La Ciudad se gana desde abajo: #LarretaYaFue
18.9.2019
Por Juana Páez
La ciudad cruje, se requebraja en sus cimientos. El macrismo tambalea. La imagen de Horacio Rodríguez Larreta se corroe. El último bastión político del PRO está en riesgo. En medio de este sismo, en los intersticios, surgen los monstruos más difíciles de codificar. “Movidas” que estallan en el espacio público y en las redes; que inventan campañas y razones en la coyuntura electoral. Del #sivosquerés al #GanemosFlores.
El 11 de agosto fue contundente: es posible que Larreta pierda la Ciudad de Buenos Aires. Eso pensamos el domingo de las PASO y eso señala hoy la tendencia de las últimas encuestas. La crisis social, económica y financiera que atraviesa el país, el descrédito de la figura de Mauricio Macri y la implosión de Cambiemos como fuerza política no hacen más que horadar la imagen ahora vulnerable del jefe de Gobierno porteño.
Luego de un primer momento de desconcierto —en el que creyó que haciéndose el sota la crisis no se lo iba a llevar puesto—, Rodríguez Larreta salió a jugar fuerte: multiplicó la inversión en publicidad (en especial aquella con la que estimula el silencio de periodistas “críticos”); inundó de mesitas, volantes y coloridos banners las esquinas de la ciudad; reactivó a fuerza de dinero y amenazas el sistema de punteros desatendidos en los barrios del sur y cerró alianzas con probados demócratas, de la talla de Luis Barrionuevo y José Luis Espert. Aun así, la imagen de Larreta indefectiblemente se corroe. Y la razón principal es la desconfianza creciente que su figura produce en una clase media porteña precarizada por las políticas de Cambiemos —las clases más bajas hace tiempo que ya no le creen. En suma, su desesperación lo debilita y le hace poner en riesgo el último bastión político del PRO: la ciudad de Buenos Aires.
Una ciudad que tras 12 años de macrismo/larretismo aparece extenuada y endeudada. Es la Buenos Aires post-2001 —o mejor, post-Cromañón—, la ciudad del progresismo derrotado y laboratorio del Frankenstein que derrapó a nivel nacional. Porque el destino de la ciudad no escapa al destino del país: una ciudad vaciada, higienizada, asumida como espacio liso para el flujo de negocios: de la construcción al turismo, de las industrias culturales a la especulación inmobiliaria. Una ciudad conquistada, asfixiada, clausurada por la previsión y el control. Una ciudad que deteriora inevitablemente los modos de vida de sus habitantes.
Es que Macri, primero, y Larreta, después, dice Gabriela Massuh, asumieron Buenos Aires como un espacio vacío de memoria y de cuerpos vivos. Y, sobre esa Ciudad hecha tabla rasa, montan sus negocios y los llaman “gestión”. Hacen, pero sobre todo se jactan de hacer. Todo el aspecto publicitario, escenográfico del PRO se monta en el hacer incesante de quien hace para que lo vean. En suma, la ciudad del PRO es una ciudad sin identidad ni misterio, pero que “avanza”, que “cambia”, que hace una vereda tras otras, un edificio tras otro, un “rediseño urbano” tras otro. El saldo: una ciudad destrozada y endeudada por una compulsión al hacer, a ser visto haciendo, y a los negocios asociados.
Un ejemplo propone Massuh: en los 12 años del PRO se construyeron/privatizaron una cantidad desmesurada de hectáreas, como si se hubiera construido una ciudad arriba de la ya existente para una población que se mantiene constante desde 1946: 3 millones de personas, de las cuales 625.000 son pobres. El 40% son inquilinos u ocupantes y, en la zona sur, en el 20% de los hogares se vive en condiciones de hacinamiento. En el envés de trama, el 54% de los permisos de obra gestionados durante 2018 en el distrito son para construir viviendas catalogadas como “lujosas” y, aun, “suntuosas”. Y en los próximos cinco años, la ciudad de Buenos Aires proyecta sumar alrededor de 800.000 metros cuadrados de oficinas Premium. Larretismo en estado puro.
