Comunicadores del Sur

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Existe una lucha por vivienda digna aun cuando persistan en estigmatizar a la Villa 1-11-14

8.9.2021

Por Prensa FOL

En el sur de la Ciudad de Buenos Aires más de 40 mil habitantes, según Censo 2018 del Instituto de la Vivienda, viven en la Villa 1-11-14. Sus luchas diarias y solidarias por trabajo, vivienda y salud no son noticia. Sin embargo no hay día en que los medios masivos no la signen como el lugar más peligroso apuntando a la población y no al Gobierno.

Ubicada en la zona sur del barrio de Flores, la Villa 1-11 -14 también es denominada como Bajo Flores. Ana, integrante del FOL, vive allí. Conoce como nadie las problemáticas del barrio, en cuanto a urbanización, vivienda y necesidades. Pero además conoce perfectamente el sentido de solidaridad, la lucha y la organización, condiciones necesarias para sostener junto a sus compañeres un espacio comunitario que asiste a vecinas y vecinos.
Las noticias que vemos a diario en los medios hegemónicos tienden a invisibilizar esas prácticas solidarias, marcando solo la presencia de criminalidad, para entonces fijar el estigma de ser el barrio más peligroso de la ciudad de Buenos Aires.
Sin embrago, esos mismos medios no hacen alusión a las políticas estatales. A la carencia de ellas, vale decir. Problemas preexistentes a la pandemia se profundizaron, sin que el Gobierno de la Ciudad intervenga para mejorar la calidad de vida de las personas de barrios vulnerados. Por el contrario, rige el total y absoluto apoyo a los negocios inmobiliarios, en detrimento de espacios públicos y programas habitacionales acordes a las necesidades de barrios populares y villas.

Vivienda

Ana comienza un relato acerca de cómo es vivir en la 1-11-14. Y claro, lo primero que enuncia es referido a la vivienda. “Antes de la pandemia ya los vecinos estaban mal con la gestión de Mauricio Macri, muchos no llegaban a pagar su alquiler, estaban endeudados o incluso algunos elegían pagar el alquiler en vez de la comida. Por eso se acercaban a comedores, antes de la pandemia.
Comenzó la pandemia y fue mucho peor. No pudieron pagar nada, algunos tienen meses de endeudamiento. Cantidades fuertes. Algunos los han echado y se han quedado con sus cosas, en forma de pago por la deuda que tenían.
Así, los comedores estaban repletos y a veces no alcanzaba para todos.
A muchísima gente se expulsó. La gente que podía acceder a la «ciudad formal», en la pandemia tampoco pudo pagar sus alquileres. Obligados por las circunstancias, se tuvieron que venir a alquilar a la villa. Otros regresaron a vivir a la casa de sus padres, hacinados, otros en situación de calle, alojados en el piso con sus hijos. Otros se fueron a provincia a tomar tierras.
Ahora, después de la cuarentena, no sé si es peor, porque no hay un estudio de todas las personas expulsadas o que no pudieron pagar el alquiler, porque en la villa nadie tiene papeles ni nada. A nosotras nos llegan los casos de vecinos sueltos, de compañeras del barrio, a quienes tratamos de ayudarles y buscar entre todos un alquiler. Cuando la compañera queda en la calle, mientras la alojamos en nuestras casas hasta buscarle un cuartito. Trabajamos de esa manera acá en el barrio. Hacemos actividades económicas para ayudarle a pagar la primera cuota del alquiler, cuando no le dan todavía el subsidio habitacional.

¿Urbanización?

