25.4.2016
Por Sebastián Hacher
Crónica de la causa por la muerte de los cinco jóvenes en Costa Salguero. La hipótesis del desborde y los tres apellidos detrás de las fiestas electrónicas: Conci, Gontad y Stinfale.
Entrar en una fiesta electrónica es como caminar por la calle principal de una zona turística, con decenas de vendedores ambulantes ofreciendo un souvenir de compra casi obligada. Ese acoso apenas disimulado se repite en la noche porteña: pero allí, en vez de recuerdos, se venden sustancias que prometen al clubbervibrar al ritmo de la música.
En Time Warp los testigos de la tragedia dijeron que cada o dos o tres minutos alguien les ofrecía pastillas, GHB, LSD, cocaína y popper. A ojo de buen cubero, los investigadores calculan que en la fiesta había no menos de 30 vendedores, pero podrían ser muchos más.
¿Fue alguno de esos dealers el que vendió la sustancia que provocó la muerte de cinco jóvenes y dejó en estado delicado a otros tantos? Todavía es temprano para saberlo. Los exámenes químicos sobre los cuerpos pueden tardar hasta diez días. Y aún cuando se sepa qué sustancias tomaron, quiénes la vendieron y qué efecto produjeron en los cuerpos, el desafío que tiene la Justicia es más complejo: desentrañar la cadena de responsabilidades, complicidades y omisiones alrededor de la fiesta.
Hay un primer paso. Además de pedir la indagatoria de organizadores, prefectos y funcionarios porteños, el juez Sebastián Casanello acaba de dictar el secreto de sumario en la causa. Antes, ordenó prohibir las fiestas electrónicas organizadas por casi una treintena de empresas porteñas: desde Pachá (ubicada, como Costa Salguero, en la costanera), pasando por Club One hasta otras desconocidas para el gran público. El listado, dijo el juez en la resolución, “obedece a coincidencias -personas, domicilios, etc.- que los aglutinan, además de estar de algún modo conectados al mismo tipo de actividad”.
En otras palabras: entre los organizadores de la Time Warp están los que manejan gran parte de la noche porteña.
Hasta ahora era un secreto a voces.
Y el modus operandi que se usó en Time Warp -sobreventa de entradas, fallas de seguridad, venta de pastillas y agua a precio de oro- se repite en varios otros locales.
La muerte de los cinco pibes encendió la luz en plena fiesta.
Capacidad desbordada
Uno de los más complicados es el prófugo Adrián Conci, presidente de Dell Producciones S.A., la empresa que organizó la fiesta. Antes de estar imputado en la causa declaró como testigo ante los fiscales Sandro Abraldes y Diego Iglesias, los primeros que tuvieron la causa. Allí reconoció que había estado en la fiesta “todo el tiempo”. Como la frase fue dicha cuando era testigo no podrá ser usada en su contra, pero a ojos de los investigadores demuestra que no podía ignorar que en el lugar había decenas de personas vendiendo drogas de todo tipo.
El otro dato que lo involucra llegó a manos de la justicia por la propia torpeza del imputado. El día que fue a declarar, Conci llevó su Iphone, que quedó secuestrado. Allí encontraron una conversación de un grupo de Whatsapp que monitoreaba en tiempo real la cantidad de tickets cortados.
A las 7:09 de la mañana, pocos minutos antes de que se conociera la tragedia, el mensaje que circuló tenía un número: 20.513, el doble de los asistentes que tenían permitido.
En parte, ese desborde de la capacidad explica lo que la Justicia señaló como uno de los puntos a investigar: “Baños colapsados, nula ventilación, ambiente sin ventanas y sin ventiladores, altísimas temperaturas, grandes colas de personas para acceder a la compra de botellas de agua”.
¿Hubo algún tipo de supervisión estatal para evitar ese hacinamiento? En un comunicado de prensa, la Agencia de Control Gubernamental de la Ciudad de Buenos Aires dijo: “La productora encargada de la organización respondió a un reporte solicitado a las 3 am donde informaron que hasta ese momento habían diez mil novecientos (10.900) tickets de ingreso sobre un total de 13 mil que tenían autorizados”.
“Lo que demuestra ese comunicado”, opina el ex diputado Facundo Di Filippo, “es que les pidieron la información por teléfono: ni siquiera fueron al lugar a constatar cuanta gente había”. Di Filippo viene denunciando desde 2009 las irregularidades en la concesión de Costa Salguero y otros predios de la Ciudad.
