Comunicadores del Sur

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Barbijos desde la cárcel para la villa

12.5.2020

Por Oscar Castelnovo

Los detenidos en el penal de Devoto confeccionan y acopian barbijos quirúrgicos y descartables, alcohol en gel y lavandina, cuya primer partida donarán este miércoles a los vecinos de la Villa 1-11-14, hoy renombrado Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli, en homenaje al cura de la corriente de Sacerdotes para el Tercer Mundo, quien militó durante cuatro décadas en este lugar y falleció en 2008. El objetivo es colaborar en la situación de crisis por la magnitud de casos de covid-19 que afectan a la barriada, en la que viven muchos familiares de los detenidos.

A la vez, los reclusos se hallan a la espera de la autorización del ingreso de máquinas industriales y familiares de costura por parte del Ministerio de Justicia y el Servicio Penitenciario Federal para elaborar cofias, delantales y demás elementos sanitarios destinados a hospitales y barrios humildes de distintos lugares. De este modo, ante el avance de la pandemia y el abandono estatal del Gobierno de Rodríguez Larreta, los internos del penal que ya tiene ocho infectados por la covid-19, realizan esta tarea humanitaria. El proyecto solidario funcionará en la biblioteca de la unidad penal donde los detenidos montarán un taller. La salita de primeros auxilios recibirá los materiales y está a cargo Lourdes Martínez y Aldo Pagliaro jefa de limpieza y jefe de salita, respectivamente.
Por su parte, Carlos Palazzo, uno de los referentes de los presos, indicó a esta Agencia que: «nosotros nos pusimos manos a la obra, trabajamos día y noche por turnos. Ya hay 124 afectados en ese barrio que sentimos tan cerca y queremos actuar antes de que sea tarde. Nos pintan como lo peor de la sociedad cuando nosotros estamos preocupados y ocupados en aportar sin pedir nada cambio. Esperamos cuanto antes la autorización para la entrada de las máquinas por el Ministerio el SPF y podremos producir 7000 barbijos por día y materiales sanitarios para personal de la salud en barrio excluidos y otras unidades penales. También estamos a la espera que se produzcan los arrestos domiciliarios y morigeraciones, para evitar la masacre en las cárceles argentinas, medidas que ya tomaron muchos países del mundo».

Sin calefacción ni frazadas: vecinos de Villa 31 y 1.11.14 internados en el hospital Durand

11.5.2020

Por Lucho Lucero y Javier Brat

Trabajadoras del hospital Durand denuncian ante el móvil de #SeTeníaQueDecir, la mala utilización de protocolos y las instalaciones mal refaccionadas para los vecinos de los barrios vulnerables. Alejandrina Barry, diputada porteña del Frente de Izquierda, se hizo presente para denunciar esta desidia estatal para los sectores más vulnerables.

Hace unos días comenzaron a llegar al hospital Durand decenas de vecinos contagiados con Covid-19 de los barrios Villa 31 y Villa 1-11-14. Los vecinos de los barrios vulnerables no solo sufren hacinamiento, falta de agua y un abandono por parte del estado, sino que ahora sufren pésimas condiciones de atención sanitaria.
Las y los trabajadores de la salud, se ponen al hombro la atención de los pacientes de las villas, sorteando las dificultades de las malas condiciones edilicias del hospital, la falta de comida adecuada, calefacción y agua caliente, para atender a los vecinos de las villas que llegan en micros a diario.
Pasó más de un mes de cuarentena y de decenas de conferencias de prensa, donde las autoridades del Ministerio de Salud, vienen anunciando la puesta a punto de los hospitales porteños, pero todo es falso. Siguen sin estar completamente refaccionados los hospitales para poder recibir tanta cantidad de pacientes infectados con Covid-19, como denuncian las trabajadoras del Durand.
Alejandrina Barry, diputada porteña del Frente de Izquierda, se hizo presente para escuchar de primera mano las denuncias de desidia estatal ante los vecinos de las villas porteñas.
Ya se contabilizan 519 casos de Covid-19 entre los vecinos de las Villas porteñas, la desidia estatal fue sobre el abandono en sus hogares hacinados, en sus barrios sin agua, en sus vidas cotidianas sin trabajo. Hoy estos vecinos llegan en micros a los hospitales porteños y sigue la misma desidia estatal.
Después de las conferencias de prensa, Nacional y de la Ciudad, “parece que es un secreto de estado contar lo que pasa en las villas” denuncia Alejandrina Barry y es categórica “la actitud hacia los vecinos de las villas es de desprecio, los trasladan sin información, no les dan de comer, llegan de noche a un hospital y se encuentran sin calefacción ni frazadas”.

