25.5.2020
Por Gloria Pagés
Las Fuerzas Armadas utilizarán contenedores de la minera Barrick Gold, que contamina con cianuro, para usarlos como centro de aislamiento. La Marina estará a cargo de su funcionamiento. Así trata el Gobierno a los sectores populares afectados por la pandemia.
Agustín Rossi, ministro de Defensa, anunció con tono épico que las Fuerzas Armadas están trasladando containers que dejó abandonados la minera Barrick Gold en San Juan hasta el Barrio Padre Mugica (Villa 31).
El objetivo será usarlos como presunto centro de aislamiento para los habitantes del barrio, y dependerán de “personal militar que depende de la Dirección de Sanidad, que estará coordinado por el Hospital Naval Central”, dijo Rossi a Télam.
En tono épico, como si se tratara de una gran proeza, Rossi habló con radio El Destape y relató que “recibimos información de la minera Barrick de que estaban desarmando un campamento y que le daban a las Fuerzas Armadas todo el equipo de contenedores, fuimos hasta San Juan, subimos a la mina, desarmamos eso, lo trasladamos y en un lugar que nos dejaron estamos construyendo un centro de aislamiento.”
El Ministro repitió como lo hace cada vez que tiene un micrófono adelante, que “este es despliegue más importante de las Fuerzas Armadas desde la recuperación de la democracia.”
La militarización de la cuarentena ha sido la salida más rápida y más a mano que encontró el Gobierno desde el inicio de la pandemia. Con ese pretexto, 80.000 efectivos afectados y 40.000 desplegados dan cuenta de la esa inusitada militarización en todo el país, donde la zona AMBA lleva la delantera. El reciente cerco a las villas Itatí y Azul en Quilmes, que la intendenta “progre” Mayra Mendoza, el carapintada Berni y el gobernador Axel Kicillof instrumentaron junto al Ejército, es una muestra de ello. La entrada del Ejército en el barrio Padre Ricciardelli (Villa1-11-14 del Bajo Flores en CABA) también lo es.
En la Villa 31 hay 1665 casos positivos de Covi-19. Un dato realmente alarmante. Mientras tanto, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta dice que “el objetivo es cuidar la salud de la gente, como siempre fue el objetivo”. Un cinismo que apabulla. Tanto la Ciudad de Buenos Aires, como Nación y Aysa, que dejó sin agua durante 15 días a la villa, abandonaron a los habitantes de los barrios carenciados a sabiendas de que era una bomba de tiempo, que el aislamiento social obligatorio es imposible de realizar y que las condiciones de vida e higiene son paupérrimas. Por el contrario, enviaron más gendarmes, prefectos y ahora militares, con las consecuencias que podemos ver a diario de abusos policiales y amedrentamiento.
Este sábado, Alberto Fernández, junto a Larreta y Kicillof, reconocieron que sabían por los especialistas que en las villas iba a haber un dramático pico de contagio. Pero no hicieron nada. Ahora dicen que van a cuidar a la gente, cuando ya 2593 casos confirmados en las villas de la CABA. Los testeos llegaron tarde, lo mismo que el aislamiento. Prima el abandono, la desidia, los traslados a hospitales en colectivos atestados, sin distanciamiento, el alojamiento en hoteles precarios. Ahora, que la crisis es enorme, la respuesta es inundar de militares.
“Y para completar el plan de aberraciones, será la Armada la que se hará cargo de los afectados por el corona virus, de la Villa 31, que serán trasladados a un centro de confinamiento…. La Armada confinó en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio, ESMA, a miles de detenidxs-desaparecidxs. En una alerta sanitaria que sean las fuerzas armadas las que encabecen la organización, es una alarma terrorífica para el conjunto del pueblo”. Así se pronunciaron ex detenidos desaparecidos, nucleados en el Encuentro Militante Cachito Fukman; algunos de ellos estuvieron secuestrados en la ESMA, el mayor centro clandestino de detención a cargo de la Marina, como Carlos “Sueco” Lordkipanidse y Carlos Loza.
Instalar contenedores de la minera Barrick Gold, la misma que contamina con cianuro para extraer el oro de la zona Cuyo tiene una connotación grave y es claro que su utilización en barrios carenciados como la Villa 31 reviste un carácter de clase insoslayable. A quién se le ocurriría que si esto sucediera en barrios como Recoleta o Palermo sus habitantes serían alojados en contenedores. A ellos, cuando volvían de Europa, los aislaron en hoteles lujosos.
Hoy centenares de hoteles están vacíos, con habitaciones, baños, cocinas perfectamente preparadas para alojar y aislar a personas infectadas que no pueden hacerlo en sus hogares. Además de las villas, los paradores de la Ciudad son uno de los potenciales focos de contagio, como acaba de alertar la Defensoría del Pueblo porteña, lo mismo que geriátricos y neuropsiquiátricos.
Los sindicatos también tienen a su cargo y administran hoteles, ¿por qué no abrirlos y ponerlos al servicio del aislamiento? Toda infraestructura ociosa en estos momentos, los clubes que hasta ahora no lo han hecho, deben ponerse a disposición.
Un plan de obras públicas, que dé trabajo urgente a miles de obreros de la construcción sin trabajo por la pandemia podría desarrollar el armado rápido de hospitales y lugares de aislamiento que quedarían permanentes para su uso en el futuro, junto a la reconversión de unidades productivas al servicio de estas obras y de paliar los efectos de la pandemia puede ser también una salida de fondo.
La decisión de echar mano a las Fuerzas Armadas para “resolver” todo lo que no se ha hecho, cuando el desinterés planificado frente a las necesidades de los sectores populares provoca un desastre social y sanitario es mostrado como actos heroicos de militares solidarios.
Nada más alejado de eso, menos en nuestro país donde el “despliegue militar” en nuestro país tiene una connotación y una carga simbólica de gran magnitud. La “vuelta de página” que pregona Alberto Fernández tiene valores concretos, y lo que estamos viendo lo demuestra, y se trata también de otro de los intentos de reconciliarnos con las Fuerzas Armadas que han ensayado sin éxito desde la caída de la dictadura.
Ese despliegue tiene un efecto disciplinador y atemorizante insoslayable. A los barrios ya militarizados por gendarmes y prefectos se le agrega los uniformes de fajina del Ejército. A pesar de la bronca que causa que, mientras crece la cantidad de casos de infectados y muertos, miles de familias no acceden a la ayuda estatal de la IFE y millonarios de Techint y Clarín son subsidiados, ¿quién se atrevería a protestar en ese mar de uniformados?
Alertamos sobre la naturalización de la intromisión de las Fuerzas Armadas en los barrios, la militarización viene para quedarse y es la forma en la que el Estado ejerce coerción, control social y atemoriza. No hay nada de solidario ni heroico.
No faltan militares, policías gendarmes ni prefectos; el Gobierno está haciendo todo menos tocarles las ganancias a los capitalistas. Eso es lo que hay que dar vuelta.