El rey de la noche
El otro empresario que pasó de testigo a imputado es Martín Gontad, más conocido como “el rey de la electrónica”. Gontad se presentó a la Justicia como “asesor artístico” de la fiesta, pero varios testigos lo vieron durante la noche de la Time Warp handy en mano. Y después de la muerte de los chicos, cuando llegaron al lugar los primeros funcionarios judiciales, se encontraron con un “hombre mayor, canoso” que se escurría por los rincones. Recién horas después sabrían que se trataba de él.
Gontad está en el negocio de la música electrónica desde principios de los 90′. Es uno de los organizadores de la Creamfields, la fiesta del rubro mas masiva del país. En 2014, luego de que apuñalaran a tres personas en una de sus ediciones, bajó el perfil.
Un poco antes se había presentado en una entrevista con FM Delta como el productor de Time Warp, la fiesta de la que hoy niega ser titular. “Queremos instalar un festival de invierno en Buenos Aires”, dijo en aquel entonces.
En los foros de discusión del ambiente se lo suele insultar con ganas. Basta con navegar unos minutos por Internet para encontrar cientos de quejas sobre la seguridad, el agua o el hacinamiento en sus eventos. Las quejas vienen desde hace años. Un solo ejemplo: en 2012, durante una fiesta -también Costa Salguero- se cortó la luz varias veces y se desató una ola de robos y violencia que, según los testigos, no pasó a mayores de casualidad.
Entre sus colegas tampoco es muy bien visto. “¡Es insufrible!”, gritó al teléfono uno de sus ocasionales competidores. No se refería solo a su proverbial mal carácter: a través Surface Bookings & Management, a Gontad se le adjudica el manejo de los Dj´s más conocidos de la región, desde Hernán Catteano hasta Javier Sucker. “Es muy difícil hacer algo en el mundo de la electrónica sin ponerse de acuerdo con él: se cree el dueño de la escena”, agregó el empresario.
El abogado de Dios
El tercero en cuestión es Víctor Stinfale, abogado mediático y empresario. Todavía no está formalmente imputado en la causa, pero al tirar del hilo su nombre suena cada vez más fuerte. Stinfale se hizo conocido como abogado del hampa de los 90, defendiendo a ladrones de camiones de caudales. En 2006 le retiraron la matrícula durante un tiempo, y ahora lo están juzgando por encubrimiento al atentado de la AMIA: lo acusan de haber cobrado una coima para hacer cambiar la declaración de su defendido, Carlos Telledín.
Desde que su carrera como abogado estuvo amenazada, comenzó a presentarse como CEO de Energy Group SRL, la empresa que comercializa Speed. No son pocos los que dicen haberlo visto llegar a tribunales en un auto ploteado por la empresa.
La bebida energizante auspicia cada uno de los eventos de música electrónica donde intervienen Consi y Gontad.
En la Time Warp -igual que en otros eventos anteriores- la marca tuvo el monopolio de las barras a través del energizante y de Block, un agua embotellada producida por la misma empresa que Speed. El detalle no es menor. Vender agua en una fiesta electrónica donde no hay canillas ni puestos de hidratación visible es como hacerlo en medio del desierto: un negocio tan rentable como maquiavélico.
Ahora, Stinfale dice que no tiene nada que ver: que él solo es el abogado de Speed, y que no tiene vínculos con Gontad, a quien no soporta. Hace dos años lo nombraba como su “socio estratégico”. “Me metí a trabajar con Speed por mi pasión con la música electrónica”, dijo en una entrevista.
En esa misma nota -que todavía se puede leer en su fan page de Facebok- Stinfale contó que había decidido gerenciar el club deportivo Riestra, un equipo de primera D, porque la camiseta tenía los mismos colores que Speed.
Uno de sus sueños era que en el club dirigiera uno de sus clientes más famoso, Diego Maradona. De ese intento quedó solo una camiseta del club autografiada por el Diego. La imagen circuló por internet: la firma del diez y, en el centro, la publicidad de Speed, el mismo logo que sigue a Stinfale a todas partes.
El control policial
Cerca de las 9 del sábado, cuando se conocieron los primeros muertos en Time Warp, la prefectura no llamó a la justicia federal -le correspondía porque era un caso de drogas- sino a la de instrucción. Cuando los primeros funcionarios judiciales llegaron a Costa Salguero encontraron una especie de aquelarre: la zona no estaba acordonada y en parte había sido barrida por los empleados de limpieza. Los organizadores de la fiesta -entre ellos Gontad- daban vueltas por el lugar, y los molinetes de ingreso ya no estaban. Así y todo, en el piso se encontraron pastillas, goteros de GHB y, sobre todo, miles de botellas vacías de agua Block.