Enojada, Ana no encuentra palabras para describir el ninguneo y abandono que reciben por parte del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC).
“En cuanto a la urbanización, por la pandemia no empezó, pero eso es un pretexto, porque en la Villa 31 están más interesados por los mismos intereses de la tierra y ahí si comenzaron. Acá no nos dan bola. Todos los años nos dicen «en diciembre, en diciembre»
Ahora nos volvieron a decir lo mismo en el IVC, que en diciembre van a comenzar los trabajos municipales de agua y desagüe. Siempre es el mismo problema, la cloaca desbordada, las calles inundadas con mierda, nuestros hijos pisando ese barro, las tuberías están muy juntas que el agua que tomamos se combina con el agua de desagüe y está contaminada. Todo el mundo lo sabe y no hacen nada hasta ahora.
Hay manzanas que no tienen agua directamente, porque no tiene la fuerza o presión para llegar. A esas casas directamente no llega el agua.
En cuanto a la luz igual, hay cortes de electricidad en un sector, luego en otro y así se va rotando. Los cables parecen una telaraña, peligrosos, hay muchos incendios. Nadie hace nada, se quema una casa y es normal.
Nadie hace nada, dice Ana refiriéndose a las autoridades gubernamentales. Nada. Ni siquiera en campaña electoral.
“No es lo mismo fumarse un porro en Palermo que en la villa 1-11-14”, dijo hace poco la candidata porteña a diputada nacional de Juntos por el Cambio, María Eugenia Vidal. Nada hacen por la juventud. “La situación ha empeorado. Los jovencitos no tienen oportunidades laborales, roban por primera vez. Los que ya venían robando, roban más. Y la policía les persigue, pero a los verdaderos mafiosos no. Las pibas desaparecen y los pibes también. Nosotras estamos organizadas en una Red del Bajo Flores donde, si desaparece una piba, rápidamente mandamos su foto y nos ponemos en campaña para la búsqueda.

Trabajo

Según el último informe de la Dirección General de Estadística y Censos (DGEyC), dado a conocer en agosto, los barrios de la zona Norte tuvieron un nivel de desempleo de 5,4%, los de la zona Centro un 8,8% y los de la zona Sur un 14,2 por ciento. La desocupación en la Ciudad de Buenos Aires golpea más fuerte en los barrios del sur.
Los vecinos venden cualquier cosa. Porque no hay trabajo en blanco, trabajo formal. Es imposible. Los vecinos tratan de vender lo que puedan. Todos los días hay una feria en el barrio, aparece el truque el cambio de cosas, de ropa, de zapatillas, nos apoyamos de esa manera”, concluye Ana en la descripción de su barrio.
Barrio que los medios masivos no quieren ver, ni difundir sus luchas. Es más fácil seguir estigmatizando.
Lugares en donde se encuentra nuestra organización:
#BajoFlores Comedores del FOL
#NuevaResistencia
#BertaCaceres
#Charrúa
#AbriendoCaminos

8 años del asesinato de Kevin Molina: la impunidad de las fuerzas de inseguridad en los barrios populares

7.9.2021

Por Diego Moneta

El 7 de septiembre de 2013 Prefectura liberó la zona y avaló un enfrentamiento entre dos bandas ajenas al barrio Zavaleta. En 2015 el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°9 condenó a dos personas que habían sido detenidas el día del tiroteo como partícipes secundarios del crimen, tras haber sido identificadas como parte de las bandas en conflicto.