Ocho contagiados en la cárcel de Devoto

11.5.2020

Por Oscar Castelnovo

Si se desata la hecatombe en las 300 cárceles argentinas no será una tragedia, el hecho tendrá responsables y comporta el mayor de los delitos: se llama genocidio.

Se confirmaron cuatro nuevos casos de coronavirus en el penal de Devoto y ya son 8 los presos contagiados. Según trascendió, los afectados fueron trasladados una vez que tuvieron los síntomas a la Unidad N° 21 del Hospital Muñiz, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se les realizó el hisopado correspondiente para comprobar si tenían la enfermedad, corroborada positivamente en las últimas horas de este domingo.
En tanto, desde la ONU hasta una multitud de organismos internacionales recomendaron los arrestos domiciliarios y otras morigeraciones, por el covid-19, a las cuales accedieron numerosos países el mundo. Por caso, España, Italia, Francia, Brasil, Irán, Reino Unido, México o Turquía, entre otros, enviaron a sus casas a cientos de miles de privadxs de libertad.
En cambio, el presidente Argentino, Alberto Fernández y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, -la más complicada por su superpoblación-, se negaron a tomar medidas desde el Poder Ejecutivo. Ambos mintieron sobre que es “solo” tarea del Poder Judicial las morigeraciones y/o libertades, cuando la Constitución Nacional y la Provincial los facultan para decretar la conmutación de penas.
Los acuerdos firmados en Mesa de Diálogo días atrás en Devoto, son promisorios, pero la covid-19 no espera. A la vez, como los penitenciarios entran y salen son posibles transmisores a uno y otro lado de los muros.
Si se desata la hecatombe en las 300 cárceles argentinas no será una tragedia, el hecho tendrá responsables y comporta el mayor de los delitos: se llama genocidio.

Pandemia y Estado ausente: la resistencia villera en el Barrio Padre Mugica

10.5.2020

Por Nicolás G. Recoaro

Crónica de una recorrida por la Villa 31. Villa donde el número de casos de coronavirus se multiplicó en los últimos días, impulsado por el hacinamiento y la desidia del gobierno porteño.