Mientras los funcionarios intentaban poner orden empezaron a surgir los primeros rumores sobre una bolsa de consorcio llena de todo tipo de sustancias. Era, se supo después, lo que los empleados de seguridad habían confiscado en dos horas de cacheo, entre las 9 y las 11 de la noche. Allí se acumularon drogas de todo tipo: blisters con pastillas, lanzaperfumes, goteros con GHB, marihuana, cocaína, petacas con alcohol y hasta algunos rolls de sushi.
Los de seguridad dijeron que la bolsa estuvo en manos de la Prefectura a las 3 de la mañana. Los prefectos parecieron olvidarla: luego de varios reclamos, la bolsa ingresó al expediente recién a las cuatro de la tarde del sábado.
El fiscal Federico Delgado planteó que, al menos, “hicieron la vista gorda”. Nunca avisaron al juzgado del hallazgo, ni detectaron a ninguno de los varios dealers que trabajaron en la zona.
Para la justicia, se trata de casi de una costumbre. Prefectura jamás informó a la justicia de algún tipo de infracción a la ley de drogas en las fiestas de Dell Producciones, a pesar de ser contratados como adicionales en cada uno de sus eventos.
Superman no es una droga
Hay algo que sueñan periodistas y policías: encontrar un Breaking Bad criollo, con expertos en química que producen drogas de diseño en el baño de sus casas porteñas, tapando las ventanas para que los vecinos del edificio no descubran el olor. La realidad los desmiente. No hay evidencias de que en Argentina se sintetice el MDMA, la sustancia base del éxtasis. El dato lo confirmaron dos fuentes judiciales, un químico y un experto en precursores consultados para esta nota.
El primer detenido por Time Warp, el joven Lautaro Crespo, no se dedica a la química. Hasta el momento parece ser el último eslabón de una red de tráfico. Desde la Procuraduría de Narcocriminalidad -que hoy colabora con la investigación de la tragedia- lo venían siguiendo hacía meses. Su nombre aparecía ligado a tres procedimientos donde se secuestraron mas de 50 mil pastillas que venían de Holanda, Alemania y España para ser vendidas en la Creamfields, el evento insignia de Gontad.
A diferencia de la cocaína y otras sustancias, las pastillas son muy fáciles de traficar. No pesan mucho, no tienen olor y se pueden disimular de mil formas. Lo común es que lleguen ya manufacturadas de Europa, muchas veces en mano de microtraficantes o de consumidores. A la Argentina entran vía Uruguay, o por correo. Incluso en los operativos donde se anuncia que encontraron al Walter White local, lo que suele haber es algo mucho mas sencillo: alguien que importó MDMA y lo mezcla con otra sustancia -por lo general anfetaminas- para hacer la pastilla.
En este caso, en una de las agendas de los detenidos que traían pastillas desde el viejo continente, apareció el nombre y el número de Crespo. La justicia ordenó intervenir su teléfono. En algunas conversaciones habló de una “Superman triangular roja” que le estaba por llegar. En otras, de ir a la Time Warp. El sábado de madrugada su celular se activó en Av. Costanera, entre Rafael Obligado y Jerónimo Salguero, donde se hizo la fiesta. Para los investigadores, de las escuchas se desprendió que estaba ahí para vender pastillas. Los otros dos detenidos -un colombiano y un dominicano- se dedicarían al delivery y todavía no está claro qué papel jugaron en la fiesta.
¿Vendió Superman? No fue lo que la Justicia secuestró en el allanamiento a la casa donde Crespo vivía con sus padres. Y Superman, en rigor, es apenas uno de los cientos de logos que los productores usan para diferenciar sus pastillas. Cualquiera que tenga el molde puede hacerlo y lo que haya adentro varía en cada caso. “No hay dos pastillas iguales”, dice un consumidor habitual.
La variedad tiene una explicación: desde que el MDMA se hizo más difícil de conseguir, en la escena europea cada semana surgen sustancias nuevas. Una de ellas es el PMMA, que tiene un efecto más lento y, por llamarlo de alguna forma, rústico. “Un consumidor puede pensar que esa pastilla no hizo efecto, tomar otra pastilla y al rato, cuando las dos hagan su trabajo, va a estar en problemas”, explica el consumidor.
Los usuarios de pastillas más informados acceden a foros de internet donde se hacen testeos caseros, se narran experiencias y se dan consejos. En España, la organización Energy Control instala puestos de testeo e información en las fiestas electrónicas. Uno puede ir con su pastilla y controlar que no esté adulterada.
En Argentina eso sería imposible: la prohibición parece ser mas fuerte que el derecho a la salud.
Y detrás de esa prohibición hay un negocio enorme, que de una u otra forma se cobra vidas.
La trama de ese negocio quedó expuesta con la muerte de cinco pibes que fueron a bailar.
Time Warp es solo un ejemplo.