El 7 de septiembre de 2013 en el barrio Zavaleta se desató una balacera entre dos bandas ajenas al lugar. Pasaron tres horas, nueve llamadas al 911 y más de cien disparos de armas de guerra. Una de las balas atravesó una ventana e impactó en la cabeza de Kevin Molina, de apenas 9 años, escondido debajo de una mesa.
A pocos metros había dos garitas de Prefectura Naval. Los integrantes de la fuerza negaron haber oído las detonaciones por “la lluvia”. Hablamos de ametralladoras UZI y fusiles FAL. De hecho, una de las comunicaciones entre un agente de la Policía Federal y el Comando Radioeléctrico 6 las rechaza y afirma que el panorama era tranquilo. Cerca de ahí también está la Plaza Kevin, no por Molina, sino por un amigo suyo que perdió la vida por otra “bala perdida”.
En 2015 el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°9 condenó a dos personas que habían sido detenidas el día del tiroteo como partícipes secundarios del crimen, tras haber sido identificadas como parte de las bandas en conflicto. En la causa no sé incorporó ningún elemento que pudiera justificar la inacción de Prefectura. Además, el calibre que mató a Kevin no se corresponde con ninguna de las armas secuestradas.
El prefecto Daniel Andrés Stofd estaba a cargo del operativo, en conjunto con Gendarmería Nacional, y fue juzgado por “incumplimiento de deberes de funcionario público” por haber liberado la zona. Llegó al juicio libre y en funciones. Nunca fue relevado y hoy sigue siendo parte de la fuerza. En 2019 el Juzgado Criminal y Correccional N°61, encabezado por Edmundo Rabbione, lo sentenció a un año de inhabilitación y a pagar una multa. El resto de los acusados fueron sobreseídos por considerar que respondían a su superior.
Tanto la querella como la fiscalía habían solicitado el máximo de pena posible, es decir dos años de prisión. El reclamo histórico pasa por contemplar el asesinato, una grave violación a los derechos humanos y del niño, como si sólo hubiera sido un error de trabajo. El poder judicial escindió el hecho de la dinámica previa y posterior de las fuerzas de seguridad en los barrios populares. La violencia institucional es moneda corriente en Zavaleta.
La muerte de Kevin motivó que vecinos y vecinas, a partir de las asambleas de La Poderosa, conformaran una comisión para controlar el accionar de las distintas fuerzas. A través de recorridas diarias y fiscalización de operativos detectan y denuncian situaciones de violencia policial. En ese marco buscan una ley que imponga el control popular de las mismas mediante una institución autónoma y autárquica del Poder Ejecutivo.
En 2016 se estrenó el documental Ni un pibe menos, a cargo de Antonio Manco y con el testimonio de Diego Armando Maradona, que fue presentado en el Cine Gaumont e incluido en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, Cuba. Al igual que en cada aniversario, desde la organización llevarán a cabo actividades para reivindicar la niñez y sus derechos. “A los 9, golpeaba para chequear si me había dormido. Hoy cumple 8, gritándome al oído”, lo recordó Nacho Levy, padrino y referente de La Garganta Poderosa en redes sociales.

Cupo travesti trans y reducción de jornada por lactancia y cuidados, los nuevos derechos para judiciales porteños

6.9.2021

El Sindicato de Trabajadores Judiciales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Sitraju CABA), consiguió la modificación del Convenio Colectivo de Trabajo del Poder Judicial porteño para permitir la inclusión de personas travestis y trans. Además se ampliaron los derechos para personas por lactancia y cuidados y para personas con discapacidad.

En el día de hoy, el Sindicato de Trabajadores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Sitraju CABA), logró la reforma del Convenio Colectivo de Trabajo del Poder Judicial porteño.
De esta manera, se consiguió la inclusión laboral de personas travestis, transexuales y transgénero, en el Poder Judicial de la CABA. Asimismo, se aumentó y se universalizó la reducción horaria por lactancia y cuidados. Y, en el mismo contexto, se incrementaron los derechos de las personas con discapacidad.
«Vamos a tener un desarrollo de licencias que tienda a la equidad en las tareas de cuidado, sin discriminar entre hombres y mujeres, sino buscando un equilibrio. La reducción de la jornada laboral por lactancia y por cuidados antes era solo para las mujeres, ahora va a ser para todos los trabajadores y trabajadoras y amplía el tiempo media hora más. Estaba previsto que sea de una hora y media y pasará a ser de dos horas.», detalló Diego Latrónico, secretario de Prensa de Sitraju CABA en diálogo con Radio Gráfica.
«Para las personas con discapacidad va a haber una ampliación de derechos relativa a los cuidados de su salud o trámites administrativos vinculados a su discapacidad. Estamos muy contentos.», agregó.
La firma del acta en el Consejo de la Magistratura se dio con la presencia de su Secretario General, Juan Rotta y la firma de los integrantes de la Comisión Directiva, Federico Romano y Sofía Garzón Funes para modificar el Convenio Colectivo e institucionalizar las conquistas.
Al respecto, Latrónico, concluyó un comunicado de la organización afirmando que “esta ampliación de derechos es vital en la construcción de un Poder Judicial más justo, equitativo e igualitario; que reconoce la igualdad en la tarea de cuidados, que incorpora a las personas travesti, trans y transgénero al Poder Judicial y que en definitiva transforma desde adentro el servicio de justicia.»

