15.5.2022
La artista presentará el repertorio de su tercer álbum el domingo 22 de mayo en Pista Urbana. Tango nuevos, propios y clásicos para celebrar sus 20 años de carrera y las revoluciones que la atraviesan desde lo artístico y personal.
La nueva producción tanguera no para: la autogestión, el feminismo, la recuperación de la milonga como baile social y las nuevas composiciones parecen ser el signo de los tiempos. A fines de la década del 90, el género atravesaba otra de sus tantas crisis, cuando un grupo de músicos y músicas jóvenes le sacudieron la modorra y no sólo volvieron a interpretar la música rioplatense sino que comenzó a nacer un nuevo repertorio, al que se denomina tango Siglo XXI o tango nuevo.
Dentro de ese espacio diverso y poblado (aunque no masivo) que es el nuevo tango, las mujeres y disidencias pisan fuerte. Ya no sólo como cantoras, que es el lugar que la historia tanguera les reservaba a ellas, sino como músicas, compositoras, arregladoras, productoras, compositoras y letristas.
La platense Gisela Magri está celebrando sus 20 años de carrera musical y habita este espacio desde su militancia transfeminista como hacedora integral: cantora, autora, gestora. Por estos días está dando a conocer parte del repertorio de su nuevo disco, Después del giro, con temas propios, de autorxs contemporánexs y clásicos. Versiones arregladas por Noelia Sinkunas que ya suenan en plataformas digitales y que sonarán en vivo el domingo 22 de mayo en Pista Urbana, en el barrio de San Telmo. En ese concierto de presentación de este nuevo trabajo, Magri estará acompañada por Sinkunas en piano, Juan Martín Scalerandi en guitarra, Milagros Caliva en bandoneón, Julian Di Pietro en intervenciones digitales y compartirá el micrófono con dos voces protagonistas de la escena tanguera actual: Julieta Laso y Cucuza Castiello. APU charló con Gisela Magri antes de la presentación de su tercer álbum discográfico.
¿Por qué cantar tango en estos días?
Gisela Magri: El tango es una música viva, presente y futura. Yo siento que hay mucho por decir aún desde ese universo musical, conceptual, corporal, afectivo e identitario que es el tango. Por otro lado, no podría dejar de hacerlo, porque es un modo de ser en el mundo para mí, tengo un camino y una vida ligada a esa raíz y proyección. También creo que al existir una escena que se viene gestando hace más de dos décadas, de tangos que hablan de nuestro tiempo, desde la memoria histórica reciente, de todo lo que nos está atravesando como sociedad y humanidad, eso necesariamente hace entrar otros contenidos temáticos al género, otra información, nuevas búsquedas musicales y poéticas; entonces, en un punto hay demasiados motivos para no dejar de cantar, tocar y hacer tangos.
Este disco coincide con tus 20 años de carrera, ¿qué fue cambiando en vos desde esos tiempos hasta hoy?
G.M.: Cambió muchísimo mi vida en estas décadas, pero al mismo tiempo hay continuidades a través del tiempo, en esto de estar con los pies y la voz en el tango siempre, incluso habiendo concretado proyectos vinculados a otros géneros de la música popular sudamericana o discos que exploran el tango desde otras miradas estilísticas, desde otra construcción tímbrica. Si voy más atrás, con mi primer grupo en 2002 empecé haciendo tangos milongueros tradicionales poco conocidos, rescatando repertorio también de los años 20, del criollismo, y luego versionando desde el tango canciones del rock o del pop. Me nutrí mucho de cantar en milongas en las que iba a bailar de manera incesante y febril. Es decir, al mismo tiempo que pasé por aprendizajes formales e informales en la música, fui aprendiendo a cantar bailando. Eso y la idea de investigar el tango desde muchos lugares se mantuvo siempre. Creo que lo que cambió en términos de repertorio y de estética es esta búsqueda en relación al tango del Siglo XXI, porque me empecé a enfocar ahí y a darle espacio paulatinamente al rol de la composición y la autoría. Me siento parte de la tradición y de esa nueva comunidad al mismo tiempo. Este disco, Después del giro, refleja ese devenir y convergencia.
Después del giro hace referencia a cambios, a modificaciones en la vida, ¿y en cuanto a lo musical, cómo repercute lo vivido?
G.M.: Lo vivido es parte de lo musical y no está escindido del tiempo vital, aquello habilita un material para poder crear y hacer cosas. Después del giro también hace alusión a cambios musicales en mí, en esto de enfocar la lente en el tango nuevo y en hacerme cargo de que tenía canciones, tangos, valses y milongas que quería poner en el mundo. Es un re un giro para mí, es incipiente aún y me viene dando vuelta bastante la vida ese movimiento.
Siguiendo con “el giro”… ¿Cómo es el movimiento inverso: en tu caso cómo impacta lo vital en lo artístico?
