Cierran dos salas de teatro del circuito independiente
19.12.2024
El Teatro Luisa Vehil, fundado en 1988 por la actriz Luisa D’Amico en el barrio de Balvanera, hace ya tiempo que venía demorando un destino que finalmente resultó irremediable. Los descendientes de la artista se propusieron recuperar el terreno de Hipólito Yrigoyen 3131 para ponerlo en venta y la asociación civil que administra la sala, presidida por el actor, director y docente Rubén Hernández Miranda, no consiguió reunir el dinero necesario para poder comprarlo. Hubo un brindis y abrazo de despedida a un espacio que fue declarado e Interés Cultural para la Ciudad de Buenos Aires.
A esta triste noticia se suma el anuncio del cierre del Teatro Gargantúa, en el barrio de Chacarita, con 25 años de historia y un presente pujante. La actriz Alejandra Sierra, actual directora del teatro fundado en junio de 1999 por el también actor Ricardo Aráuz, cuenta que “Lamentablemente, yo no soy la dueña del inmueble sino que lo alquilo, y la propietaria ha tomado la decisión de vender. Hemos hecho todo lo posible para poder quedarnos pero no hubo manera. El teatro se va a demoler para levantar un edificio. Incluso le ofrecimos seguir hasta que la operación de venta se cierre y se aprueben los planos, pero no prosperó la idea. La dueña está muy firme en su decisión: quiere vender para que se demuela y se construya una torre”.
El solar de Av. Jorge Newbery 3563, donde Julio Sosa cantó por primera vez en Buenos Aires en junio de 1949, supo ser un bar bohemio que alternó nombres como Cacheda y Los Andes. Cuando Ricardo Aráuz lo compró llevaba un tiempo abandonado, luego de albergar una ferretería.
La primera obra que se ofreció en Gargantúa fue “Crimen y castigo”, de Fiódor Dostoyevski, con Alejandra Darín y Alex Benn dirigidos por el propio Aráuz. Sierra fungió como mano derecha del propietario desde entonces hasta su fallecimiento en 2017. “Cuando él murió, su viuda me ofreció continuar con el espacio como directora y pasé a ser inquilina”.
El Teatro Gargantúa ocupa unos 250 metros cuadrados y su sala está habilitada para recibir hasta ochenta espectadores. Inicialmente, la capacidad era menor porque existían dos columnas ubicadas en el centro del espacio, pero posteriormente pudieron retirarlas para alcanzar el aforo actual. El formato es de café-concert, con pequeñas mesas donde se puede tomar y comer algo durante las funciones, también funciona con butacas tradicionales.
“Nuestra idea es mudarnos a otro lugar. Tenemos el equipamiento, los muebles, los telones: todo eso lo podríamos llevar a otro sitio. Estoy en la búsqueda de un galpón, un local comercial, algún espacio que nos sirva. Lo ideal sería mantenernos en la zona, que nos gusta mucho y a la que el público está acostumbrado”, explica Sierra.
Gargantúa no tiene personal en relación de dependencia, sino freelance, que trabaja más o menos horas semanales dependiendo de la cantidad de funciones programadas. “Pero algunas personas hace ya tiempo que están con nosotros y estamos todos haciendo fuerza para poder seguir porque de eso dependen parte de sus ingresos”, admite Sierra.
“En 25 años hemos pasado de todo. El teatro se transformó mucho, hemos invertido bastante dinero para tenerlo cada vez mejor. Muchos de los subsidios se utilizaron para avanzar en esas mejoras. Después de la pandemia tuvimos que hacer el sistema de ventilación mecánica. Lo bueno es que ahora que me toca salir a buscar otro lugar ya sé qué es lo que necesito, qué me van a pedir para darme la nueva habilitación. Por ejemplo: no en todos los barrios te habilitan un espacio cultural independiente. Entonces está la cuestión geográfica, y también lo de la ventilación, la salida antipánico, los baños. Por eso pienso que no va a ser inmediato que podamos abrir de nuevo”, continúa Sierra.
“Si bien es un año raro a nivel cultural y económico, nosotros tuvimos trabajo, nunca paramos, no dejamos de tener obras programadas. Y eso no sucede en todos los teatros independientes. A nosotros nos bajó un poco la actividad, pero no tanto como a otras salas; tuvimos esa suerte”, declara la directora de Gargantúa.
Si el eje de la negociación con la dueña fuese económico, entiende Alejandra, “el precio del alquiler se podría charlar y buscar un acuerdo. Pero acá el tema va por otro lado”. En la actualidad, la sala le abona a la viuda de Aráuz una mensualidad que supera por poco el millón de pesos.
El próximo sábado a las 23 horas, realizarán un brindis entre amigas, amigos y público de Gargantúa como despedida del espacio.