6.10.2014
El Ejecutivo porteño y una delegación de Legisladores de la Ciudad visitarán plantas de incineración en Francia y España, a pesar que esa tecnología está prohibida en la Ciudad. La incineración de residuos es una tecnología polémica, muy criticada por los altos costos y alto nivel de contaminación que genera ¿Buenos Aires va camino a la incineración?
Esta semana un contingente conformado por el Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño y su equipo, el presidente de la Agencia de Protección Ambiental (APrA) y varios legisladores de la Ciudad del PRO, UNEN y FPV, visitarán una serie de instalaciones asociadas a la gestión de residuos sólidos urbanos, entre otras, la moderna planta de incineración de residuos Isseane, ubicada en París.
Resulta extraña que esta visita se realice (y a expensas del erario público) porque la incineración, en todas sus formas y variantes, está prohibida en la Ciudad de Buenos Aires, ya sea en su propio territorio o en otro, por el artículo 7 de la ley Nº 1.854, conocida como “Ley de Basura Cero”.
La tecnología de la incineración
La incineración es el tratamiento térmico de los residuos mediante la utilización de altas temperaturas por oxidación que produce una reducción del volumen. Los pasivos ambientales de este tipo de tratamiento son gases de combustión, efluentes líquidos y cenizas.
En Europa, estas plantas, conocidas como “waste to energy”, recuperan energía de los residuos utilizando el calor producido en las calderas para generar vapor y así mover una turbina generadora.
Este último tiempo en América Latina se está gestando un lobby para impulsar la quema de residuos sólidos urbanos en hornos de incineración. Cada vez más empresas, en su mayoría de capitales europeos y estadounidenses, están promocionando sus tecnologías como métodos de “valorización energética” de los residuos. Con publicidad engañosa afirman que estas tecnologías “combaten el cambio climático” y son una “fuente de energía renovable”.
La incineración de residuos no es una fuente de energía renovable dado que los residuos sólidos urbanos, a partir de donde se obtiene la energía, no son renovables. Los residuos están compuestos por materiales que derivan del petróleo (plástico) y de otros recursos como minerales y celulósicos, que son finitos. La incineración convencional supone un derroche de energía y de recursos frente a prácticas probadas de recuperación de materiales y de reciclado.
Tampoco estas tecnologías son propensas a mitigar los efectos del cambio climáticodado que una usina de incineración emite más dióxido de carbono por unidad de electricidad que una de carbón.
En otro orden, también estas plantas son un peligro para la salud de la comunidad y el ambiente. Todos los incineradores suponen un riesgo dado que estas tecnologías emiten miles de sustancias tóxicas que contaminan aire, suelo y agua, entre ellas compuestos probadamente cancerígenos como las dioxinas y furanos. A pesar de que los incineradores modernos tienen filtros y dispositivos de lavado de gases que eliminan la contaminación, estos no logran eliminarla completamente. Numerosas publicaciones científicas ratifican que las sustancias ultra finas de estas emanaciones no pueden eliminarse.
En nuestro país funciona desde hace muchos años la Coalición Anti Incineración, en cuyo sitio puede encontrarse mucha información sobre este tipo de tecnología[1].
La planta Isseane
La Planta de incineración Isseane, construida en el 2007, fue la última y más moderna planta construida en Francia. Reemplazó a otras incineradoras de la zona que no eran tan eficientes ni seguras. Isseane costó 500 millones de euros para poder estar adecuada a las estrictas normas ambientales de la Unión Europea[2].
No es casual que se haya elegido esta planta para la visita, conocida como la “incineradora transparente”. Según sus lobistas esta planta de combustión de residuos, que funciona las 24 horas del día, pasa desapercibida entre el vecindario porque "no huele, no hace ruido y no contamina".
El gobierno francés paga entre 70 y 110 euros por tonelada de residuos incinerados. Este monto es solo por incinerar los residuos ya que no está computado en esa cifra el transporte, el traslado y el entierro de las cenizas de esa combustión. Las cenizas son dispuestas en rellenos de seguridad debido a la peligrosidad de su composición incrementado de esta manera su costo.
La gestión de residuos en Buenos Aires.
Según cifras de la propia CEAMSE, la Ciudad de Buenos Aires redujo la cantidad de residuos domiciliarios enviados a los rellenos sanitarios. Sin embargo, el propio Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) carece de cifras oficiales de recuperación y reciclaje de residuos. Es decir, la cantidad de residuos puede haber disminuido pero no necesariamente por políticas públicas focalizadas en ese sector[3].
A pesar que el GCBA argumenta su compromiso por cumplir la “Ley de Basura Cero”, la licitación pública y los nuevos contratos de recolección de residuos sólidos urbanos-fracción húmeda por 10 años firmados con las empresas adjudicatarias, y la futura construcción de las dos plantas de Tratamiento Mecánico y Biológico (MBT) van en contrario a esta meta.
El nuevo y costoso[4] contrato establece la recolección y el transporte de la fracción húmeda de los residuos de la Ciudad. La fracción húmeda es la mezcla de los residuos orgánicos (45% del total) con otros desechos de los cuales no hay ni existen formas de recuperar por otras vías. Si la Ciudad quisiera implementar un servicio especial de recolección diferenciada de los residuos orgánicos este contrato no se lo permitiría.
La Ciudad, de esta manera, está condenada durante 10 años a recolectar y transportar residuos mezclados, que justamente por estar en esta condición son basura muy difícil de recuperar o reciclar. En este contexto entran las plantas MBT, que son las únicas instalaciones que pueden “recuperar” los residuos una vez mezclados. Su índice de recuperación es muy bajo, su rechazo muy alto, y es cuestionable el tratamiento de la fracción orgánica por este método[5].
En relación a las MBT, en el itinerario de la comitiva también está previsto visitar este tipo de plantas en Valencia y Madrid, donde los MBT se combinan o son la primer parte de la cadena para incinerar el rechazo de estas.
El escenario
Como se señaló más arriba, no es casual esta visita de funcionarios y legisladores a plantas de incineración en el devenir de esta política en materia de gestión de residuos. Tampoco son casuales los dichos de algunos funcionarios y legisladores en este sentido.
El Ing. Mauricio Macri, Jefe de Gobierno porteño, en el marco de la inauguración de la XVI asamblea plenaria de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas en Septiembre, afirmó haber tenido reducciones de casi el 50 por ciento en el volumen de residuos que envía a disposición final[6]. Como se mencionó anteriormente, la reducción de volúmenes no necesariamente implica mayor recuperación y reciclaje. No obstante, le permite a los funcionarios de la Ciudad generar el contexto para rediscutir el tema de la incineración como está previsto en el art. 54[7] de la mencionada ley 1.854. Esta norma dispone que se evaluará incorporar como método de disposición final la combustión cuando se alcance un 75% de reducción.
Otra mención, en ese sentido, fue de la diputada Gabriela Seijo, Vicepresidenta de la Comisión de Ambiente de la Legislatura de la Ciudad y parte de la comitiva que visitará Isseane. Recientemente admitió que la Ley de Basura Cero (N° 1.854) “es muy difícil de implementar”[8], y enumeró una serie de problemas dando la sensación de haber comenzado la gestión ayer, cuando en realidad la administración del PRO esta desde el 2008.
Inexorablemente la Ciudad de Buenos Aires va camino a liquidar la Ley de Basura Cero apostando a “soluciones mágicas” que eliminan los residuos con altos costos y prácticas que distan mucho de ser eficientes y sustentables.
Buenos Aires, 6 de Octubre 2014