Pero esa ciudad del PRO cruje en sus cimientos: la vieja ciudad se muere y la nueva tarda en aparecer. ¿Qué se hace mientras tanto? Es clave romper las burbujas y salir a la calle, forjar encuentros, comenzar a vivir e imaginar otra ciudad. Y sobre todo prestar atención a los claroscuros, a los rincones, a los intersticios: de allí surgen los monstruos más difíciles de codificar. “Movidas” que estallan en el espacio público y en las redes; que inventan campañas y razones, que intervienen con voz y estilo propio en la coyuntura electoral.
El más resonante de estos monstruos —y uno de los que más inquietud causa en el oficialismo de la ciudad— es la campaña callejera #sivosquerés. Con su delicada alquimia entre organización y espontaneidad, la campaña tiene un objetivo claro: influir sobre los “indecisos” para evitar que el macrismo/larretismo siga gobernando la ciudad. Y con ese horizonte desarrollan “acciones” públicas, anónimas y simultáneas en diferentes puntos de la urbe. La primera acción se llevó a cabo a comienzos de agosto y se conoció como el “proyectorazo”. Se pintaron con luz 50 edificios de la ciudad de Buenos Aires con las consignas: “¿Decepción? Estamos a tiempo —Macri ya fue— #sivosquerés”. La repercusión en las redes fue inmediata y contundente, lo mismo que con la segunda y tercera acción: el baile masivo de coreografía al ritmo de una cumbia inevitablemente pegadiza. El primero fue a fines de agosto en la calle Corrientes; el segundo, una semana después en puntos claves de cada Comuna. Otra vez las redes estallaron. La capacidad organizativa y logística sorprendió a muchos. Desde ese momento #sivosquerés no para de crecer, al tiempo que aumenta la expectativa por nuevas acciones.
Más situada y territorial, la campaña #GanemosFlores también irrumpió después de las PASO y con idéntico objetivo: intervenir sobre la coyuntura electoral de la ciudad y de la Comuna en contra de la reelección de Larreta. Esta “campaña no oficial” impulsada desde la Comuna 7 –que incluye los barrios de Flores, Bajo Flores y Parque Chacabuco y es una de las tres más grandes de la ciudad–, promueve acciones en las calles y las redes y pone en el centro la importancia de una política “desde abajo”, desde las organizaciones sociales, desde los trabajadores de las instituciones del barrio, desde las vecinas y vecinos. De ahí que haga foco en la Comuna como expresión de lo que es común en el barrio, lo que es de todos y de nadie, lo que nos afecta a todos y por eso es importante, lo que define y orienta los fundamentos más básicos de la vida en común.
¿Qué sería posible hacer desde las Comunas si el macrismo las liberase, les permitiera desarrollar su autonomía, tal como lo establece la Ley de Comunas? ¿Es posible volverlas espacios de participación y decisión vecinal, no meras oficinas de trámites?
Luego de un lanzamiento multitudinario y prometedor, la campaña organizó este último fin de semana la presentación de dos libros: La potencia feminista, de Verónica Gago, y Esferas de la Insurrección, de la psicoterapeuta y ensayista brasileña Suely Rolnik. Ante un auditorio tan nutrido como atento, las autoras conversaron con el público y sus invitadas/o: Dora Barrancos, Mario Santucho, Cecilia Palmiero, Luci Cavallero y Dely Colque. En los próximos días, #GanemosFlores promoverá una serie de foros públicos que, con diferentes dinámicas, abordarán problemas vinculados a la salud, a la educación, a la cultura, al hábitat, entre otros, para pensar la ciudad de otro modo.
Así como en Flores, en muchos otros barrios empiezan a emerger experiencias similares, al tiempo que una amplia gama de militancia social y ciudadana se organiza, forja espacios de encuentro, de intervención callejera. Actualiza, a su modo, la política como capacidad de invención de una vida común. Ejercicio radical de una democracia pensada y vivida desde abajo: es desde allí, también, desde donde se cura la grieta y se construye una ciudad en la que quepamos todos y todas. Una ciudad en la que no nos roben la alegría de vivir ni la capacidad de decidir.
*Juana Páez es integrante de la Campaña #GanemosFlores
Facebook: GanemosFlores
Twitter: @Ganemosf