28.2.2021
Por Ramiro Giganti
Ignorando la posible llegada de la segunda ola, y a pesar de los incrementos de contagios la última semana en la Ciudad de Buenos Aires, autoridades de la AFA se reunieron con el vicejefe de gobierno porteño para materializar la vuelta a la presencialidad en las tribunas. Desde los canales deportivos ya se ejerce el “lobby” para abrir los estadios. Mientras tanto, se confirman cada vez más contagios producidos en escuelas por el prematuro inicio de las clases presenciales.
“Ya son 104 los casos positivos de COVID entre docentes y auxiliares” publicaba el pasado 24 de febrero la cuenta de twiter de Familias por un Retorno Seguro a las Escuelas. El dato había sido relevado por UTE y confirmaba, que más de un centenar de trabajadores había contraído la enfermedad al retomar la presencia en escuelas el pasado 8 de febrero. Además se empezaron a conocer casos de chicas y chicos que se contagiaron en escuelas la última semana. Actualmente a quienes trabajan ejerciendo la docencia les recomiendan hisoparse cada 5 días, lo que evidencia una fuerte exposición.
A pesar de dicho posteo, al día siguiente, jueves 25 de febrero, se desarrolló una reunión entre la cúpula del fútbol argentino y Diego Santilli, Vicejefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en la sede de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) con el objetivo de acelerar la vuelta del público en los estadios. El encuentro tuvo como anfitrión a Claudio Tapia, presidente de la AFA y en la mesa se hicieron presentes Marcelo Tinelli, presidente de la Liga Profesional de Fútbol y de San Lorenzo, Rodolfo Donofrio (presidente de River), Ricardo Rosica (secretario general de Boca), Víctor Blanco (presidente de Racing y Secretario General de la AFA), Sergio Rapisarda (presidente de Vélez), David Garzón (presidente de Huracán) y Marcelo Achile (presidente de Defensores de Belgrano y Pro Secretario AFA).
El lobby para forzar la presencialidad del público en los estadios ya se hizo presente en los programas de canales deportivos mediante sus panelistas, apelando al simple deseo de “querer ver de nuevo las tribunas”. Quienes ejercen el lobby parecen haber olvidado que, desde varios años antes de la pandemia, el fútbol argentino se jugaba sin hinchada visitante pese a que los episodios de violencia continuaron al punto que, en diciembre de 2018, la final más importante que tuvo el fútbol argentino a nivel clubes cuando River y Boca definieron la Copa Libertadores, se tuvo que jugar en Madrid. Muchos de los principales responsables políticos de aquel entonces (Santilli, Donofrio y Tapia) estuvieron presentes en esta reunión.
Durante la pandemia, la transmisión los partidos de la primera división del fútbol argentino fue arancelada: familias encerradas mientras cumplían con los protocolos, tuvieron que pagar para poder ver un partido por televisión, que además tenía el financiamiento de sus patrocinadores. El interés de volver a la presencialidad en los estadios es el mismo interés de quienes cobran para que sus hinchas vean un partido por TV.
Mientras tanto, la salud colectiva sigue amenazada por la pandemia, a pesar de la esperanza en que las vacunaciones masivas consigan la inmunidad de rebaño que permitiría el retorno a las actividades aún postergadas. La semana pasada, a nivel nacional, se volvieron a superar los 8.000 contagios diarios en dos jornadas y las muertes ya son más de 51.000. La vuelta a clases presenciales generó condiciones de hacinamiento en transportes, lo que conspira contra la prevención, algo que también afecta a trabajadores de otros sectores. La vuelta a la presencialidad en el fútbol agravaría esto y además fomentaría la, ya presente, prepotencia patronal con el argumento de que “hasta se puede ir a la cancha”.
¿Quién no quiere volver a reunirse y abrazarse con sus afectos, ir a un bar con sus amistades, a un concierto o a ver un partido de fútbol? Esa pregunta resulta impertinente. En todo caso la pregunta sería cómo hacer colectivamente para que sea posible pronto la recuperación de dichas actividades con la menor cantidad de víctimas posibles. Algo que a quienes siguieron lucrando a pesar de las muertes en estadios perpetuados por barras o por la represión policial o escasas condiciones para cuidar a quienes van a la cancha y el resto de la sociedad no parecería importarles.