y Valverde, socios de Galarce, apoderado de los jesuitas, también “herederos” de Hugo Green y cuyo máximo referente, Jorge Bergolio, tiene como hombre de confianza en Buenos Aires a Alejandro Russo, el capellán de íntima confianza de Alberto Carlos Taquini, el director del colegio, consuegro del genocida Pedro Blaquier y “modelo de vida para los jóvenes” según el Arzobispado de Buenos Aires…

Mientras esa causa continúa su lento curso, los hermanos Green, a través de su abogado, están pidiendo a la jueza que habilite la partición de las acciones, es decir que cada acción se inscriba a nombre de cada uno de los hermanos Green.

Los Green se basan para hacer ese pedido en un fallo judicial de Cámara de 2016 que reconoció a los nietos del fundador del colegio como únicos accionistas del Belgrano Day School y que dejó al denudo el “armado jurídico” pergeñado por Richards y Villanueva con el fin de excluirlos.

Los Green quieren dar ese paso legal para poder votar en asamblea de accionistas y contrarrestar todo lo hecho en estos años por las huestes del doctor Taquini, el padre Russo y demás hombres del Arzobispado de Buenos Aires.

En una verdadera carrera de velocidades entre actores que no corren en las mismas ventajas, Taquini procura a su vez que se lo reconozca judicialmente como director de Belgrano Day School Sociedad Anónima, para evitar que los Green vuelvan a tener poder de decisión en el colegio.

Línea H no es muda

10.5.2019

La Asamblea que nuclea a cientos de familias del barrio porteño de Parque Patricios se reunirá este sábado 11 de mayo, a las 18:30, en la esquina de Arriola y Patagones, para continuar reclamando respuestas ante las perturbaciones generadas por las vibraciones de la Línea H del subte.

 

Reproducimos comunicado:
 

Desde hace 4 años, cientos de familias, organizadas en la *Asamblea La Línea H No Es Muda*, reclaman por las *graves perturbación a sus vidas y por los daños a sus inmuebles generados por la constante vibraciones que generan los coches que circulan por la Línea H del Subte*.

La *zona más afectada* es el sector que se encuentra entre las estaciones Caseros y Parque Patricios, donde la Línea H realiza una curva desde la Av. Jujuy para continuar por debajo de la calle Patagones.

Desde que se inauguraron estas estaciones las vibraciones y ruidos fueron incrementándose hasta llegar a los niveles actuales que resultan insoportables para las familias. Las vibraciones, que balancean las puertas y mueven los marcos de las ventanas, comienzan a las 5 am y terminan alrededor de las 2 pm. *Las familias no encuentran descanso ni por las noches*.

En el mes de enero las vibraciones bajaron a una intensidad mínima para nuevamente incrementarla a los niveles actuales que son los peores en los últimos 4 años. Por este motivo, las familias están convencidos que el problema tiene solución pero *ni Subterráneo de Buenos Aires S.E. (SBASE), ni Metrovías ni el GCBA dan respuesta a las familias por sus reclamos*.

Las familias están pidiendo al gobierno que realice una evaluación de este problema acorde a la complejidad y constancia del caso. Exigen que no controle un instante sino las vibraciones durante todo el día y en distintos puntos desde los rieles hasta las habitaciones de las viviendas. *Están esperando una respuesta de la Agencia de Protección Ambiental a esta solicitud*.

Este *Sábado 11 de mayo a las 18:30 hs*., las familias están convocando a una *nueva asamblea en la esquina de Arriola y Patagones*.

Esto es una protesta

9.5.2019

Por Horacio Dall’Oglio

Un alumno de Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires describe una clase de filosofía en la calle, en el marco de una jornada de clases públicas y paro de docentes universitarios por mayor presupuesto y un salario acorde a la inflación.

En la esquina de Puán y Bonifacio los bancos de la facultad son barricadas por donde un policía hace guardia y se pasea de la vereda a la calle, y de la calle a la vereda. A veces son dos o tres los bicipolicías que se juntan, charlan y nos miran, mientras los automovilistas se quejan a bocinazos. Alguno en su Surán negra nos grita “¡Vayan a laburar!”. Nos grita a nosotrxs. Le grita a este círculo de filósofos y filósofas, o filosofxs si se quiere, que interrumpe el tránsito con una clase pública, que se propone hablar de Michel Foucault, el pelado al que le gustaba usar poleras, en medio de un paro de docentes universitarios por un salario digno. ¿Porqué a los filósofos franceses les gustaban tanto las poleras?, ¿para ser filósofo hay que usar polera?, ¿se puede ser filósofo y usar bufanda, por ejemplo? Así parece, varios en esta rueda, donde circulan los mates y los bizcochitos Don Satur, usan bufanda, otrxs capuchas, otrxs pañuelos; lo que tengan con tal de aguantar este “viento del sur, oh lluvia de abril”. En este círculo que se parece a una rueda, circulan los mates, los bizcochos, y Foucault pero también Deleuze, Derrida y Heidegger, la pintura de Magritte, de Klee, de Kandinsky, de Manet y también de Velázquez; todo bajo un despejado cielo nietzscheano que no se parece en nada a este gris cielo caballitense que nos aplasta con porfiado mal tiempo.

Sin embargo, a la vecina de Caballito, tan bien sujetada a sus zapatillas New Balance, y de cuidada cabellera rubia de peluquería de martes por la tarde, que se acerca a increpar a este círculo de filósofxs, poco le interesa si lo que circula es un mate o el polerudo de Foucault; nos manda “a trabajar”, como el de la Surán. Estamos trabajando señora, no hay un cartel, alguien tendría que inventarlo y poner: “Filósofos trabajando, disculpe las molestias”. Pero no, resulta que el cartel no ha pasado aún del No Ser al Ser, y estamos acá, sentados bajo la llovizna que nos interpela con sus “estocadas finas”.