Santoro se suma a Berni y Bullrich: está a favor de la baja de edad de punibilidad

5.9.2021

Por Violeta Lavinia. Equipo Técnico de Infancias y Adolescencias y Josefa Itzá. Trabajadora Social del Equipo Técnico de Infancias y Adolescencias

El candidato del peronismo en la Ciudad declaró esta semana que votaría a favor de un proyecto que bajara la edad de puniblidad de los/as adolescentes. Una agenda de la derecha de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos que busca aumentar la criminalización de la juventud.

En su paso por el programa de Telefé “Staff de Candidatos”, el precandidato a diputado del Frente de Todos, al ser consultado sobre cómo votaría ante un proyecto que bajara la edad de imputabilidad, luego de hablar unos minutos sin decir nada, sostuvo que su voto sería a favor, es decir que apoyaría una ley claramente restrictiva de los derechos de las y los pibes. No sorprende esta posición punitiva del precandidato del Frente de Todos quien, hace unas semanas, defendió el uso de las pistolas Taser por parte de las fuerzas de Seguridad.
Las declaraciones de Santoro dan clara cuenta de su falta de conocimiento de un tema clave y de su posicionamiento contrario a lo que sugieren los organismos especializados en infancia y adolescencia. Unicef ha afirmado que “En Argentina, la reforma del sistema de Justicia Penal Juvenil no requiere bajar la edad de punibilidad, algo que podría ser interpretado como un retroceso en materia de derechos humanos y como una medida regresiva”. [1]
A esta misma posición se suman la izquierda, organismos de Derechos Humanos y diversas organizaciones sociales dedicadas a la infancia. La Comisión Nacional NO A LA BAJA [2], que nuclea varias organizaciones, sostiene que “aquellos que intentan criminalizarlxs para poder encarcelarlxs desconocen que ningún pibe es impune- mucho menos si es pobre- y que el aparato represivo, y la tan mentada “mano dura”, los hostiga desde muy temprana edad”
Además, el precandidato a diputado, habla de bajar la edad de imputabilidad de los “menores”, refiriéndose a las niñas, niños y adolescentes en términos del Patronato, desconociendo la existencia del paradigma de protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes, vigente en nuestro país desde 1990, cuando Argentina ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño.
Lo expresado por Santoro, se encuentra en línea con la posición del gobierno actual (y del anterior). El funcionario K, Sergio Berni, se ha manifestado a favor de la baja de edad de punibilidad en varias oportunidades y Patricia Bullrich y German Garavano, han presentado en 2019, un proyecto de modificación del régimen penal juvenil, que incluía la baja de edad de punibilidad.
La respuesta oficial desde hace décadas, está lejos de la implementación de políticas que garanticen los derechos elementales de niñas, niños y adolescentes y que les permitan acceder a la educación, la salud, la alimentación, vivienda digna y al uso del tiempo libre. ¿Qué significa esto? Que se discuten políticas punitivas -baja de edad de punibilidad, aumento de penas, uso de pistolas Taser, “nuevo régimen penal juvenil”- ante la falta de políticas que permitan a nuestros/as pibes/as vivir una vida digna.
Frente al incremento de la pobreza, que ascendió al 60%, la desocupación y el hambre, el discurso del gobierno se ha endurecido. La respuesta siempre es la represión, la persecución y la detención de la juventud, y de todo aquel que reclame por -o no tenga garantizados- sus derechos.

[1] Unicef. Ideas para contribuir al debate sobre la Ley de Justicia Penal Juvenil. https://www.unicef.org/argentina/sites/unicef.org.argentina/files/2019-01/6_Posicionamiento-Justicia-Penal-Juvenil_0.pdf
[2] https://medium.com/noalabaja

Teatro: “Habitación Macbeth” o el cuerpo en fuga

5.9.2021

Por Natalia Torrado

Todos los sábados a las 20:00 h y los domingos a las 19:00 h puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación esta obra adaptada de la versión original Macbeth de William Shakespeare, dirigida y actuada por Pompeyo Audivert.
Y el hecho es que nadie, hasta ahora,
ha determinado lo que puede un cuerpo.
Spinoza

