12.6.2014
“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Martin Luther King
Parecería que la década de los ’90 nunca termina y que los herederos de Menem, insertados en todas las fuerzas políticas, siguen actuando con la misma lógica, en cuanto al hecho de seguir haciendo buenos negocios privados con espacios públicos y semipúblicos.
A pesar que en esos años, casi se liquidaron todas las joyas de la abuela (empresas y recursos estratégicos del Estado), todavía quedan algunas de gran valor, como es el patrimonio público de los argentinos, al cual la patria contratista vigente aún, bajo la aggiornada figura de emprendedores y desarrolladores (valet estable de los amigos del poder), ve con buenos ojos y no le desagrada la continuidad de las tendencias neoliberales.
Salvo honrosas excepciones, en la mente de los funcionarios, sean del orden nacional, provincial o municipal, subsiste y se incrementa las prácticas de hacer buenos negocios con la tierra del Estado.
De los terrenos portuarios (Puerto Madero, Rosario y Santa Fe, vía Master Plan marcaron el camino a seguir) se pasó a los ferroviarios, a los caminos de sirga, y los de las fuerzas armadas y otros tendrán el mismo destino.
No soy original en nada al decir que, en los últimos años y en distintas jurisdicciones y ciudades, ha recobrado fuerzas la neo mercantilización de paseos, parques y espacios verdes pertenecientes al dominio público o privado del Estado, mediante la instalación de bares, playas de estacionamiento, cocheras o los denominados en la actualidad “núcleos de servicios”, tierras destinadas al uso común que va a parar a manos de “desarrolladores o concesionarios”, los que a través de estos mecanismos obtienen pingües ganancia a expensas de todos, disimulándose ese desapoderamiento, bajo el tentador argumento de mejoría de esos lugares, ya sea mediante la instalación de novedosos juegos para niños, paneles sanitarios, playones deportivos y mayor eficiencia en la seguridad, en lugares supuestamente cada vez más inseguros.
Las distintas administraciones del siglo XXI, se sienten amos y señores de esos espacios y en forma autoritaria y antidemocrática disponen de ellos en forma unilateral, a espaldas de toda la comunidad y sin su participación, pese a llenarse la boca de instrumentar nuevas formas de democracia participativa.
Como expresa la Arq. y Urbanista Graciela Mariani: “Las formas que va tomando el crecimiento urbano son la expresión de las interacciones entre las fuerzas, políticas, económicas y sociales. Cuanto más desiguales son sus fuerzas, así de desigual será su representación en el espacio ciudad y cuando los intereses económicos son preponderantes sobre los otros y seguramente los más relegados serán los intereses sociales, veremos que la especulación inmobiliaria, la de las de las construcciones más sofisticadas, avanzan a una velocidad descontrolada, por sobre todos aquellos espacios que en otro momento fueron centro o partes del interés social y la vida comunitaria.” “Y aquí es donde aparecen los complejos de torres, los shopping centers, los hoteles de lujo, los estadios monumentales, inmensos edificios de estacionamiento, aéreos o subterráneos y las autopistas para los traslados.”
“A ese capital especulativo no le interesa ni los habitantes, ni la salud, ni la ecología ni las más mínimas de las necesidades humanas y cuanto más corruptas sean sus estructuras sociales, más rápidamente se desarrolla arrasando con la vida ciudadana.”
“Mientras tanto los jueces se declaran incompetentes para atender los de Amparo presentados por las ONG y Asociaciones vecinales, la fiscalía no quiere atender los reclamos vecinales, los medios hacen poco lugar a la protesta, los Consejos profesionales avalan el "progreso" en espera de futuros trabajos.”
Algunos años atrás, para un candidato a Intendente, posteriormente electo, me pidieron un aporte sobre el tema del Espacio Público; respondiendo más o menos lo siguiente: La especulación urbana se está convirtiendo en el principal problema ambiental y social, que destruye nuestro recurso más preciado, el suelo, provocando un alarmante aumento de la corrupción.
No se entiende, que el municipio con la proliferación de áreas técnicas o a través de pomposos planes que al inicio de cada gestión se anuncian como Planes Directores, Reguladores, Estratégicos, o cualquier otra denominación, nada diga al respecto, y quiera presentar a la ciudadanía un Plan Urbano que es más de lo mismo.
Sospechosamente, nunca existen políticas o mecanismos de regulación, ni prevenciones ambientales para preservar la calidad de vida y el bienestar de los vecinos, cuando de grandes inversiones se trata. Ya sean, grandes mercados, telefonía, autovías, obras en zonas inadecuadas, lechos de crecidas o de inundación, entre otras.
Transcribía del informe "Geo Argentina 2004" lo siguiente: “Se observa que las normas urbanas terminaron por aplicarse solo a la clase media ya que "El mercado solía eludir o manipular el control normativo en la producción de hábitat para los sectores socioeconómicos altos, en tanto los sectores bajos no podían cumplimentarlo por su incapacidad económica"; el resultado "baja calidad ambiental de grandes sectores urbanos" y "la inexistencia o mínima provisión de servicios".
"Se consolidó la hegemonía de la rentabilidad: se protege aquello que deja ganancia o -al menos- no implica inversión social, mientras que se estimula o tolera todo tipo de arbitrariedad individual, aun cuando se agravie derechos personales o normas preestablecidas. El shopping y la autopista son, así, una suerte de salvaje pragmatismo para el cual la modernización sólo puede consumarse en términos de exclusión social."
Los espacios públicos son objeto de apropiación privada y el Estado Municipal va resignando cada vez más su poder de policía y su capacidad de regulación e intervención frente a tales iniciativas.
En ese esquema, plazas, paseos, parques, zonas de escurrimientos, playas, albardones costeros, cursos de agua, reservorios, terrenos públicos, calles, espacios aéreos, terminales de ferrocarril y demás bienes de ese patrimonio van siendo abandonados esperando la oportuna "ayuda de los emprendedores" en perjuicio de la ciudadanía.
Los reglamentos de zonificación no se cumplen y tampoco existe la voluntad política de hacerlos cumplir.
Y proponía una decidida intervención de la administración municipal en ejercicio del principio de autoridad y el poder de policía tendientes a la recuperación, conservación y mejoramiento de esos espacios, en beneficio de la comunidad, estableciendo un orden de prioridades apoyado por los resultados de las consultas sociales.
Quiero terminar con una reflexión de Jordi Borja (reconocido urbanista catalán) que dice: “Actualmente el carácter especulativo del capitalismo financiero cuya lógica cortoplacista es producir dinero por medio de dinero, degrada y miserabiliza el espacio público y a la larga conlleva la progresiva disolución de la misma como el ámbito más real de la democracia.”
“Los urbanistas deben ser también voces críticas, que denuncien los muros que cierran calles y barrios, la privatización de los espacios públicos y la exclusión de colectivos sociales. Y no ser cómplices de operaciones que proponen rehabilitación de zonas deficitarias pero que persiguen expulsar a una población para que ocupen el lugar colectivos más solventes.”
“Lamentablemente los urbanistas en su mayoría no se plantean estas cuestiones, unos por afán de lucrarse en las operaciones perversas citadas, la mayoría por no haber tenido una formación más integral, que combine el diseño formal y los efectos sociales, la cualificación del entorno urbano con el sentido que ello tengo para la ciudadanía, la funcionalidad urbanística con la expresión política. El urbanismo no puede olvidar que no es solamente una técnica y un arte, es también un instrumento de intervención social y un ejercicio de responsabilidad política.”
Los dejo para que lo piensen y me despido hasta la próxima Aguafuertes.
Ricardo Luis Mascheroni
Docente