4.7.2019
Por Daniel Satur
River abrió el Monumental durante la noche en clave solidaria. Pero la caridad no puede contrarrestar la tragedia social que viven miles de personas en la ciudad más rica del país. El Estado es responsable.
Llegó el frío intenso y, con él, mayores penurias para mucha gente sin techo, incluyendo la posibilidad de dejar la vida en plena madrugada. Precisamente, tras conocerse las primeras muertes a cielo abierto por ataques de hipotermia, el “tema” de las personas en situación de calle (pese a que muchas de ellas viven todo el año a la intemperie) pareció transformarse en “preocupación” para funcionarios y empresarios.
Como si no tuvieran responsabilidad directa en generar las condiciones objetivas para que miles y miles de personas carezcan de lo elemental, vivienda y calefacción, quienes conducen el Estado se llenan la boca por estas horas hablando de “solidaridad” con los que no tienen nada de nada.
Pero los datos concretos, incluso los que ellos mismos difunden, demuestran que son sus políticas económicas y sociales las que matan, enferman y dejan a importantes franjas de la población a merced de un clima fatal para la subsistencia humana.
Este miércoles el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires informó que, según la Dirección General de Estadística y Censos porteña, para fines de abril había un total de 1.146 personas pernoctando a la intemperie en la capital del país.
En 2018 ese número ascendía a 1.091, en 2017 a 1.066 y en 2016 a 850. Es decir que, en tres años, la cantidad de personas durmiendo en la calle en Buenos Aires aumentó un 35 %. Y eso según datos oficiales de la administración del PRO, que maneja la Ciudad desde hace doce años.
Otros organismos públicos porteños manejan datos aún más graves. Según el Ministerio Público de la Defensa y la Defensoría del Pueblo porteña, en 2017 había 5.900 personas en situación de calle, de las cuales solo 1.500 dormían en los llamados “paradores” que maneja el Gobierno porteño.
Es decir que hace dos años en la ciudad más rica del país y con el presupuesto más abultado había 4.400 personas pasando frío, calor y todos los climas a la intemperie. Un número que, como el mismo Gobierno reconoce, no deja de aumentar año tras año.
Sin embargo, este miércoles en TN el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta aseguró que “nadie que viva en la calle puede decir que no hay lugar para que pase la noche en la Ciudad. Eso sí, no podemos llevarlos por la fuerza”. O sea, quien vive y duerme en la calle (incluso si muere) es porque quiere.
Millonarios solidarios
Según los especialistas en meteorología, a este miércoles le tocó tener la noche más fría del año, al menos en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Por eso, con la noticia de la muerte de Sergio Zacaríaz a cinco cuadras de Puerto Madero aún retumbando en los grandes medios de comunicación, desde diversos sectores se instaló una campaña para ayudar a quienes se encuentran en riesgo de muerte por las bajas temperaturas.
Obviamente no podía faltar a la cita la Iglesia católica, cuyos obispos (los mismos que cobran sueldos del Estado que decuplican al de cualquier trabajador) sugirieron a los curas de algunos barrios que “abran las puertas” de sus parroquias para refugiar durante las horas más hostiles a familias que viven en la calle. Desde ya, la caridad no es gratis y esa gente pobre seguramente recibirá los correspondientes sermones justificadores de su complicada situación terrenal.
Pero en las redes sociales fueron tendencia durante casi toda la jornada Juan Carr y River Plate. El referente de la ONG Red Solidaria y la dirigencia del club de Nuñez lanzaron una convocatoria a la que, hay que reconocerlo, no le faltó marketing.
“Desde las 18 horas, y toda la noche, se reciben abrigos, frazadas, todo lo que es limpieza personal y pañales para los chicos”, detalló Carr por radio durante la mañana. Y agregó que River organizó una visita guiada a su Museo, durante la madrugada, para compensar de alguna manera a las personas que acercaran esos elementos.
La iniciativa también incluyó la invitación a quienes, estando en situación de calle, quisieran pasar la noche más fría del año bajo el amplio techo del Monumental. No se informó, al menos oficialmente, que se fuera a implementar algún tipo de logística para trasladar a los sin techo desde las zonas que habitan, que no es precisamente el selecto barrio de Núñez.