Todos los sábados a las 20:00 y los domingos a las 19:00 puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación. Habitación Macbeth, adaptada de la versión original Macbeth de William Shakespeare, dirigida y actuada por Pompeyo Audivert.
De lo que se ha comentado y escrito sobre esta obra en los últimos meses, llama la atención el acento que una y otra vez críticos, columnistas de espectáculos y entrevistadores, ponen sobre la cantidad de personajes que Audivert interpreta en escena, haciendo de este aspecto de la puesta su valor principal. Habría entonces que, para hacerle justicia a la especificidad de la obra en cuestión, aclarar dos malos entendidos con respecto tanto al problema de la “cantidad” como al problema de la “interpretación”.
En primer lugar Habitación Macbeth pone en crisis la categoría misma de “personaje”, por lo cual ponerse a contar cuántos de ellos son efectivamente representados en escena y maravillarse porque todos ellos sean “interpretados” por el mismo actor, parece desviar la atención del núcleo verdaderamente revolucionario de la obra. ¿A quién se le ocurriría a esta altura, y conociendo la poética de Pompeyo Audivert, que se trata en este caso de una cuestión de lucimiento personal, de virtuosismo, de alarde actoral? Lo constitutivamente disruptivo de este último trabajo del autor nada tiene que ver una lógica capitalista de ponderación de la cantidad y muchísimo menos con una vocación realista preocupada por que, como se ha leído por allí, cada uno de los personajes sea creíble y se distinga de los otros. Muy por el contrario, si los “personajes” que “interpreta” son tantos, es justamente para remarcar lo absurdo de ambas categorías.
Que el actor no interpreta personajes ya fue dicho por el mismo Audivert en distintas entrevistas y en su libro El piedrazo en el espejo, y principalmente ha sido demostrado por el carácter de todo su trabajo. En el teatro de Pompeyo Audivert el actor, el problema del actor, el actor como problema, viene a hablarnos de otra cosa; y en Habitación Macbeth el actor, como un incapturable, prácticamente nos grita sobre aquello que ni “siete personajes en un cuerpo”, como a la crítica le gusta decir, logran hacer escuchar. ¿De qué se trata aquello a lo que nos resistimos cuando rápidamente sobreimprimimos la lógica acostumbrada del menor costo y el mayor beneficio a un fenómeno cuya naturaleza es irreductible a esa fórmula? ¿No es acaso también la pandemia, especialmente la pandemia, una máquina de producir mayor cantidad a menor costo? ¿Y no debiera una obra como esta inscribir, en este contexto, justamente algo diferente con respecto a esa ecuación? Afortunadamente la crítica y sus adjetivos (tantos los favorables como los desfavorables) no colman el sentido de un acontecimiento artístico.
De cualquier modo, el peligro de neutralizar la potencia libertaria de ese acontecimiento existe y no debe subestimarse. Todos preferiríamos que se tratara de eso, de una exaltación del talento actoral, de una cuestión de destreza, de genialidad, tal como les pedimos a nuestros deportistas, para después poder decir como tanto nos gusta, que tal es “enorme”, que cual es “inmenso”, adhiriendo el discurso (incluso especializado, académico) a los términos de las redes sociales y la publicidad. Todo del orden de lo mismo.
La otra versión del asunto, para los más inquietos, es que la obra constituye “una sesión de espiritismo” o un encuentro con “fantasmas”, abrochando así la cuestión del teatro a la del “más allá”, a esa dimensión que nada tiene que ver con nuestras vidas o con la que, en todo caso, hacemos un renovador contacto esporádicamente, para poder después seguir con nuestras vidas, como si se tratara de una especie de lifting espiritual. De una forma u otra, de lo que nos perdemos es de ser realmente conmovidos por el teatro. Y de que esa conmoción abra preguntas que no nos dejen vivir, preguntas como aguijones: ¿qué es eso? ¿de qué se trata lo sucede en escena? ¿A quién le sucede? ¿qué es lo que puede ese cuerpo? ¿cómo y por qué puede lo que puede? ¿qué es entonces un cuerpo y, entonces, tengo yo uno, soy uno, en qué