G.M.: Como decía antes, es una trayectoria que se va dando de manera imbricada, lo vital y lo artístico se van retroalimentando mucho. Es un proceso un poco caótico a veces, pero al mismo tiempo, tengo muy en claro que voy para adelante, que no quiero nunca dejar de producir proyectos porque lo he hecho en los momentos de mayor angustia y crisis existencial. También otras “yo” que me conforman me hacen música de una manera particular. Ser antropóloga, docente, llevar adelante una militancia cultural y sindical en la música o haber sido mamá mientras hacía mi segundo disco, Madeja; todo eso está en mí y en mí hacer. En la pandemia, sin ir más lejos, con crisis amorosas y vitales a cuestas además del drama social planetario y la incertidumbre que nos habitó a todes, hubo un tiempo que sentí “irme a cero”, caerme del todo, resetearme después de sentir que algo se había muerto adentro. Y en ese momento salió “Ir a cero”, la primera composición que hicimos en colaboración con Noe Sinkunas.
¿Cómo fue el trabajo de creación y producción junto a Noelia Sinkunas?
G.M.: Con Noelia, si bien nos conocíamos hacía muchos años, nos encontramos de manera más consciente en 2018. Ya veníamos pensando en componer en coautoría así que a fines de 2019 le pase un material al cual meses después -en pandemia- seguimos laburando a distancia y ella intervino también en la música, la letra y en la construcción de un arreglo a piano y voz. Las dos veníamos muy manijas en esto de explorar tímbricamente, mediante efectos digitales, la voz y el diseño sonoro así que se nos sumó Julián Di Pietro y la resultante fue “Ir a cero”, que lanzamos como sencillo en agosto del 2020. Flasheamos mucho con la idea de usar el estudio como una caja de instrumentos musicales más, complementarios a la construcción de sonido acústico que ya teníamos. Sentíamos que el tango estaba bastante ajeno a los procesos de producción musical y estéticas de otros géneros urbanos que son masivos en este momento. Seguimos en ese plan con “Yo no puedo ni decir” y de a poco nos fuimos dando cuenta de que estos temas iban a ser parte de este proyecto discográfico que hiciera una especie de racconto de mi vida con el tango en estos 20 años. Ahí decidimos encarar ese laburo juntas, con ella como productora musical, además de como pianista y arregladora. Eso también fue una decisión política además de estética, porque las dos nos sentimos parte del transfeminismo en la música y pulsamos por la construcción de equipos artísticos y técnicos con equidad de género.
¿Qué aprendiste en este trabajo discográfico?
G.M.: Pude situarme en otro lugar qué es el de creadora además de intérprete. Siento que siempre estuve un poco sola trabajando en la idea y producción musical de mis discos, más allá de haber contado con músiques y arregladores increíbles. Con Noelia logramos una alianza muy interesante para darle causal al proyecto. A través de los años fui también haciéndome más consciente de que soy una trabajadora de la música y que tenemos que cuidar mucho el laburo y los equipos, más cuando la escala va creciendo. Si la autogestión es autoexplotación algo anda mal.
¿Cómo fue el trabajo con el repertorio? Porque va de los clásicos al tango actual. ¿Dónde se encuentran y hacen sentido esos dos estilos/concepciones estéticas?
G-M.: Como comentaba, la idea fue hacer una especie de arqueología de estos 20 años de profesión, reversionando tangos, milongas y valses que me han marcado, obras del cancionero del tango de hoy y tangos, milongas y valses míos. En el cruce estuvo el desafío para construir el repertorio. Yo creo que hacía y hace falta más diálogo entre tradición e innovación, lo que por otra parte fue muy característico del tango en su época dorada. Troilo se ponía a reversionar tangos de la guardia vieja al mismo tiempo que escribía con Manzi. Esa intergeneracionalidad hoy está un poco averiada y sentí que tenía que homenajear a mis raíces al mismo tiempo que me animaba a reversionar los “nuevos clásicos”, y que también ponía algo nuevo en el mundo.
¿Cómo ves el panorama tanguero de estos días?
G.M.: Es muy diverso, hay una suerte de ebullición de nuevas creaciones y ganas de expandir el tango hacia otros públicos, de poblarlo de otros sonidos y gestos. Hay mucha madera para seguir construyendo esta escena, pero también veo que es necesaria la profundización de las políticas públicas culturales en relación al tango, en términos de federalismo, inclusión de mujeres y otras identidades de género no hegemónicas y no “consagradas”.
¿Cómo va ser la presentación de Pista Urbana?
G.M.: La idea para esa noche es hacer una primera presentación, recorrer de principio a fin el disco en vivo, sabiendo que aún para esa fecha no va a haber sido publicado de manera completa, es decir: que el público lo va a conocer de primera mano. También vamos a proyectar un avance del micro documental que estamos haciendo con Alejandro Diez sobre estos 20 años de vida y música con el tango y sobre este disco tan especial para mí. Muy feliz y agradecida de que lo que soñé se volviera proyecto y trabajo colectivo. Lo que sigue es una suerte loca, y si al público le resuena y conmueve, ojalá sea también un aporte a esta nueva época expandida del tango.
Link a Spotify: https://open.spotify.com/artist/4oRCN5rTR7AwwL3OxZ8vwH