“Nos decían que había que lavarse las manos y desinfectar las casas para matar al coronavirus. Pero por ahí el Gobierno de la Ciudad no sabe que sin agua no podemos limpiar, bañarnos, cocinar, ir al baño. En vez del virus, nos morimos nosotros. Decime quién aguanta así una cuarentena”. Silvina Olivera hace preguntas, pero no encuentra respuestas. Habla frente al modernísimo Ministerio de Educación porteño, el edificio de aires minimalistas que da la espalda al populoso Barrio Padre Mugica. Como el Estado.
Olivera, nacida y criada en la ex Villa 31, sabe de memoria las penurias que atraviesa. Tiene 36 años, trabaja de cajera en una franquicia pero ahora la licenciaron, y tiene bronquitis crónica. “Soy grupo de riesgo, también para los despidos que se vienen en el laburo”, mastica bronca la rubia detrás del ajustado barbijo. Mientras camina por los delgados pasillos, cuenta que a fines de abril dejó de tener agua en su casa. Vive en un tercer piso, con sus tres hijos. Al tercer día de sequía tomó coraje, agarró unos baldes y cruzó todo el barrio hasta donde estaban estacionados los camiones aguateros. “Eso fue más o menos el 20 de abril, cuando se conoció el primer caso de un vecino con coronavirus.” Dos semanas después, son 280 los contagiados.
“Se descontroló todo, la Ciudad no estuvo presente. Los camiones no podían entrar, hubo largas filas para conseguir agua. Yo me pregunto cuántos vecinos se habrán contagiado esos días. Ahora aumentan día a día y tenemos miedo. La cuarentena acá se pasa en piezas alquiladas de tres por tres, donde viven varias familias, comparten el baño, la cocina. Y sin agua es imposible.”
“¡Quién, quién, quién podrá ayudarme ahora!”, suena en el pasillo un clásico de Viejas Locas. Con la cuarentena estricta se acabaron las changas, el fiado, y ahí aparece el rol esencial de los comedores: “Hay 63 en el barrio –cuenta Olivera–, la mayoría sostenidos con aportes de los vecinos. Desde Ciudad mandaron asistencia sólo para ocho, parece una joda”. Esta semana les dijeron que iban a reforzar las entregas. Pero la única verdad es la realidad: hay lista de espera para conseguir un plato de comida. “Ellos hicieron campaña con nuestro barrio. Hablaban de integración, puras truchadas. Red de agua precaria sin terminar, mucho maquillaje en las fachadas, pero sin servicios básicos, hacinados, olvidados. La ayuda viene de las organizaciones sociales. Del Estado, olvidate”.
Walter José Larrea es auxiliar docente del Polo Educativo Mugica, miembro de la Mesa Participativa de Urbanización y militante social siempre al pie de la olla en más de un comedor. Dice que “la cuarentena ensanchó la desigualdad en la escuela de una forma atroz.
Desde el Ministerio de Educación dicen que las clases siguen en forma virtual, pero es mentira: los pibes del barrio no tienen computadoras, wifi, Internet”. Los docentes, dice, no bajaron los brazos e improvisaron un campus online tracción a sangre: el hilito invisible que conecta a los pibes con la escuela se amarra a la suerte del curtido celular familiar. Si funciona.
El preceptor cuenta que el número de estudiantes que se acercan a pedir los bolsones con mercadería crece semana a semana. No alcanzan. Larrea cuenta una historia, “de las miles que hay: hace unas semanas, una piba de la escuela se puso a juntar peso por peso para amar una olla popular. Con la familia armó una puchereada y fueron a comer 200 personas. Desde ese día no frenaron y la hacen todas las noches. Piden en los almacenes, en las carnicerías. Sin estos lazos solidarios de los vecinos, de las organizaciones sociales y de la Iglesia, el barrio volaría por los aires, porque la cuarentena lo transformó en un polvorín donde viven 40 mil personas. Del Gobierno de la Ciudad ni hablemos. Hacen lindos flyers de prevención”.
Más de cien metros tiene la fila, el largo de la cancha de fútbol, y llega hasta la parroquia Cristo Obrero. Los vecinos esperan su turno para tramitar el DNI o consultar sobre el cobro del IFE salvador. Araceli Álvarez se pasa la mañana orientando a las familias, pidiendo que guarden la obligatoria distancia social, repartiendo barbijos. Llegó a la 31 hace tres décadas desde Oruro. Es enfermera del Garrahan y milita en la organización barrial El Hormiguero: “No laburo en la Anses ni en el Renaper, pero acá estoy dando una mano, cuidando a mis vecinos. Parece una frase hecha, pero de esta salimos todos juntos”.
Jonathan Frías se agarra la cabeza y dice que ya no cree en milagros. Es la tercera vez que se acerca a preguntar por el ingreso de emergencia: “Laburaba en la obra, pero se paró todo. Sólo tengo un subsidio de 3500 pesos, que es una risa para lo que sale el morfi. Tengo un pibe de ocho y vamos a los comedores. Todos mis amigos andan igual: es cagarte de hambre o agarrarte el virus”.
“Comedor cerrado por caso de Covid”. La cartulina con prolija letra de imprenta está pegada en la puerta del local. “Es el comedor de Tapia, uno de los históricos del barrio. Una chica de la cocina tiene coronavirus, por eso están todos aislados. Dicen que abre en seis días, crucemos los dedos”, explica una señora que carga tuppers vacíos en una bolsa. Pegadito al de Tapia funciona el comedor de Alicia García. Se llama Arca de Noé. Alicia, 73 años, trabaja a cuatro manos este mediodía. Todavía falta un rato para empezar a repartir el guiso, pero ya hay una larga cola: “Estamos acá desde el ’89. Siempre hubo necesidades, pero me cuesta recordar un momento parecido. Si venía en marzo, esta fila no existía. Es mucha gente que perdió el rebusque. El otro día un viejito llorando me preguntó si podía quedarse a dormir. No sabía qué decirle”.
El comedor de Alicia también da cobijo a un taller de costura. Estuvieron armando barbijos para repartir en el barrio. Lo que más extraña, dice, es “tener a los vecinos comiendo adentro del local.
Ahora es cargar el tupper o la olla a distancia. No puedo darles un abrazo. Es que acá somos una familia, ¿me entiende?”.
Pamela, promotora de salud, anda con su visera y una planilla a cuestas de una punta a otra de la 31, buscando a quienes tuvieron contacto estrecho con casos positivos: “El operativo arrancó el martes. No es un testeo masivo, como dicen. Pero ayuda para empezar a controlar la expansión. Después de dos semanas sin agua y con cortes de luz, no tenemos idea de cuántos vecinos se enfermaron”. Sigue con su pesquisa en la barriada, pero antes reflexiona sobre su trabajo: “Soy laburante ‘esencial’, como dicen los de la tele y el gobierno. Pero para ser esencial, primero debe ser un trabajo digno: con seguro, ART, contrato en blanco. Un trabajo en regla. Eso para mí es esencial”.