consiste o consisto? Y si ya no se trata de un cuerpo ¿de qué se trata? Y si ya no es “uno” ¿qué puede un cuerpo, en plural? ¿en qué se convierte? Si nos conmoviéramos, cada quién con sus preguntas abriría vasos comunicantes a otras preguntas y a otros, a algo que nos es “otro”. A insólitas formulaciones e hipótesis disparatadas que sin embargo empatarían lo paranormal del fenómeno que Habitación Macbeth desata. Haríamos del teatro una experiencia al costado de lo normal. Pero no. El mismo acontecimiento que con obsecuencia calificamos de extraordinario, por realmente serlo, debe ser normalizado, y para asimilarlo obturamos rápidamente cualquier capacidad de inventar una pregunta nueva que no exija respuestas inmediatas, o un problema inédito que no requiera una solución definitiva. La lógica de la identidad y la inmediatez (equivalentes en el discurso social a las categorías teatrales de “personaje” e “interpretación”) clausura nuestra curiosidad, nuestro anhelo de algo de otro orden. ¡Justo cuando era esa la aventura a la que Habitación Macbeth nos invitaba! A veces las mejores críticas son un desaire a esa invitación.
Entonces, digámoslo ya, de la puesta lo que importa no son los personajes sino sus condiciones de producción, el procedimiento que los posibilita, la vacilación entre identidades, el parentesco entre unas y otras y, sin embargo y a la vez, la extrañeza y la ajenidad que puede producir un mínimo corrimiento, un “entre” una y la otra, la visibilización de ese entre, el paso de una cualidad a la otra, la puesta en acto de la lógica del no-todo, la puesta en relieve de esa “abertura” como lo propio de la actuación. Lo que Habitación Macbeth viene a poner de manifiesto es mucho más del orden de la cualidad que de la cantidad. Y no de la cualidad clara y distinta de cada personaje, sino del devenir como forma de subsistencia y también de relanzamiento de la vida al borde de la extinción. Un tránsito o trance que se produce en “el” actor y que produce “lo” actor. Porque en esta obra “lo actor” se suelta del actor, “lo actor” se suelta del personaje y se suelta de la actuación, para constituirse ya no en representación de nada sino en pura presencia viva.
No se trata de un fantasma, no se trata de un espíritu, no se trata de un actor dotado (claro que sí, pero no por los motivos que se le adjudican); se trata de una presencia plena y a la vez esquiva que no conviene a nadie. Y que por eso mismo no hablamos de ella. “Lo actor”, cuando se presenta, viene a desmantelar un sistema de representación que con sus nuevas máscaras de lo “multi”, de lo “trans” (mal entendido, es decir, pretendidamente entendido), de lo “diverso”, de lo “plural”, de la “diferencia” y la “inclusión” (también mal entendidas, incluso lógicamente contradictorias), del “simulacro” (como falsa victoria de una posmodernidad despolitizada y politiqueríaizada). “Lo actor” desmantela un sistema de representación que no hace más que seguir reforzando sus mecanismos represivos por la vía del adormecimiento y la imbecilización generalizada.
Todos opinamos, pero nadie pregunta, nadie discute, nadie hipotetiza. Hipótesis y teatro comparten su origen: disponer, poner en relación, conjeturar, componer, probar un “posible”. Habitación Macbeth prueba un posible. Pero no al modo del desafío, de la superación de una prueba por la vía del aumento de cantidad o de destreza, sino más bien por el extremo al que lleva la misma posibilidad de actuar: porque actúa al extremo pone en peligro la actuación misma y allí, y sólo allí, se presenta “lo actor”. Habitación Macbeth se hace cargo del peligro de una época que no advierte o prefiere ignorar su verdadero peligro, o lo desvía hacia zonas dominadas por fuerzas que no le competen (“el virus”, “la pandemia”) sobre las cuales no pude actuar y entonces todo se vuelve responsabilidad de otros, a los que aplaudimos o abucheamos, según decidan a favor o en contra de nuestros más o menos mezquinos intereses personales. Esos otros son padres a los que todavía idolatramos u odiamos. Habitación Macbeth no tiene padres. Y no porque no herede o reniegue de su herencia (teatral), sino porque no funda su destino en ella. Y es feminista por default (que es lo contrario de un feminismo de pacotilla) cuando de entrada le aclara al discurso de poder, de todo y cualquier poder, que “este no es vuestro camino sino nuestro escenario, caballeros” través de las brujas.