Somos un círculo que no circula, un círculo como una rueda, como las ruedas de los automóviles de alta gama que pasan por la esquina de Puán y Bonifacio, en el perfecto barrio “clasemediero” de Caballito, y donde sus conductores tocan bocina porque su calle de mano única de pronto se ha convertido en un desvío. Pero a los automovilistas —sentados al igual que nosotros aunque dentro de su cómoda máquina— que solo comparten su soledad entre sí, no les interesa el loco Nietzsche, ni el pelado Foucault, y a la teñida-vecina-de-Caballito que nos insulta tampoco. ¿Por qué nos insulta señora? Venga, súmese a esta ágora, a esta comunidad parlante, estamos discutiendo sobre las condiciones materiales de la enseñanza, y en breve arrancamos con Esto no es una pipa del pollerudo de Foucault. Vamos vecina, acérquese a este fuego heraclíteo que ni una llovizna suigenerística/ricotera puede apagar, tómese un mate frío, quédese. ¿Usted de qué lado está, de la semejanza o del simulacro? Ya vemos que por su cara de asco ante estos “vagos” sentados en círculo —como en una rueda, pero un círculo que no circula, que se estanca como una rueda pinchada, que se aferra al piso, sujetados a Puán 480, aunque las piernas no se sientan del frío y por eso estemos como en el aire— que usted, al igual que el gobierno al que seguramente votó y que no concuerda con este tipo de medidas, está del lado de la semejanza; que nos ve como una copia degradada de un modelo ideal de estudiante, de aquel que se queda con su banco en el interior de esas paredes y no en la calle impidiendo el libre tránsito.

Paredes de lo que alguna vez fue una fábrica de cigarrillos y donde se producía algo más que “hippies-fuma-fasos-comedores-de-panes-rellenos”. Trate de sacarnos señora, no tiene idea de lo testarudo que puede ser un filósofo. No sabe del poder de resistencia que tenemos. No lo sabe y no le importa porque solo somos una rueda pinchada que no deja circular a “los taxis que quieren pasar”. Alguien apunta con gran tino: “Sólo somos un problema de vialidad”. Nada más. Señora, esto es una protesta, y somos una rueda pinchada que no va a ningún lado, que molesta, que estorba, una rueda dentada, paradójicamente, sin dientes —nos encargamos de limárselos, a todos—, la antítesis del Progreso, que filosofa a la intemperie.

Acá afuera hace falta una estufa, como la de Descartes, o una frazada, una gran frazada filosofal que nos envuelva a todos, ¿acaso la frazada que puede cubrir a todas las frazadas?, ¿la frazada más grossa, Dios? No, gracias. Estamos practicando la antimetafísica, así que mejor sería un mate más caliente, y por qué no una olla popular con una buena polenta. Somos post nietzscheanos —incluso la señora y los automovilistas— estamos a la intemperie, no tenemos frazadas-dioses con que arroparnos, y nos demoramos por los caminos del pensamiento, y nos desviamos, y rodeamos, damos vueltas para no entrar con los “tanques del concepto”, tal como apunta la profesora, mientras sus manos tiemblan para abrir la hoja correspondiente, bajo cielo encapotado de Caballito. No somos Descartes meditando al lado de su estufa en la Holanda del siglo XVII, inaugurando la Era Moderna en la comodidad, ni tenemos intenciones de serlo, somos este círculo incrustado en la calle que tirita de frío, somos cuerpo, cuerpo que tiembla, que se enfría, cada vez más, como la birome que se niega a escribir, a trazar, a caminar por la hoja salpicada de la llovizna. De pronto el viento afloja y el cielo se despeja un poco. Entre las manchas azules, el gran bigote de Nietzsche pasa en forma de nube, riéndose, a carcajadas, y las lapiceras caminan, caminan juntas, ellas caminan y de a rato corren, corren detrás de Foucault y su pipa, que tampoco es suya. Mientras, nuestros cuerpos de filosofxs se incrustan en los bancos, camperean y acampan, ocupan y molestan, interrumpen y vaguean, se sientan y se asientan, sentados sienten el frío que se cuela y las manos que tiemblan.

Alguno grita desde su Toyota negro: “¡Hasta cuándo van a cortar la calle, la concha de su madre!”, otros solo tocan bocina, y otro, en un orgasmo de insulto, grita “¡Hippies…hippies!”, mientras huye cobardemente por Bonifacio con su Volkswagen rojo metálico. Los autos y sus bocinas; el viento y Borges; los papeles se vuelan; la bicicleta del policía se cae y el policía que mira, nos mira; el mate se enfría; una pareja se besa frente a la mirada atenta de Mariano Ferreyra desde el mural; la música de Rodrigo en la panchería de enfrente; los libros se abren con el viento; otra señora que se queja de esta rueda pinchada con la correa de su perro en mano; un señor empuloverado que se acerca, pregunta y se va, alzando una mano como si fuera Perón, al grito de: “¡Este es el cambio!”; otras tres señoras nos sacan fotos desde la vereda, nos convierten en imagen, a nosotros que filosofamos al ritmo del cuarteto sobre la imagen, y sobre una pipa, o sobre el dibujo de una pipa. Las luces de Puán se encienden; ahora somos sombras en la calle. Los mates se vacían, los cuadernos se guardan, y este simulacro de clase se termina; lxs filósofxs aplauden y se van.

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