16.7.2017
Como resultado de la constante organización y movilización de su familia, su escuela y su barrio, Nadia Rojas apareció luego de un mes de búsqueda. Después de la alegría, la reflexión. No es la única. La opinión de sus docentes en primera persona.
Ana Sánchez
Agrupación Pan y Rosas / Docente
Nadia había desaparecido el 9 de junio pasado. En la escuela “René Favaloro” de Lugano, la EEM N°1 DE 21, sus compañeros y yo la esperábamos para ensayar una obra de teatro que mi tío, de oficio escritor, había preparado especialmente para su curso. La obra se titula “La libertad”, es que con la excusa del acto del 9 de julio, íbamos a abordar ese tema y Nadia tenía asignado el papel de Juana Azurduy.
Nunca llegó al primer ensayo, por eso la escuela salió enseguida a buscarla.
Desde el primer momento supimos que Nadia no se había ido por su cuenta y que no la estaban dejando volver. Nunca nos cansamos de repetir que “nuestras pibas no se pierden, las desaparecen”.
Los profes ya sabíamos que las primeras horas en estos casos son fundamentales. Entonces, lo primero que hicimos fue cortar la avenida cercana a la escuela, durante tres días seguidos. El caso se instaló en el barrio, pero no logramos que trascendiera. Por eso decidimos hacer una acción más grande, para que todo el mundo se enterara que nuestra alumna estaba desaparecida. Cortamos Callao y Corrientes, junto a la mamá, después de decidirlo con toda la comunidad educativa y acompañados por el sindicato docente Ademys, organizaciones sociales, políticas y de mujeres. Y se convirtió en un caso mediático. Así logramos que la justicia, que hasta el momento no había avanzado en casi nada de la investigación, pasara la causa al fuero federal, con el argumento de que podía tratarse de un caso de trata. Pero tampoco alcanzó para que apareciera. Por eso, unos días después nos movilizamos a Comodoro Py, justamente para que el juez Canicoba Corral se hiciera cargo de la investigación y se tomara como un caso de trata de personas. Nadia ya apareció y la encontró la mamá, no la justicia, que sin ser casualidad, para estos casos siempre llega tarde.
En este camino logramos mucha difusión, personalidades que se solidarizaron con la lucha, hubo otras escuelas que se sumaron a las acciones, coordinamos con las organizaciones del barrio, se formó una red de organizaciones del barrio para exigir la aparición de Nadia.
De esto NO se habla
Este caso puso en evidencia cómo operan las redes de trata en los barrios más pobres de la Ciudad. Es más complejo que el relato que todos conocemos de la “traffic” blanca que secuestra chicas de la calle como representación de lo que puede llegar a ser una red de trata.
Operan sobre las jóvenes más vulnerables. En los casos que pudimos conocer, casi siempre primero hay un ofrecimiento “laboral” prometiendo mejores condiciones de vida, o un joven que se presenta como novio y engañan a las chicas para que se queden con él. En ambos casos, una vez que las jóvenes entraron en esa dinámica, ya no pueden volver por su propia voluntad con sus familias; eso se llama secuestro.
Una vez dentro de estas “redes” son utilizadas para prostitución o para venta de drogas, bajo amenazas contra ellas mismas y sus familias. La vergüenza y la condena social también operan entre nuestras chicas y muchas veces tienen miedo de hablar.
“Yo en clase estuve hablando bocha sobre cómo al principio puede ser tentador ganar mucha plata de golpe pero que después te querés bajar y ahí empiezan las amenazas y perdés la libertad”, dijo una docente. Mientras que otra denunció que “las mafias tanto del narcotráfico como de la trata de personas, van a seguir existiendo. Estaban antes de los gobiernos macristas y kichneristas, al acrecentarse la pobreza van a ser más fuertes”.
Los docentes las buscamos, el gobierno calla
Podemos afirmar que la diferencia en este caso, la hizo la escuela. Sin la lucha colectiva de todos los docentes, no hubiéramos encontrado a Nadia. Hay cientos de chicas desaparecidas en la Ciudad de Buenos Aires, muchas no vuelven a aparecer, pero casi todas las que fueron buscadas por sus docentes, volvieron.
“El rol de la escuela fue apoyar y acompañar a la mamá de Nadia en el primer momento en que se encontraba sola frente a la indiferencia de la justicia; la escuela funciona como comunidad que contiene y apoya”, afirmó una de las docentes.
De esta manera, los docentes aprendimos a organizarnos, no solo para exigir aumento de salario y mejores condiciones para nuestra educación, sino también para buscar a nuestras pibas. El sindicato mayoritario de los docentes de la Ciudad, UTE, debería ponerse al frente de esta lucha, porque es una preocupación que viene desde abajo.
Sabemos que las redes de trata son negocios millonarios, a la altura del narcotráfico y la fabricación y venta de armas, que exceden las fronteras de la ciudad. Esta uno de los eslabones más cruentos de la violencia contra la mujer, que se aprovecha además de niñas y jóvenes en situaciones vulnerables: Nadia es inmigrante, es pobre, vive en la Villa 20, sólo tiene a su mamá.
De acuerdo a la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), en 2016 existían en el país 6040 casos de personas desaparecidas: 3231 son mujeres. Estas redes no podrían funcionar sin la complicidad de funcionarios políticos y judiciales y las fuerzas de seguridad, lamentablemente es un secreto a voces en los barrios que los mismos que deberían investigar, encubren. “No sé si podríamos decir que desde el principio lxs estudiantes decían que había policías metidos, pero diría que toda esta red no podría moverse sin el respaldo del estado y las fuerzas de seguridad como garantes de la impunidad”, explicó una de las docentes consultadas.
Por eso decimos que el estado es responsable, pero ya aprendimos que el estado no “somos todos”, como a veces quieren enseñarles a nuestros pibes; el estado tiene un gobierno, que es de un partido, que tiene una política. Para las redes de trata siempre hubo impunidad. “El rol cómplice del estado está a full, (están) todos metidos en la movida”, afirmó otra profesora.
Porque buscando a nuestras pibas estamos defendiendo la educación pública, porque el gobierno es responsable tanto de la precariedad de la vida de nuestros pibes, como del encubrimiento de las redes de trata, porque los profes nos organizamos y ponemos en movimiento una comunidad, un distrito, un barrio; esta debería ser una lucha del conjunto de los docentes de nuestra Ciudad.
Y como Nadia no es la única, la lucha sigue. Así lo expresó una docente que dijo que “lo que espero es que no se dejen de dar charlas y clases de educación sexual y derechos humanos, ya que si volvemos como si no hubiera pasado nada en pocos meses tendremos otra Nadia”.
Otra insistió con que tenemos que “organizarnos en asambleas y visualizar el caso con la articulación con otros docentes que estaban en la misma, seguir articulando con las diferentes organizaciones que están en el tema y concientizar sobre la temática en el barrio, en el colegio y a nuestros alumnos”.
Por último una afirmó que hay que “seguir adentro y fuera de la escuela en la prevención y contención de lxs jóvenes y adolescentes, haciendo que puedan acceder a otras alternativas laborales y de vida que les copen más que lo que las redes de trata, prostitución y narcotráfico les ofrecen”.
Nos falta Erika
Ahora nuestra Nadia se llama Erika Acauchi Estrada de 14 de años, estudiante de la EMEM N°3 DE N°19 de Bajo Flores. La joven falta de su casa desde el 5 de julio, sus docentes se organizaron desde el primer día cortando Acoyte y Rivadavia en más de un oportunidad para exigir su aparición. También denuncian la lentitud en la investigación judicial, que aún no se ha movido para buscar seriamente a la joven.