Y contrariamente a lo que muchos opinan, Habitación Macbeth es una obra juvenil. No es la apoteosis ni la culminación de nada, ni la síntesis madura de todo lo anterior. No se apoya en garantías o avales previos o externos. Más bien sale como sale un adolescente, que tiene que salir, con lo que tiene, a buscar. Y no puede dársele dinero suficiente o transporte seguro, ni exigírsele lugar de destino u hora de regreso, para que no le pase nada malo. Porque sí, puede pasarle algo malo, muy malo, pero tiene que ir igual. Tiene que hacerlo. Como si ese “acto” intempestivo se constituyera a la vez en un salto de fe. Y no se trata de un gesto regresivo o de rebeldía, no se trata de una inconciencia o un impulso, se trata de una necesidad histórica: entender que después de “tanto” teatro, que en medio de tanto teatro, el teatro tiene que estar dispuesto no sólo a perder, sino a perder lo que más quiere, para vivir. Y no es que la pandemia nos de ocasión de hacer cosas extraordinarias impulsados por la necesidad o el estado de excepción. La necesidad y el estado de excepción también han reforzado la zoncera irresponsable o el temor paralizante. Es que, al contrario, la pandemia nos confronta con la urgencia de perder, aunque no estemos dispuestos a asumirlo. Y entonces los más valientes aceptan que perdieron y se lanzan a la experiencia de la pérdida abjurando de la falsa complacencia de tener donde llegar o a donde volver, y entonces salen de toda y cualquier habitación que los ampare. Porque tienen un propósito que es también una misión colectiva. Porque “lo actor” no es de nadie, siempre está en otra parte, en otra habitación. “…mi oficio es sacarlos de escena, parirlos al otro lado. Ya han estado suficiente tiempo aquí. ¡Fuera de mi escenario!”, dice Macbeth. La potencia de “lo actor”, entonces, no es acumulación de poder (¡cuantos más personajes mejor!¡cuanto más mejor!) porque siempre se sustrae, para desatarse en otro lado. Del otro lado de cualquier lado. “Lo actor” no es otra cosa que sacarse de la escena, una y otra vez, como forma de liberación de una potencia en contra de la maniobra del poder.
Así que no se trata, le pese a quien le pese, de un cuerpo habitado por múltiples identidades: se trata de un cuerpo en fuga. ¿Qué puede un cuerpo? Un cuerpo puede eso en lo que se convierte. Y convertirse es darse vuelta. Perderse acá, cada vez, para salvarse del otro lado, que ya no es la promesa del reino de los cielos, ni un más allá al que acceder por medio del arte como consuelo espiritual, ni la trascendencia de un autor elevado a la categoría de lo clásico. Por el contrario, el más allá es ese cuerpo en fuga que se salva porque es irreductible a un cuerpo físico pero también a un cuerpo tecnológico-virtual. Al monopolio violento de la imagen en la en tiempos de pandemia Habitación Macbeth no responde con la reivindicación de un cuerpo material, romantizado, al que aferrarse para resistir el atropello de la virtualidad. Por el contrario restituye “eso” del cuerpo que lo vuelve un misterio sin soporte, es decir insoportable. Es que esta habitación siempre es otra, por la que pasa un cuerpo cuando escapa de su aniquilación, es decir de su ser “uno”. Y no existen garantías para ese cuerpo que cuanto más se salva más se agota, porque no se trata aquí de la supervivencia, sino de testimoniar una potencia. Para el porvenir. “Hacemos lo que podemos con el cuerpo que tenemos” dice la bruja vieja. Tal vez lo que importa no es “qué” puede un cuerpo sino que un cuerpo “puede”. Y es que a partir de Habitación Macbeth todo el teatro es hoy una imagen detenida e impotente. Reina la cobardía. Habrá que actuar. Habrá que mantenerse “siempre mudo y flotante, amorfo y continuo, crecedor en la noche vaginal corrosiva de este teatro apestoso al que llaman mundo”.

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