Política miserable
No deberá cargarse sobre River ni sobre ninguna institución de la sociedad civil la responsabilidad de solucionar la situación de las miles de personas que hoy viven y duermen en la calle. En ese sentido, vale preguntarse si tiene razón Juan Carr cuando afirma que “el Estado, en general, hace lo que puede”. Sobre todo cuando él mismo asegura que los llamados “paradores” de la Ciudad son tan “ásperos” que terminan desalentando a quienes fueron expulsados a la calle (por no poder pagar alquileres o pensiones) y deciden no concurrir ni siquiera en las duras noches de invierno.
Según datos que maneja el propio creador de Red Solidaria, el “mejor momento” de los últimos veinte años en la Ciudad de Buenos Aires (en términos de cantidad de gente viviendo en la calle) fue “hace seis o siete años, cuando había 800 personas” en esa situación. Es decir que aún en la coyuntura económica más favorable, y aún en la ciudad con mayor ingreso per cápita del país, la cantidad de seres humanos lanzados a la intemperie no deja de contarse por cientos y cientos.
A tal conclusión llegan los aliados del Gobierno. No hay que olvidar que entre la dirigencia de River (con quien Carr organizó la noche solidaria) se encuentra Darío Santilli, hijo del viejo caudillo riverplatense Hugo Santilli y querido hermano, nada menos, que del vicejefe de Gobierno y ministro de Seguridad porteño Diego Santilli.
A tales conclusiones también llegan quienes llevan años jugando a ser oposición del macrismo pero le han votado todas las leyes y presupuestos, año tras año, garantizándole su gobernabilidad y sus planes de “desarrollo” urbano basados en inmensos negocios inmobiliarios para unos pocos. De eso el peronismo sabe y mucho.
El último censo del Indec dice que en la Ciudad de Buenos Aires hay 340.000 viviendas deshabitadas. Aun considerando que una parte de esas viviendas puedan no ser funcionales para el uso familiar, se calcula que al menos 200.000 de esas casas y departamentos son habitables. Los barrios con más viviendas ociosas son Belgrano, Núñez, Palermo, Recoleta y Puerto Madero.
Nadie en su sano juicio podría decir que la contradicción flagrante entre miles de personas sin techo y decenas de miles de viviendas sin habitantes es producto de una catástrofe natural. Mucho menos, mal que le pese a la jerarquía eclesiástica, que es resultado de la voluntad de algún ser divino. Son negocios. Inhumanos, pero negocios. Y garantizados por quienes gobiernan desde hace décadas los destinos de la Ciudad y el país.
“Yo sueño que en 2030 no haya nadie en la calle”, afirma el bienintencionado Juan Carr, mientras dedica muchas horas de su vida a ayudar a los más necesitados. Pero si su sueño es genuino, lo más probable es que tenga empezar a cuestionar a quienes tiene a su lado y con quienes organiza muchas de sus actividades.
Los miembros de la familia Santilli seguramente habrán soportado el terrible frío de la noche de este miércoles en sus costosas casas, muy bien calefaccionadas. Entre ellos Diego, quien este jueves volverá a su despacho de la Jefatura de Gobierno a seguir ejecutando las políticas que matan, de hambre, de miseria y de frío.
Como ya se dijo en este sitio, no es Buenos Aires ni es el invierno. El problema es quienes gobiernan. Por eso el Frente de Izquierda-Unidad propone, sin vueltas, invertir de forma urgente las prioridades y que se ponga en marcha un plan nacional de viviendas populares de calidad y de urbanización de las villas y asentamientos, financiado con impuestos progresivos a las viviendas ociosas de los especuladores inmobiliarios.
Que las millonadas destinadas hoy a pagar la deuda ilegal e ilegitima se destinen a trabajo, salario, salud y vivienda. Que se anulen los tarifazos, que se nacionalice todo el sistema energético y lo manejen sus trabajadores y usuarios populares. Porque nuestras vidas, todas nuestras vidas, valen mucho más que sus ganancias.