Larreta flexibiliza la cuarentena: El impacto en comercios y transporte

10.5.2020

El Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta brindó más detalles de cómo será la nueva etapa de la cuarentena en la Ciudad de Buenos Aires. Después de acompañar al presidente Alberto Fernández en su conferencia de prensa del viernes por la noche, el sábado por la mañana explicó qué medidas comenzará a tomar la Ciudad para flexibilizar paulatinamente el aislamiento obligatorio.

El mandatario porteño explicó que la movilidad en la Ciudad se triplicó, pasando de una circulación de entre el 8 y 10% de sus habitantes al 25%, pero que a pesar de esto no se registró un aumento exponencial de los contagios. Por lo tanto, consideró posible flexibilizar paulatinamente algunas actividades “bajo estrictas pautas de distanciamiento y cuidado”: “Si cumplimos, mantendremos las actividades y se sumarán otras, si no se cumple, se frenará la apertura y de ser necesario iremos para atrás”.
En ese marco, se estableció que a partir de la próxima semana los comercios que hasta el momento no venían funcionando podrán abrir en principio los días martes y jueves, con un horario comercial de entre las 11 y las 21, para no coincidir con el horario pico en el que usan el transporte público los trabajadores de los servicios esenciales. En esta etapa aún no se contempla la apertura de los locales de ropa.
Según detalló Larreta, el martes abrirían librerías, jugueterías, perfumerías, casas de música, decoración, y el jueves las bicicleterías, concesionarias, mueblerías y joyerías. “Todo va a requerir de estrictas pautas de aseo y será de 11 a 21 para que no coincida con el horario del resto de las actividades. A cada comercio podrá entrar una persona cada 15 metros cuadrados. Y cada negocio tendrá que poner un cartel aclarando cuánta gente puede ingresar al local”, explicó. También confirmó que los empleados de estos locales no podrán usar el transporte público, que seguirá reservado para personal de las actividades esenciales.
Los ciudadanos podrán circular de acuerdo a su número de documento de identidad: DNI impar circulará día impar y DNI par en día par. Se considera que estas salidas serán de cercanías, sin la utilización del transporte público. Los menores de 16 años podrán salir los fines de semana durante una hora, acompañados por los padres (también según DNI). Todavía no se habilitarán parques y plazas.
Larreta confirmó que también comenzarán a reabrir las ferias barriales y se podrá comprar comida en locales gastronómicos, con el sistema “para llevar” o “take away”. Además, unas cien calles de la Ciudad se volverán peatonales.

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