8.9.2021
Por Prensa FOL
En el sur de la Ciudad de Buenos Aires más de 40 mil habitantes, según Censo 2018 del Instituto de la Vivienda, viven en la Villa 1-11-14. Sus luchas diarias y solidarias por trabajo, vivienda y salud no son noticia. Sin embargo no hay día en que los medios masivos no la signen como el lugar más peligroso apuntando a la población y no al Gobierno.
Ubicada en la zona sur del barrio de Flores, la Villa 1-11 -14 también es denominada como Bajo Flores. Ana, integrante del FOL, vive allí. Conoce como nadie las problemáticas del barrio, en cuanto a urbanización, vivienda y necesidades. Pero además conoce perfectamente el sentido de solidaridad, la lucha y la organización, condiciones necesarias para sostener junto a sus compañeres un espacio comunitario que asiste a vecinas y vecinos.
Las noticias que vemos a diario en los medios hegemónicos tienden a invisibilizar esas prácticas solidarias, marcando solo la presencia de criminalidad, para entonces fijar el estigma de ser el barrio más peligroso de la ciudad de Buenos Aires.
Sin embrago, esos mismos medios no hacen alusión a las políticas estatales. A la carencia de ellas, vale decir. Problemas preexistentes a la pandemia se profundizaron, sin que el Gobierno de la Ciudad intervenga para mejorar la calidad de vida de las personas de barrios vulnerados. Por el contrario, rige el total y absoluto apoyo a los negocios inmobiliarios, en detrimento de espacios públicos y programas habitacionales acordes a las necesidades de barrios populares y villas.
Vivienda
Ana comienza un relato acerca de cómo es vivir en la 1-11-14. Y claro, lo primero que enuncia es referido a la vivienda. “Antes de la pandemia ya los vecinos estaban mal con la gestión de Mauricio Macri, muchos no llegaban a pagar su alquiler, estaban endeudados o incluso algunos elegían pagar el alquiler en vez de la comida. Por eso se acercaban a comedores, antes de la pandemia.
Comenzó la pandemia y fue mucho peor. No pudieron pagar nada, algunos tienen meses de endeudamiento. Cantidades fuertes. Algunos los han echado y se han quedado con sus cosas, en forma de pago por la deuda que tenían.
Así, los comedores estaban repletos y a veces no alcanzaba para todos.
A muchísima gente se expulsó. La gente que podía acceder a la «ciudad formal», en la pandemia tampoco pudo pagar sus alquileres. Obligados por las circunstancias, se tuvieron que venir a alquilar a la villa. Otros regresaron a vivir a la casa de sus padres, hacinados, otros en situación de calle, alojados en el piso con sus hijos. Otros se fueron a provincia a tomar tierras.
Ahora, después de la cuarentena, no sé si es peor, porque no hay un estudio de todas las personas expulsadas o que no pudieron pagar el alquiler, porque en la villa nadie tiene papeles ni nada. A nosotras nos llegan los casos de vecinos sueltos, de compañeras del barrio, a quienes tratamos de ayudarles y buscar entre todos un alquiler. Cuando la compañera queda en la calle, mientras la alojamos en nuestras casas hasta buscarle un cuartito. Trabajamos de esa manera acá en el barrio. Hacemos actividades económicas para ayudarle a pagar la primera cuota del alquiler, cuando no le dan todavía el subsidio habitacional.
¿Urbanización?
Enojada, Ana no encuentra palabras para describir el ninguneo y abandono que reciben por parte del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC).
“En cuanto a la urbanización, por la pandemia no empezó, pero eso es un pretexto, porque en la Villa 31 están más interesados por los mismos intereses de la tierra y ahí si comenzaron. Acá no nos dan bola. Todos los años nos dicen «en diciembre, en diciembre»
Ahora nos volvieron a decir lo mismo en el IVC, que en diciembre van a comenzar los trabajos municipales de agua y desagüe. Siempre es el mismo problema, la cloaca desbordada, las calles inundadas con mierda, nuestros hijos pisando ese barro, las tuberías están muy juntas que el agua que tomamos se combina con el agua de desagüe y está contaminada. Todo el mundo lo sabe y no hacen nada hasta ahora.
Hay manzanas que no tienen agua directamente, porque no tiene la fuerza o presión para llegar. A esas casas directamente no llega el agua.
En cuanto a la luz igual, hay cortes de electricidad en un sector, luego en otro y así se va rotando. Los cables parecen una telaraña, peligrosos, hay muchos incendios. Nadie hace nada, se quema una casa y es normal.
Nadie hace nada, dice Ana refiriéndose a las autoridades gubernamentales. Nada. Ni siquiera en campaña electoral.
“No es lo mismo fumarse un porro en Palermo que en la villa 1-11-14”, dijo hace poco la candidata porteña a diputada nacional de Juntos por el Cambio, María Eugenia Vidal. Nada hacen por la juventud. “La situación ha empeorado. Los jovencitos no tienen oportunidades laborales, roban por primera vez. Los que ya venían robando, roban más. Y la policía les persigue, pero a los verdaderos mafiosos no. Las pibas desaparecen y los pibes también. Nosotras estamos organizadas en una Red del Bajo Flores donde, si desaparece una piba, rápidamente mandamos su foto y nos ponemos en campaña para la búsqueda.
Trabajo
Según el último informe de la Dirección General de Estadística y Censos (DGEyC), dado a conocer en agosto, los barrios de la zona Norte tuvieron un nivel de desempleo de 5,4%, los de la zona Centro un 8,8% y los de la zona Sur un 14,2 por ciento. La desocupación en la Ciudad de Buenos Aires golpea más fuerte en los barrios del sur.
Los vecinos venden cualquier cosa. Porque no hay trabajo en blanco, trabajo formal. Es imposible. Los vecinos tratan de vender lo que puedan. Todos los días hay una feria en el barrio, aparece el truque el cambio de cosas, de ropa, de zapatillas, nos apoyamos de esa manera”, concluye Ana en la descripción de su barrio.
Barrio que los medios masivos no quieren ver, ni difundir sus luchas. Es más fácil seguir estigmatizando.
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